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ABOGANDO

BARRER PARA DENTRO

NIELSON SÁNCHEZ-STEWART

Miércoles, 29 de marzo 2017, 08:31

UNO de los mejores consejos que he recibido en mi vida, si no el mejor, fue éste: hay que barrer para dentro. He recibido muchos consejos, más he dado yo, con resultados dispares. Evidentemente, no estaba referido al aseo o a la limpieza, que también porque resulta bien poco efectivo el limitarse a repartir el polvo o a diseminar las hojas especialmente cuando se pasa junto al personal. Antes, era automática la paralización de la actividad cuando se coincidía con un transeúnte, pero ahora, entre los descensos de los niveles de educación, a pesar de las oposiciones, y el aumento de paseantes, se sigue como cualquier cosa sin importar que se lleve el que transita la mugre en los pantalones: problema suyo, no haber pasado por ahí. Por suerte, aún se detiene el chorro de la manguera con las que se mojan, no diré que se limpian, las calles cuando el riesgo de salpicar al peatón es inminente. Es que no sólo saldrías empapado, resultarías malherido por la fuerza de la eyección.

La expresión, por lo menos como yo la entendí, no es sinónima a barrer para casa. En esta última hay un componente de egoísmo y de despreocupación hacia los demás. Algo así como el gongorino ándeme yo caliente y ríase la gente, el beneficio propio a cualquier costa. El "American first" pero a nivel doméstico. En cambio, en la mía, el significado no tiene esa carga de codicia, avidez, ni siquiera individualismo. Es una invitación a aprovechar tus propias oportunidades y actuar en consecuencia, sin despreciar nada de lo bueno que te asiste. Yo había ido a pedir trabajo, era jovencito entonces, a un personaje importantísimo con el que tenía una relación familiar. No me lo proporcionó, pero me instó a que aprovechase las condiciones que yo ya había logrado, singularmente, otra asesoría en la que no estaba a gusto pero que podía optimizar como lo hice.

Estas reflexiones me vienen a la cabeza cuando observo la más que evidente disimilitud entre la actuación de los partidos políticos en el espectro nacional y la de, al menos, una de las formaciones en nuestro ámbito local. Estamos presenciando un auténtico pugilato entre el gobierno, condenado a la minoría, al diálogo, parece que entre sordos, y a la cintura, por una parte y a la difusa oposición de formación algo plástica porque no se sabe a ciencia cierta quiénes la componen. Da lo mismo que el llamado pueblo, ciudadanía queda mejor, se beneficie o se perjudique con el resultado de la contienda, lo importante es lo que hoy se llama postureo, termino aceptado ya por la Academia para definir lo que es aparentar una posición o una idiosincrasia que no es efectivamente la propia. Hay unos señores que emiten unas ideas algo originales pero que no utilizan sus medios para llevarlas a la práctica si es que eso es lo que de verdad pretenden hacer. Derogar, eliminar, hacer desaparecer, pero sin la formulación de alternativas. Debo ser miope -en realidad padezco de lo contrario, hipermetropía, lo que no significa que vea más que mis paisanos- pero no percibo que avancemos gracias a la privilegiada situación en la que unos pocos se encuentran y que podrían inclinar la balanza hacia la realización de sus ideas.

En cambio, entre nosotros hay una asociación política, este término me trae a la memoria al primer presidente de la monarquía, que sabe lo que tiene que hacer y cómo conseguir cosas para su localidad. Aquella mejora a ojos vista, el tráfico, el acerado, la jardinería, un paso elevado que permitirá restañar la cicatriz perenne que es la carretera nacional a su paso por la barriada ¿o debo decir ciudad? que la divide tradicionalmente en sur y norte. Una buena parte de los escasos recursos, encorsetados por el techo de gastos del que se quejaba el alcalde se están yendo hacia el poniente y está muy bien porque aquello también es Marbella, a pesar de los independentistas que de todo hay. Estoy seguro que, a diferencia de los mayores, su participación en el frágil gobierno está siendo efectiva. A los políticos se les paga para que nos representen y, por eso, consigan cosas que nos beneficien y no para que compitan en el concurso de quién es más guapo o quien encarna al macho alfa.

¡La Opción al poder! ¡Al Consejo de Ministros!

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