El Chapo Pisarello

Esta semana conocimos que Claudia Sheinbaum, presidenta electa de la república mexicana, no ha invitado al rey Felipe VI al acto de su toma de posesión. Justificó su decisión en la no respuesta a la carta que remitió el actual presidente, López Obrador, a nuestro monarca en 2019, en la que le exigía que se disculpara por nuestra herencia. Una excusa de mal pagador, que no tiene nada que ver ni con la justicia histórica ni con la reivindicación de derechos ancestrales de los mexicanos. Seguro que no conoce el Tratado Definitivo de Paz y Amistad entre México y España de 1836, en él se puede leer: «habrá total olvido de lo pasado y una amistad general y completa para todos los mexicanos y españoles, sin excepción alguna».

La realidad mexicana del siglo XXI poco tiene que ver con lo ocurrido en las luchas cruentas pasadas entre los tlaxcaltecas y los mexicas. Es el país número uno en la actualidad en el que se desarrollan más actividades relacionadas con la trata y tráfico de personas, el fraude financiero, la venta de drogas y el comercio de piratería, según un informe de la Iniciativa Global contra el Crimen Organizado Transnacional. La mitad de la población se encuentra por debajo del umbral de pobreza. Según la OCDE es el país más corrupto y el segundo país americano con peor administración de Justicia. La población indígena mexicana actual denuncia a su Gobierno por discriminarla sistemáticamente. Más de ochenta mil mujeres y niñas fueron asesinadas en 2021 según la ONU, un feminicidio silenciado. Los españoles no somos los responsables de esta situación.

Si acudirán a presentarle sus respetos, miembros de Sumar, Bildu y Podemos, socios de Gobierno e investidura de Pedro Sánchez. Destaca entre ellos el Chapo Pisarello, miembro del Grupo de Puebla, bastión del populismo totalitario que alumbró el enfoque 'lawfare' en defensa de políticos corruptos como Cristina Fernández de Kirchner o Evo Morales y que está facilitando la expansión de China, Rusia e Irán en ese hemisferio. El político comunista originario de Tucumán, es el mejor representante de la denominada 'leyenda negra podemita', que tanto ha perjudicado a España. Sus intervenciones son un tratado de inquina y rencor, al estilo Echenique. Dos políticos argentinos que consideran a su patria de adopción como la peor madrastra.

Puestos a elegir, me quedo con las palabras del mexicano Octavio Paz: «el odio a Cortés no es odio a España, es odio a nosotros mismos. Impide la reconciliación de México con su otra mitad».