Cara de tonto

VOLTAJE ·

Buena parte del negocio de las criptomonedas ha resultado ser un gran timo

Jueves, 24 de noviembre 2022, 09:17

Algunas veces, que no son muchas pero sí muy importantes, el tiempo termina poniendo a cada cosa en su lugar y a cada persona en ... su sitio, dicho sea esto sin ninguna voluntad de venganza. Hace unos diez años que me hablaron por primera vez de las criptomonedas, un sofisticado humo digital que ha hecho a ciertas personas supuestamente millonarias sin haber dado un palo al agua, que se han criado en la compraventa, que se han convertido en ricos desde la insolvencia, y que llevan más de una década montados en una atalaya desde la que imagino que se ve como miserables a los que trabajan, o como pardillos, que no sé qué es peor.

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Llevo este tiempo lamentándome de que, si hubiera invertido en bitcoins la primera vez que me lo aconsejaron, habría ganado tanto dinero como la gente que farda de haberlo hecho. Ahora leo que los que han invertido sus pocos ahorros en criptos se están hundiendo con su flujo en una caída estelar. Buena parte del negocio de las criptomonedas ha resultado ser un gran timo, para descanso de los demás. Los que invirtieron mucho dinero ahí dicen que se les ha quedado cara de tonto; la misma mueca que pretendían colocar en las faces de los pobrecitos currantes cuando les enumeraban la magnitud de sus ingresos en la nube con cien pájaros volando, un dinero virtual que nunca ha sido disfrutado ni para invitar a los amigos, un supuesto pelotazo bien cargado de especulación que miraba con condescendencia a los que no creían en él. Así pasó que, hace un año, empujado por la presión de estos amigos y mostrando un claro síntoma de debilidad, invertí 150 euros en varias monedas, por ver qué pasaba, y ahora tengo 34. Se ve que no tengo buen ojo para las apuestas. Se ve, también, que al final la banca siempre gana.

Uno de estos listos que se creían videntes, investigado por el mayor fraude de criptomonedas en España, o sea, un timador de timadores, ha aparecido muerto en Estepona, hecho trizas en el suelo de un resort donde antes organizaba las 'fiestas de bitcoin' y ahora se alojaba con su mujer y su hijo que recibirán el gran pufo de su padre como una herencia maldita. Parece que se ha suicidado, para más limbo, tirándose de su hotel de lujo, una frivolidad similar a la que tendría yo si decidiera tirarme desde la terraza del Málaga Palacio. Detesto la avaricia, pero especialmente cuando viene ligada a la tacañería. Idiotas y humillados, los exmillonarios de las criptos se han dado un golpe con la realidad, que no suele ser misericorde porque la vida a veces enseña trazos de ser una mierda. No como hoy, que me siento bien anclado en mi clase media, sin más aspiración (por ahora) que la de ver atardecer.

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