Apuntes sobre el Gordo

VOLTAJE ·

Hoy no hay nada mejor que celebrar los éxitos de los demás

Jueves, 22 de diciembre 2022, 07:51

Hay un bulo que circula a sus anchas por internet que dice que un alto cargo del Ministerio de Igualdad, tan adorado por algunos de ... mis compañeros columnistas en este periódico, ha prohibido que al sorteo de la Navidad se le siga llamando el Gordo por sexismo, machismo, acoso escolar y gordofobia. Todo mentira, claro, por ahora pueden respirar tranquilos, porque de otra manera lo próximo sería que alguien nos recriminara por decir que nos ha tocado el Niño, aunque para entonces no nos importaría porque ya seríamos ricos.

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El décimo de la Navidad es una de las pocas cosas que no ha subido de precio en los últimos 20 años. Ayer, el día antes del sorteo, dos asociaciones de consumidores publicaron sendos informes: el primero resumía consejos que hay que seguir si te toca la lotería, y el segundo era una recomendación de ocho cavas por menos de tres euros, que será la que casi todos vayamos a tener en cuenta, con el convencimiento de que no hay nada mejor que celebrar los éxitos de los demás con alcohol barato.

Aquí todos queremos que el Gordo caiga en Málaga, en eso estamos de acuerdo. En nuestra provincia somos afortunados y por eso se juega mucho, es normal que de vez en cuando toque algo cerca, pero no somos especialmente jugones con la Navidad. Dicen que gastamos unos 53 euros por habitante y en el norte se gastan mucho más. Leo con asombro que en la hermosa provincia de Soria dedican 232 euros a este menester. Aquí sabemos que no es recomendable apostar lo que no se tiene.

El primer motivo para comprar es la tradición, que es una forma social de instinto y que nos incita a hacer algunas cosas porque sí; actividades sociales como apostar, comer o acostarse con alguien. Luego se ve que, a la hora de comprar un décimo, pesa más la sospecha de que le va a tocar al otro que a ti, el miedo a ser el único pringado sin su participación. Así, hay que comprar la lotería de los compañeros de trabajo, si es que los hay, o del colegio de los niños, o de los sobrinos, o del bar de cabecera, o de la administración de la esquina, aunque ni por esas tiene que tocarte. Es el impuesto de los tontos, dicen los matemáticos, un gremio en el que abundan los pinchaglobos que no saben que lo que estamos comprando cuando adquirimos un décimo es ilusión. Bienvenidos, entonces, al día más decepcionante del año: todo va a seguir igual.

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