Dicen que las dificultades ayudan a madurar en la vida, también a hacer mejor arquitectura. En las obras modestas la limitación en el coste ayuda ... a encontrar el mejor resultado. La arquitectura popular es rica en soluciones para el aprovechamiento de la luz, del calor o de la sombra, desde la escasez, desde su limitación.
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Nunca dejará de asombrarme la maestría con que se establecen bancales para cultivar en ladera. Siempre ajustados en dimensión al terreno y a los medios de construir de los que se dispone. El simple bancal hace habitable cualquier resalte y además lo hace atractivo pues construye a la par límite y mirador.
La ciudad histórica siempre ha prosperado desde las condiciones que la limitan. Madrid nace fundada sobre dos colinas, El Alcázar y la Medina. El caserío se extiende desde la primera a lo largo de la calle Mayor, después por Alcalá. La otra queda condenada a arrabal hasta que llega la arquitectura del hierro. Hoy cruzar el puente que fue tendido entre ellas es sentirse pájaro sin despegar los pies de las aceras.
El viaducto de Madrid unió las dos colinas en un paseo corto y enriqueció el callejero de la ciudad. Al establecer una continuidad nueva arriba, generó nuevos caminos abajo-arriba a ambos lados de la calle Segovia poniendo en valor sus dos laderas. E introdujo desde su alto un paisaje urbano novedoso, tal es así que una de aquellas colinas fue rebautizada como barrio de las vistillas.
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Las montañas en contacto con lo urbano potencian el paisaje de la ciudad. Atenas tiene su Licabeto, Paris su Sacré Coeur y Barcelona su Tibidabo, corazones verdes en alto. Nosotros tenemos el bastión de Gibralfaro que dialoga con la Catedral, con el caserío a sus pies y hasta con los barcos.
Málaga en su crecimiento ha absorbido, entre otras, la colina del Ejido. Una montaña chata, con una gran plataforma en alto coronada por la universidad. El callejero que se extiende desde el centro histórico se disuelve al llegar a sus pies, un par de calles la rodean como sin atreverse a tocarla. El uso indiscutible educador de la cumbre llana no quita para que la ciudad deba preguntarse si tiene sentido mantener en su centro intocable esa barrera geográfica. Si no debiera beneficiarse de su dimensión y potencia.
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Toda elevación geográfica es un diamante en bruto a nivel urbano. Arriba, cabe espacio para recrear horizontes. Abajo, para reparar relaciones entre barrios marginados, atando calles, restableciendo continuidades. En medio caben espacios posibles para cosas que la ciudad necesita y no precisan del cielo abierto: aparcamientos, espacios para el transporte, equipamientos de barrio…En medio queda el corazón del diamante. Málaga tiene un corazón en la montaña de El Ejido, un diamante en bruto, un corazón dormido de valor insospechado, solo asequible e imaginable desde la valentía urbana.
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