Sr. García .
Carta del director

El barro de dos Españas

El lodo de Valencia simboliza la unidad, la solidaridad, el voluntariado y el sufrimiento y el fango político representa la confrontación, la incapacidad y la ignominia de dejar en un segundo plano a los muertos y afectados

Manolo Castillo

Málaga

Domingo, 10 de noviembre 2024, 00:03

Qué diferente habría sido el día después de la tragedia de Valencia si el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el presidente de la Generalitat ... Valenciana, Carlos Mazón, hubieran decidido salir en una comparecencia conjunta para anunciar que ambas administraciones se ponían a trabajar, de forma coordinada, para agilizar todos los trabajos de auxilio, rescate y reconstrucción de los municipios afectados. Podrían haber anunciado, además, que al frente de todo ese despliegue se ponían mandos profesionales y que se constituía de inmediato una mesa de trabajo con ministros, consejeros autonómicos y alcaldes para agilizar las ayudas y, sobre todo, la asistencia a todas las víctimas. Lo triste es sospechar que, si hubieran pertenecido al mismo partido, se habría producido esa coordinación.

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Pero no, ambas administraciones –el Gobierno y la Generalitat– optaron desde el primer minuto por un alarde de incompetencia y confrontación que en situaciones normales acabaría con la dimisión de ambos dirigentes y algunos cargos más.

Resulta llamativo que esta idea del trabajo conjunto sea considerada por muchos una ingenuidad por mi parte, lo cual me hace pensar que ya nada nos sorprende y las negligencias políticas no tienen ningún coste. O sí, porque la manifestación convocada ayer en Valencia y respaldada por decenas de miles de personas evidencia el cabreo generalizado por la gestión de la Dana.

Hablo a diario con colegas que están en los pueblos afectados, sobre el terreno y llenos de barro, y me cuentan que la tragedia habría sido mayor de lo que es sin la presencia de esos miles de voluntarios, muchos llegados desde distintos rincones de España, y sin la movilización de toda esa ayuda. Porque, a pesar de todos los días que han pasado, aún no se percibe la extraordinaria movilización de medios, de maquinaria y de efectivos que esta tragedia requiere de las administraciones. Ya se baraja, incluso, la necesidad de evacuación por los posibles riesgos sanitarios. Y aún hay barrios a los que todavía no ha llegado ninguna ayuda oficial.

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Ver a políticos de una y otra administración arrojándose lodo, con la connivencia de algunos medios de comunicación y un ejército de opinadores reconvertidos en correveidiles del poder resulta repugnante. Y peligroso, porque la consecuencia inmediata es una desafectación de la política y los políticos que alimenta el populismo.

El problema no es que no estén a la altura, es que están de fango hasta el cuello. Se están cometiendo tantos errores y tanta torpeza por parte de unos y otros que uno llega a la conclusión de que la gestión está en manos de unos políticos incapaces a los que este drama les viene muy grande.

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La reacción del rey Felipe y de la reina Letizia en su visita a Paiporta no sólo demostró la profesionalidad de ambos sino su capacidad para empatizar con esas personas zarandeadas por el dolor y la rabia. El monarca llamó a la calma en un gesto de comprensión y protección hacia aquellos que minutos antes les habían abucheado y arrojado barro a la cara. Por contra, Pedro Sánchez se apresuró a buscar culpables y a colocarse él como la primera víctima frente a un supuesto grupo organizado de la ultraderecha. Y Carlos Mazón se muestra extraordinariamente superado por todas las circunstancias y por la propia gestión que hizo en las primeras horas de la dana, en las que estuvo desconectado. Es todo tan ridículo que haría gracia si no fuese por las víctimas de esta tragedia, muchas aún desaparecidas y seguramente sepultadas en el fango.

Hay que reconocer la dificultad de combatir una tromba de agua de tanta magnitud. Muchos ignoraron los riesgos o no supieron calibrarlos con acierto. La movilización de maquinaria y efectivos necesaria es colosal. Todo eso lo sabemos, pero no impide que aquellos con responsabilidades demuestren no sólo empatía sino dignidad y respeto a las víctimas y afectados.

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Hay quien dice que en unos días o semanas todo se irá olvidando e irá desapareciendo de la agenda de los medios. Es posible. De hecho, ocurrió con el volcán de Palma, donde aún hay muchos afectados esperando las ayudas prometidas por el Gobierno.

Sin embargo, habría que reflexionar sobre la importancia de mantener vivo todo lo que ha pasado, de no abandonar a nadie hasta que la última casa de la comarca esté recuperada, de respetar la memoria de todos los muertos y desaparecidos y de poner límites a aquellos políticos que nos quieren arrastrar por el lodo de la infamia. Entre todas las imágenes hay una que me llamó la atención estos días: decenas de voluntarios al unísono, codo con codo, como en una perfecta coreografía, retirando el agua y el barro de una calle con sus escobas y cepillos. Todos comprometidos, todos solidarios. Y en ese momento me vinieron a la cabeza aquellos que diariamente, desde sus púlpitos o desde sus redes, tratan de sembrar la discordia y la confrontación. Son, precisamente, los que luego expresan temor y miedo cuando escuchan aquello de que sólo el pueblo salva al pueblo. Por algo será. De aquellos barros, estos lodos.

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