Alas dos españas se le suma con fuerza una tercera, la España vaciada, que no es exactamente aquella terceraparalizada de horror a la que atizaron ... sin miramientos los dos bandos. Es, en todo caso, el personaje que todos los partidos de pronto han convertido en el galán con boina del culebrón nacional guionizado por Víctor d'Hondt. La incertidumbre se ha empadronado masivamente allí donde apenas quedan adultos, asombrados de los repiques que avisan de fuego electoral y de los candidatos a la carrera para tratar de salvar los muebles con los paisanos olvidados. No hace tanto que también esos campanarios tocaban a muerto para enterrar el bipartidismo, que ahora anda entre fantasmal y cataléptico hasta por las últimas plazoletas tratando de recuperarse a base nuevas recetas pero sin dejar la izquierda y la derecha como principios activos contra el estado del malestar. La subasta de fármacos ideológicos sirve de poco en Cataluña, que se volvió hace tiempo un morlaco resabiado de divisa amarilla. La esperanza electoral está ahora en la ruta del toro de Osborne, en el paisaje de la desolación demográfica, del electorado supuestamente dócil y resignado que empieza a decir basta. Algunos toman esta realidad por una vaquilla de alma conservadora en el fondo y está por ver, como la dibujan otros, que ande todo el día pegando tiros a los conejos o cobrando el PER. El argumentario de los partidos se arriesga a pasear por la España casi sin niños una tómbola donde rifar estos días desde wifi y 5G hasta billete gratis donde no pasa ningún autobús. No importan tanto los señores y señoras Cayo como su disputado voto, desde el valle a la montaña. Ha sido concentrar las elecciones en primavera y la calma chicha de pueblos y aldeas ha mutado en calculadora con la que los partidos hacen sus cuentas de la lechera con esos cien diputados en juego. Los viajes al centro político que antes se hacían sin vehículo conocido no abandonan ya la foto en el tractor como arrastrando una sembradora de votos. Las vacas y los terneros vuelven también a la escenografía, como en las viejas campañas, y hasta puede que hasta algún candidato arriesgue con la partidita del dominó, ahora que el juego 'on line' azota a la chavalería urbana y rural y toca reivindicar la dieta mediterránea también para el cerebro. Es tan erróneo pensar que cualquier rincón de la España interior está condenado al cierre inexorable por defunción como ese empeño generalizado de los políticos por tratar de seducir al personal con una Arcadia digital incluso allí donde faltan carretera decente, ambulatorio, farmacia o cajero. La palabra no vale sólo para repoblar pueblos perdidos tan fácilmente por mucho que se invoque el relevo generacional. Para el 29 de abril las promesas sin dinero ya habrán pasado de pantalla, y Franco será el único viejo sin futuro al que prestar interés. Como si el tiempo se hubiera detenido en un campo baldío.
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