Carteros
La heroicidad va por barrios. Viene a ser lo mismo que la presidencia de la Unión Europea. Algo que cambia poco la realidad interna y ... que tiene un carácter tan efímero como evanescente. Estamos en el turno de los carteros. A ver quién los encumbra más alto. Una fiebre amarilla en positivo. Más o menos como desde Planeta el viejo Lara llamaba con admiración, o envidia, a la mítica colección de narrativa extranjera de Anagrama. En estos momentos todos los políticos desean contagiarse de la fiebre amarilla de Correos. Loan y engrandecen la épica de quienes día a día tejen un entramado que sirve para mantener viva la sociedad.
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El cartero, efectivamente, tiene a sus espaldas un pasado legendario. Eran quienes conectaban familiares y amigos separados por la distancia, los que llevaban un soplo de calor a los enamorados, a aquellos que esperaban su llegada como un aliento indispensable. Eso que ahora se solventa con un whataspp pero que tiempo atrás suponía una sentimental cadena humana de la que el cartero era el eslabón indispensable. El carácter romántico del cartero se ha devaluado, como tantas otras cosas, con la tecnología. Ganamos en comodidad, perdemos en emociones. Pero ahí están nuestros políticos derrochando sensiblería para resucitar la naturaleza mitológica y entrañable del cartero.
Si las cartas de amor han sido sustituidas en sus alforjas por áridas notificaciones o avisos impersonales, en estos días los empleados de Correos son depositarios del alma de los españoles. Tanto de izquierda como de derecha. Desde un lado y otro velan por el trabajo de estos descendientes del dios Mercurio. No solo les ponen alas en los talones sino en las pagas extraordinarias que acarreará de su heroico esfuerzo para hacer llegar a cada destino las papeletas con el voto del próximo domingo. Lo que ocurra con los carteros el lunes siguiente ya es otra cosa. Volverán las demandas de los sindicatos a un segundo plano informativo, la plantilla será de nuevo escasa y la heroicidad pasará a otro sector, corriendo el turno como apenas pasado lo peor de la pandemia corrió de los héroes auténticos de la sanidad. Los trabajadores del sector alimentario, los transportistas, la red básica de la sociedad vivió entonces una efímera época de oro. Una palmada en la espalda y a otra cosa, que viene la prosperidad y ya, según parece, no necesitamos cajeras de supermercados, reponedores, sanitarios ni agricultores. Ahora solo precisamos de carteros, de esa gente que no se rinde ante la adversidad y siempre llama a nuestra puerta dos veces. A la conciencia de algunos políticos habría que llamar unas cuantas más.
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