La parálisis ante la anarquía del patinete eléctrico se ha instalado en la política municipal como una especie invasora y tóxica. Donde todo está bajo ... norma, los patinetes son la isla sin ordenanza ni ley que ampare su uso, convertidos en un problema que sólo la oposición parece tener en el radar. A la indignación ciudadana que encara a diario cada vez más molestias y riesgos, el gobierno municipal ofrece hasta ahora un tancredismo del que sólo sale para autorizar más empresas que buscan negocio en Málaga. Esa gran diligencia resulta especialmente llamativa, tratándose de un bien municipal tan escaso en demasiados negociados. 'Villa Maya' y su triste suerte ha sido un patinete de la desmemoria no sólo municipal, un artefacto sin dueño ni matrícula ni protección legal para alejar las excavadoras. La interminable declaración de zonas acústicamente saturadas en el Centro y Teatinos es otro ejemplo de lo que espera turno. Los decibelios desordenados son aquí la versión acústica de patinetes esparcidos por cualquier sitio a la espera del guardia con su bloc. Las molestias y peligros de tanto cacharro eléctrico por las aceras y calles peatonales crecen a la velocidad del nuevo incivismo que se recarga cada noche y que estorba, en movimiento y tirado en cualquier lugar. Pienso en niños, ancianos, en personas ciegas o sordas o con graves limitaciones, esa ciudadanía vulnerable expuesta al albedrío descerebrado de los que no dudan de que todos los verán venir. Donde toda transgresión tiene su castigo, disponer de pista libre para moverse y aparcar impunemente de cualquier forma es una pulsión irresistible sin edades ni género. Hay avances que vienen con su carga de problemas pendientes, como el de la movilidad que inauguró la bicicleta. No resuelto del todo el mapa de los carriles bici, el patinete agrava la cuestión en Málaga, y sin solución a la vista.
Publicidad
Hasta que se colocó el primer semáforo en Londres, en 1868, debió haber terribles escenas en los cruces por un tráfico de carruajes que se hizo imposible. Cuando llegó el coche, el invento del ingeniero John Peake hizo más por la vida y las lesiones que todos los cirujanos. Aún no hemos llegado a eso, pero la estadística avanza por su carril. Con el bando, De la Torre intenta poner ahora orden transitorio hasta que la DGT dictamine que el patinete tendrá que ir por la calzada, como los otros vehículos. La cosa tiene más de fogueo normativo y cataplasma ante el daño electoral que pretensiones de crear tendencia contra una invasión que sólo se combatirá con consejos para que sean cívicos los que no lo son tampoco bajados del cacharro. Marbella acabo retirando los patinetes tirados en la calle como cualquier objeto abandonado, y se acabaron. Las empresas tienen que premiar el civismo e incentivar que se aparque en zonas concretas. Todo, menos imitar a De la Torre, que tira por esa calle de en medio que también, horror, está llena de patinetes desperdigados.
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión