Los duelistas
Recuerda uno aquella película de Ridley Scott en la que dos húsares se sienten ferozmente atraídos entre sí. Atraídos para acabar el uno con el ... otro. 'Los duelistas', basada en una novela de Joseph Conrad. Un odio tan espontáneo e intenso que parece venir de una vida anterior. A cada uno de ellos le molesta que el otro respire. La presencia del oponente sobre la Tierra es una afrenta insoportable. Cada palabra que emiten es un insulto para el contrario y la paz solo puede llegar con su extinción. Y si uno encuentra un poco de sosiego para dedicarse a menesteres menos oscuros, allí está el otro para despertar la inquina adormecida e iniciar de nuevo el baile.
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Los protagonistas de la película o de la novela no se llaman Pedro Sánchez ni Isabel Díaz Ayuso. Pero a raíz de lo que día tras día contemplamos muy bien podrían adoptar esos sobrenombres. Las evidentes diferencias políticas de Sánchez y Díaz Ayuso alcanzan una estridencia que más que en una diversidad ideológica parecen tener origen en un trastorno obsesivo. Hasta el punto de convertirse en un espectáculo degradante. Y en muchas ocasiones zafio. Tan zafio como la enumeración de casos de corrupción del PP cantada en el Congreso de los Diputados por parte de ministros socialistas como si se tratara de un coro de siniestros niños de San Ildefonso. Tan zafio y degradante como la aparición de Miguel Tellado en ese mismo marco de la soberanía popular con un cartelón con militantes socialistas asesinados por ETA.
Ambos, Sánchez y Ayuso, parecen no ser conscientes de lo que representan. De los miles o millones de ciudadanos a quienes representan. Díaz Ayuso empinada sobre sus talones para pregonar desafueros por encima de Núñez Feijóo y Sánchez defendiéndose con el mismo ricino que recibe. Y defendiendo a sus parejas. Como si no les bastara el aborrecimiento personal, estos húsares de la política se ven impelidos a defender el honor de sus enamorados. A sable o a pistola, a sangre y fuego. Uno frente a otro. Y en medio, nosotros. Los ciudadanos que esperan otra forma de hacer política. O, mejor dicho, que esperan que se haga política y no este permanente salto con pértiga sobre una charca de aguas cada día más turbias. Todo el ansia de exterminio de nuestros dos duelistas es simbólico. El plomo que se cruzan es verbal y los oscuros mandobles judiciales no llevarán a nadie a la horca. Pero estrangulan unos determinados usos morales y cívicos. Ayuso con falsedades manifiestas en las deudas que Hacienda tiene con su pareja, por ejemplo, y Sánchez devolviendo las mentiras con una maraña de sombras. Sí, desde luego es para estar de duelo.
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