Yo, el ausente
La ausencia es una despedida anticipada. La distancia necesaria previa al adiós. El pago a quienes no entendieron la importancia de la presencia. Pedro Sánchez, ... con toda su dimisión a cuestas.
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El pasado miércoles, el presidente del Gobierno compartió con los ciudadanos una carta personal a través de una red social. En ella expresaba su necesidad de parar y reflexionar sobre si debía continuar al frente del Gobierno o renunciar. Cancelaba su agenda pública y nos remitía a todos a una rueda de prensa que dará este lunes, 29 de abril, en la que comunicará su decisión final. Lo hacía después de que un juzgado de Instrucción de Madrid decidiera abrir diligencias judiciales contra su mujer. Este hecho inédito e irresponsable, acompañará para siempre las últimas horas de Pedro Sánchez. No lo hemos entendido bien hasta estos días. El político al que no le ha importado traspasar todas y cada una de las líneas rojas para que no se diferencien los tres poderes del Estado y así mantenerse en el poder, se va porque los suyos no lo quieren. No se han inmolado los Bolaños y Évoles de turno por él y su familia. La crítica que más afecta a una personalidad narcisista como la suya es la del desapego de los propios. No le duele que no pueda ir a ningún lugar sin ser abucheado, pero la falta de implicación de los suyos lo mortifica.
Así podemos entender las caras de duelo de los dirigentes socialistas ayer en Ferraz y el no discurso de María Jesús Montero ante una parroquia que no llenaba ni el campo de fútbol del Moratalaz. Ya era demasiado tarde. El desamor de los suyos y las noticias inquietantes que conoceremos estos días sobre la actividad de Begoña Gómez, lo han confirmado en que debe dimitir. Pedro Sánchez quiere despedirse despreciando a los suyos y proyectando una heroicidad impostada como último gesto.
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