Es inevitable relacionar el debate general que el Parlamento andaluz celebró ayer tarde con el de investidura que se llevaba a cabo en el Congreso ... de los Diputados. Es más, en los pasillos o el café se hablaba más de aquello que de esto. Las comparaciones no son odiosas, sino inevitables y, en este caso, probablemente intencionadas. Es cierto que la Junta convocó primero, si bien el calendario que manejara Patxi López, presidente de las Cortes, lo maliciaba cualquiera y el Gobierno andaluz podía mover la cita a hoy mismo, sin ir más lejos, que hay sesión de control. Aunque fuentes parlamentarias dicen que quedan pocas jornadas libres, porque empieza la comisión de investigación de los cursos y viene la Semana Santa y la Feria (vaya con sus señorías), no parece aventurado conjeturar que la coincidencia ha sido a posta, obstinada.
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Desde los despachos parlamentarios se contaba con que el debate andaluz sólo coincidiría con las intervenciones de los minoritarios en la investidura de Pedro Sánchez y no restaría atención al discurso de los grupos políticos en Sevilla, pero el hecho es que los andaluces, los destinatarios de las voces y los ecos del Hospital de las Cinco Llagas, llegaron a las cuatro de la tarde haítos de rifirrafe, hasta con un síndrome de ansiedad después de seguir la hora y media del candidato a presidente del Gobierno de la nación, el martes, y la intensísima mañana de ayer, con las réplicas, dúplicas y alusiones más la resaca de tertulias, tuits e informativos. Igual Susana Díaz quería justificar con pruebas su comentada ausencia del pleno de la Carrera de San Jerónimo, quizá quería hacer visible que ella tiene tarea aquí «centrada en Andalucía»- y por lo tanto ya no juega las grandes ligas. De paso le daba ocasión de exhibir que ella aquí gobierna, que tiene un pacto estable, los presupuestos aprobados, y un poderío del que no goza su secretario general.
Por todo ello, por comparación o por saturación, porque no tenía ningún misterio, ni votaciones finales siquiera, el debate general andaluz resultó como de segunda división y no pudo competir, en intensidad, en interés, en trascendencia, con el de Madrid.
Lo que sí quedó muy claro es que en Sevilla están contentos con Ferraz, que Susana ha enterrado el hacha de guerra con Pedro, no se sabe por cuánto tiempo, y que hay aprobación a la intervención del secretario general en el Congreso. No sólo por lo que ha tenido que aguantar, en especial de Podemos, sino por la construcción de un relato que podrá utilizar y rentabilizar en unas hipotéticas generales. Es más, se piensa que ese discurso de «la pinza» en Madrid les beneficia aquí.
El debate en sí es una construcción suplementaria, añadida al Estado de la Comunidad anual y fue inventado por Susana Díaz cuando llegó a la presidencia dentro de su paquete de medidas de transparencia. Por ello, ya de por sí, la cita de ayer era poco más que una sesión de control añadida a las de cada quincena y así se vio en las intervenciones. La presidenta se esforzó en poner en calendario una batería de leyes y medidas, en su mayoría ya conocidas, que buscan evidenciar que está en la gestión frente a tantas críticas como se le hacen, y también que tiene voluntad de llevar «la voz» de Andalucía donde haga falta.
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La fecha ha sido desafortunada también porque ha coincidido con la cifra del paro de febrero y eso ha dado pie al PP-A, en especial, para poner el dedo en la llaga. A las estadísticas se las pueda torturar hasta que canten lo que uno quiera, pero en esta ocasión se acumulan los datos como para impedir mirar para otro lado: Andalucía sufrió el pasado mes la mayor subida de parados inscritos en oficinas de empleo, 16.265 más, un aumento porcentual del 1,67% respecto a enero, también la mayor de España. Casi un millón, de nuevo.
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