El rayo verde

Yo Sí Te Creo

La decepción, la rabia y el dolor han prendido en todo el país tras conocer la sentencia contra 'la Manada'. No es que no se ... esperara, porque había temor, y fundado por lo visto, de que la duda sembrada por las defensas acerca del 'consentimiento' de la víctima colara en los jueces. No era tan difícil, en el fondo todos piensan que ella «algo habrá hecho». Es una idea clavada hondo en nuestra cultura patriarcal. Es así. Ya se vio durante el juicio, donde se llegó a la barbaridad de argumentar que la muchacha, seguida por un detective privado, había vuelto a salir con sus amigos y colgaba fotos en Facebook.

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La Justicia ha de ser rigurosa, no debe fomentarse juicios paralelos, pero tampoco es de recibo que permanezca ajena a la realidad social, porque su misión es dar respuesta a ésta y establecer el orden perturbado por el delito. De ahí que la alarma sea hoy mucho mayor que ayer, tras la sentencia y no hablemos del voto particular que propone la absolución de los cinco digamos que abusadores sexuales, y no violadores a pesar de que la penetraran de tantas maneras, todos a la vez, en un portal, grabaran un vídeo y se jactaran de ello en las redes sociales. Ella tenía 18 años, celebraba los sanfermines, quienes la encontraron testificaron su absoluta desolación, los peritos aseguraron daños evidentes... pero parece que tenía que haberse arriesgado a perder su vida para que los togados acepten que había sido violada. Recorrer el camino del martirio, así de medieval. El relato de los hechos probados es espeluznante y me temo que habrá algún demente que encuentre en ello un atractivo morboso. Este caso no es uno más. Su valor simbólico es altísimo. Ha movilizado numerosos testimonios de mujeres que han sufrido violencia sexual y han callado durante años. Coincide con esta 'cuarta ola' del feminismo que ya es imparable. Pero sobre todo, y de ahí el hondo dolor, conecta con una sensibilidad arcana de todas las mujeres, de todas las edades, que han sido abusadas y que han crecido con el miedo a serlo. Que han tenido que convivir con el temor al asalto, incluso han debido superarlo, que arrastran la vieja herida de sus madres y de las madres de sus madres, a las que nunca se respetó como seres humanos en pie de igualdad. Y todo eso lo hicieron hombres. Los mismos que ahora juzgan que una mujer no ha sido violada de manera múltiple por cinco hombres grandes y fuertes porque no hubo violencia evidente; que no entienden qué siente una mujer en esa situación, que no pueden llegar a comprender qué resistencia es posible, que tendrán jurisprudencia, pero no saben nada de la realidad vivida por el 50% de la población. Si ya había muchos argumentos para defender un cambio en la Justicia que incorpore esta perspectiva de género, la sentencia del tribunal navarro es el definitivo.

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