EL ALFÉIZAR

Insensibilidad

Rafael J. Pérez

Lunes, 8 de mayo 2017, 07:57

Afirmaba Bécquer que la soledad es el imperio de la conciencia. Cuando la vida nos separa de nosotros mismos descubrimos qué valor damos a la ... vida, qué respeto ofrecemos a los muertos. Fue eso, nada más. Un puñado de minutos que retrataron de qué vamos.

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Luis ha fallecido. En la calle. Vivía en la calle. Aunque la vida continuamente le derribaba prefirió vivir su propia historia. Era conocido en la plaza y en los bares que utilizaba como aseo. Dormía en bancos de piedra y frecuentaba recónditos lugares alejados de la mirada pública. Espacios que utilizaba para tener privacidad. Prefirió vivir en la calle renunciando a la ayuda municipal y de Cáritas parroquial.

En Málaga y provincia hay tres bases del 061. Las urgencias se atienden desde los centros de salud con servicio de 24 horas, tienen dispositivo de cuidados críticos y urgencias. No llegaron a tiempo. Fueron unos treinta y cinco minutos de espera donde quienes de manera improvisada lo atendían no sabían si vivía o no. Se buscaron médicos en un evento cercano. Dos doctoras afirmaban que había muerto. Cayó desplomado entre las mesas de un bar. El primer momento de auxilio vino de quien lo conocía: entre zarandeos buscaba la mejor posición para el cuerpo inerte que intentó reanimar sin éxito.

Luis murió tirado en la calle. Rodeado de gente que hizo lo que pudo y de otra que aparentemente ajena a la situación seguía en su particular universo comiendo, riendo y bebiendo mientras el cadáver de esta persona yacía justo al lado.

Luis vivía en la calle. La calle era su hogar. Y la calle fue su último adiós. La calle le mostró de nuevo su lado más solidario e insensible a la vez. El comportamiento de quienes presenciaron su muerte es reflejo de la sociedad en que vivimos: descubres de pronto que la soledad es mirar a unos ojos que no te miran. Quizá no haya más que sentarse en cualquier esquina y esperar que suceda un acontecimiento cotidiano que refleje, como si se tratase de un espejo, las actitudes que laten en nuestro corazón. Para descubrir una sociedad en la que peligrosamente se acentúa la insensibilidad. La humanidad corre peligro. No podemos remar en contra de nosotros mismos. Eso transforma la vida en un infierno. El hombre y la mujer crecen en la medida que crece su sensibilidad y cercanía ante su prójimo.

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