23 días y 500 noches

En vez de dimitir, a Pedro Sánchez le dio por huir

Domingo, 3 de agosto 2025, 02:00

Lo nuestro duró lo que duran Koldo y Ábalos en un parador. En vez de dimitir, a Pedro Sánchez le dio por huir. De pronto ... me vi, como columnista sin cuaderno escribiendo a las puertas del infierno. Nos dejó una declaración con agravios, la miel en los labios y escarcha en el pelo.

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Tenían razón mis críticos en eso de que el malo era yo, con una excepción: esta vez, yo sólo quería invitarlo a responder, y él dijo no. Así que se fue, nos dejó con el Falcón en el cielo, y nosotros en el suelo, desde la ventanilla, y haciendo un exceso, nos tiró dos besos, uno por mejilla. Y así regresamos a la maldición del peor PSOE con su tropa, a la perdición de los bares de copas, a los políticos de saldo y esquina, y por esas ventas del fino Laina, pagando las cuentas de secesionistas sin alma que pierden la calma con la soberanía, volviéndonos locos, derrochando la bolsa y la vida, que poco a poco, damos finalmente por perdidas.

Nos dejó sin BOE ni presupuesto, con bulos que sus palmeros dan por ciertos; compañeros en el trullo, y con la fiscalía con gran barullo. Tenían razón los jueces, cuando acudían a la UCO con preces, porque ni Marlaska ni Bolaños les dan ni pan ni peces.

Nos dijo hola y adiós, y el portazo de Pedro Sánchez, sonó como un signo de exclamación, sospecho que así, se vengaba de nosotros, para en la Mareta volver a sonreír veintitrés días y quinientas noches, junto a Zapatero como emir.

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No pidamos perdón, ¿para qué? si no nos va a perdonar, porque sólo el afán de poder es lo que le hace a él y los suyos medrar. Siempre tuvo la frente muy alta, la lengua muy larga y la verdad muy corta. Nos abandonó, como se abandonan los zapatos viejos, destrozó las instituciones que Europa no reconoce ni de lejos, sacó de nuevo a pasear su retrato y ampliar en la tele su espacio. Y nosotros tan ingenuos, creyendo que al final iba a presentar este verano su dimisión en la casa del pueblo de Torrelodones. Qué pena tan grande. Y eso que yo, para no agobiar con flores a su señoría, para no asediarlo con mi antología de columnas sibilinas y palabras vacías, para no criticarlo sólo con bisutería, ni ser el fantoche que va en romería con la cofradía del Santo Reproche, cuando lo único que quería, era despedirme de él con ironía en esta mi decimotercera temporada, y prometerle que no lo olvidaré, aunque él se pierda con nuestro dinero veintitrés días y quinientas noches.

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