Entre la alegría y la esperanza
El día de hoy, lunes 17 de diciembre, cabalga entre la alegría y la esperanza. Ayer, el tiempo litúrgico del Adviento regaló el domingo de ... la alegría; tradicionalmente el tercer domingo del tiempo de Adviento celebra la liturgia católica el Domingo Gaudete. Por otra parte, mañana martes se celebra el día de la esperanza. Con la llegada del 18 de diciembre comienzan las llamadas antífonas de la O; expresiones de exclamación, veneración y alegría dirigidas a la madre de Cristo, antífonas que se prolongan hasta el 23 de diciembre. Quizá por eso y por muchas cosas más cabalgamos durante esta jornada entre la alegría y la esperanza. ¿Cambiaría la vida si la viviéramos con más alegría y esperanza? Indudablemente, sí. La alegría y la esperanza son motores de cambio.
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Con alegría se puede vivir, más allá de los problemas con los que la vida escupa a la cara. Sin embargo, la pérdida de sentido de la vida, la falta de fe en Dios o la ausencia de equilibrio emocional empotran a mucha gente contra una crudeza extraña y desconocida por lo que de natural tiene la vida. La vida, además de sufrimiento, es también, y sobre todo, alegría. Conviene recordarlo. Una alegría purificada, limpia y clara íntimamente unida a la prueba. Quizá por eso, cuando la alegría nos toma por sorpresa parece que fuera parte de nuestra naturaleza porque responde a la lógica de la existencia: ella está y sólo se trata de reconocerla y hacerla nuestra. Y es que es así. La alegría es don necesario de cultivar y cuidar. Es fruto de un espíritu limpio y una vida de cierto equilibrio.
En este sentido, la alegría se toma de la mano de la esperanza; virtud donde las haya. La esperanza es necesaria para vivir y sobrevivir en esta jungla en la que convertimos el mundo a diario. Quien cultiva la esperanza viaja en una primavera continua; aunque se enfrentara a todo un ejército, no temerá su corazón. ¿No es exageradamente entusiasta esta afirmación? No, rotundamente, no. Porque quien cultiva y vive en esperanza y la conserva de manera firme e inquebrantable experimenta solidez y descanso en la vida: a pesar de los pesares sabe esperar pacientemente, para que pueda cumplirse lo esperado. Sin prisa, ni precipitaciones, danto tiempo al tiempo. Confiando en un futuro bueno. Como cuando esperamos la llegada de la primavera tras el desapacible invierno.
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