EL ALFÉIZAR

Más solos. Más viejos

Rafael J. Pérez

Martes, 7 de junio 2016, 10:03

Los cambios demográficos que la sociedad ha experimentado en las últimas décadas se evidencian en los hogares malagueños. El envejecimiento en la población es mayor. ... Y la falta de niños y niñas se nota en los cada vez más reducidos núcleos familiares. Uno de cada cuatro hogares que conforman la provincia de Málaga es unipersonal. A esta circunstancia ha contribuido especialmente el aumento de la esperanza de vida. De hecho, el 40% de las personas que viven solas en nuestra provincia son mayores de 65 años. Y los datos van en aumento. Cada vez somos más viejos y cada vez estamos más solos.

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Aunque el aullido de la soledad no necesariamente viene unido al vivir solo, sí es cierto que a la hora de envejecer o en determinadas sicologías se nota especialmente. Precisamente por eso es bueno ser consciente de que cualquier persona puede experimentar de la noche a la mañana el zarpazo de la soledad. Incluso estando acompañada. ¡Ay la llamada soledad acompañada! Vivir la soledad supone experimentar el claroscuro de la misma vida. Entra y sale de nosotros sin avisar. Hasta dejarte o instalarse sin saber exactamente cómo. Extraña e inevitable compañera de viaje, la soledad. Soledad es vivir sumergido en medio de rosas y caerte lágrimas. Es hablar una y otra vez pero quedarte sin palabras válidas. Es dialogar con los amigos y, en ese mismo instante, sentirte lejano, ausente, desdibujado.

La soledad emerge triunfante cuando te descubres a solas contigo mismo. Sin apoyo material ni afectivo alguno. Y no puedes evitar el enfrentamiento con la vida desde esa especie de nada que invade. Como si fueras el único habitante del planeta: ni sabes qué hacer contigo, ni sabes qué hacer con el planeta. ¿Qué se hace en esos momentos? ¿Huir? Nada de eso. En ese vacío, casi vaciamiento de uno mismo, suceden experiencias de muchos quilates.

Es la soledad sonora cantada y contada por San Juan de la Cruz, gran poeta y místico. Pocas experiencias tan sublimes como la de la dramática soledad. Es una experiencia interior límite y a su vez necesaria. Pero cuidado, la soledad es una cosa y construir el mundo al margen del mundo es otra cosa bien distinta. Saber estar en soledad es un don, pero alimentar rarezas es grave error. Precisamente por eso, en nombre de las leyes de la vida, conviene evitar ser un personaje solitario.

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