Hay algo inmenso en los mítines que se celebran en la calle porque en ellos se mezclan militantes e incondicionales del partido con la gente ... que pasaba por allí, y esa mezcla de géneros provoca fricciones que son el reflejo mismo de un país tenso y dividido. Ocurrió anoche en el mitin que celebró el PP en la mitad de la calle Alcazabilla con la Aduana de fondo, que será uno de los pocos elementos arquitectónicos capaces de evocar algo de Rajoy en la ciudad.
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La calle fue el escenario idóneo para homenajear a eso que viene llamándose la gente normal y que es la gente que les vota a ellos, porque en política y en la vida misma los raros siempre son los otros. También hubo tiempo para ese hit en los mítines del PP que es cuando se habla de la unidad nacional o de la bandera, de la España útil, la que madruga, la España que adora Julio Iglesias o la España que queremos para nuestros cuñados, que también siempre son los demás hasta que descubrimos que para ellos los cuñados somos nosotros. Rajoy, hombre tranquilo y normal, humaniza el cambio que promulga el PP y que es tan frugal que peca de inexistente, tal y como pudieron comprobar, por lo del pecado, unos seguidores que vitoreaban desde los balcones de la cofradía del Sepulcro y que parecían capaces en cualquier momento de cantarle a Rajoy una saeta.
No hay que ser el gran lince de los gestos para darse cuenta de que en el PP se aproxima un cambio más radical que el quieren para España. Elías Bendodo y Moreno Bonilla, que mutan hacia convertirse en una misma persona, evitaron en todo momento citar a De la Torre, algo que sí hizo Rajoy en varias ocasiones porque es listo o porque sabe que ellos, Bendodo y Bonilla, hubieran preferido como candidato alguien tipo Cristina Cifuentes. Cuando todo se acabó y ya retumbaba en el Teatro Romano el himno del PP a ritmo de merengue, el alcalde agarró a Rajoy para que ambos hicieran lo que mejor se les da, que es saludar a la gente. Pero entonces, en las distancias cortas, descubrimos que todos somos un poco raros. Y todo el discurso normal se derrumba.
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