Ha llegado la Semana Santa a Málaga. Y a su provincia. Se celebra en las calles y en los templos. En la ciudad y en ... los pueblos. De las múltiples celebraciones y eventos previstos para estos días una celebración mañana emerge con sello propio. Por significativa. Y desconocida para algunos. El Miércoles Santo la catedral malagueña acoge la celebración de la misa crismal. Una eucaristía en la que los presbíteros y diáconos de la diócesis malacitana renovarán sus promesas. Algo que actualiza el compromiso de estos hombres que sienten la llamada de Dios para una tarea muy específica.
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Salvando las relativas distancias, el cofrade también ha sentido una llamada concreta para desarrollar su fe cristiana. Y en este sentido, no es un cristiano de segunda, como ningún bautizado lo es. Ahora bien, su adhesión a Jesucristo y coherencia de vida evidencian de qué palo va. Desgraciadamente en todos los sitios cuecen habas. Y con cierta frecuencia la vida de algunos es susceptible de sensibles mejoras. ¿Cómo se puede garantizar una buena vida de fe? Favoreciendo la experiencia de Dios. Especialmente en esta Semana Santa. De esta manera prevalecen los criterios del Evangelio.
Ningún cristiano debería tomar una decisión sin antes haberla consultado en la oración. Muchas de las fallas que experimenta la vivencia cristiana de la Semana Santa en Málaga se debe a que la oración se desplazó de la vida. El hombre y mujer de fe olvida en ocasiones que el criterio de discernimiento encuentra su razón de ser en la meditación de los acontecimientos centrales de la Redención: el núcleo esencial de la fe cristiana. La pasión, muerte y resurrección de Cristo no es caduca. Tiene plena vigencia. E implicaciones intensas. Hasta el punto que orienta decididamente la vida propia y ajena. Otra cosa es que no se desee ser conquistado por el amor. Y sin embargo es precioso dejarse conquistar como creyente por el amor. De hecho, es el amor el camino que conduce a Dios. También al agnóstico. Podríamos decir que el amor auténtico es el sustituto de Dios para un agnóstico o un ateo. De ahí que ahora se entienda que el mandamiento nuevo que el Nazareno propusiera es que nos amáramos unos a otros como él ha amado: entregando la vida por puro amor. Un amor que es capaz de capacitar al hombre para la experiencia con Dios y hacerle libre.
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