Rozar los 30 grados en noviembre ofrece la sensación de una primavera eterna. Este tiempo es peligroso, pero a casi todo el mundo le parece ... un feliz acontecimiento. Se incluye en esta criba mayoritaria a los más de once mil cruceristas atracados en el puerto, que pensarán que estamos siempre en mangas de camisa, reflexión que por otra parte no está exenta de razones: en Andalucía hay una media de 3.000 horas de sol, dice el reclamo, y de Málaga no bajamos de los 300 días de los que deslumbran: pantalla total todo el año. Enseñar carne sin pasar frío, no como las chicas en Inglaterra cuando salen por la noche, que suelen ir muy frescas, acaso pidiendo calor o encantadas de ser hielo. Allí, en Gran Bretaña, también hay sequía. Hay viajeros que vuelven de Londres decepcionados porque no les ha llovido. Resignados al sol.
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Este buen tiempo es tan nocivo que debería dejar de ser considerado bueno. Temperaturas altas, ausencia de nubes y precipitaciones, qué horror, pero cualquiera le dice esto a quien esté tumbado en la playa. En los partes meteorológicos, sin embargo, se dice que una borrasca complicará la semana cuando lo preferible sería que un ejército de nubes se ciñera sobre nosotros durante un tiempo indefinido, pongamos un mes, y que el hombre o la mujer del tiempo nos felicitara por la lluvia como si hubiera sido cosa nuestra, enhorabuena, los campos de golf se riegan solos y vuelven a hundirse los pueblos que habían emergido de los pantanos, ya no se puede aparcar ahí porque el agua por ese río seco se puede llevar tu coche y la ropa se seca en interiores, tal y como fluye la bebida, provocando un progresivo declinar de las terrazas que harán más cómodo el paseo por las aceras empapadas.
Ya me he olvidado de lo que se sentía con la lluvia, con una lluvia que no fuera barro, que eso es otra: las pocas veces que ha caído algo del cielo ha sido un engendro que ha dejado la ciudad llena de churretes. Algunos edificios se han quedado así, tatuados de marrón. Si cayera agua por lo menos se limpiarían las calles de los barrios; si hiciera frío, si una noche bajáramos de los diez grados, podríamos empezar a celebrar el invierno y a quedarnos dentro con toda nuestra fuerza. Este tiempo no es bueno, pero hay algo de bueno en este tiempo. La vida se hace más llevadera cuando vives cerca del mar y se abre ante ti la posibilidad de la intemperie, pero eso siempre estará ahí.
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