El cuerpo urbano
En la ciudad histórica es ley de vida que el coche retroceda y así libere espacio para el paseo. Pero el paseo, en el centro ... de Málaga, empieza a ser historia. Por nuestras calles peatonales no hay quien pasee, llueven gentes a mansalva, ruidosos ruedines a deshora y patines peligrosamente silenciosos a la espalda.
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Si antes los coches no dejaban ver las fachadas, ahora son los manteles los que no nos dejan ver las aceras. Más de una vez, al doblar una esquina no distinguimos si pasamos a otra calle o entramos en un patio o en una trastienda. Nuestro centro peatonal que tantos fondos europeos costó ha pasado a ser comedor y la vivienda que iba a ser ejemplo de re-habitación de nuestra ciudad histórica, es hoy pasto de noche festiva y epicentro de la juerga.
En veinte años, la peatonalización ha llegado por el oeste hasta el río, por el sur al muelle Heredia, al este topa con las laderas de Gibralfaro y hacia el norte va a saltar Carretería. Al liberar las calles del centro de su servidumbre de paso, hubo beneficio inmediato para comerciantes primero e inversores de lo vacacional después, pero se ha saturado el tráfico en el resto de la trama urbana.
Se olvida que Málaga pasó de 100.000 a 500.000 habitantes, estirándose a lo largo de sus caminos sin apenas ensanchar su viario. Por su geografía nuestra ciudad bascula de Este a Oeste, a un lado y otro del Guadalmedina. Y sobre el mapa solo existen dos trayectos claros entre ellos: el muelle Heredia atando paseos y la circunvalación. Esto significa que cuando el centro se corta al tráfico la única alternativa viaria nos lleva siete kilómetros al Norte, de visita obligada a los jardines de la Concepción acompañada de una panorámica paisajista de los montes.
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La continuidad entre todos los puntos de la trama es imprescindible para una ciudad. El tráfico rodado no solo lleva mercancías. Aunque hacienda lo considere un lujo, el vehículo privado es para muchos herramienta de trabajo. Autónomos de los servicios, profesionales libres y pequeños empresarios necesitan sacar todos los días el coche de su garaje y además circular y aparcar de cuando en cuando ¿Y lejos de casa dónde aparca uno en Málaga que no sea en el Martin Carpena?
El centro de la ciudad es su corazón. Málaga vivió triste muchos años con un centro abandonado y dejado. Hoy son muchos los malagueños que evitan acercarse a ese barrio artificialmente festivo. Si una parte del cuerpo urbano impide a otra el movimiento deviene en problema. Pero si falla el corazón no hay vida, hay colapso. El centro de Málaga vive un éxito dudoso, empieza a ser ajeno a la ciudad que lo alumbró. Los que duermen para madrugar se van. Desde los bordes del pavimento lustrado, la ciudad, renuncia a sí misma, empieza a envidiar al campo.
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