Todo verano tiene un prólogo, un principio, una apertura de telón brillante. Lo tiene el día con el desayuno con SUR, con mi SUR, y ... con la columna leída de Alcántara en el Farid cuando me sirve esos cafés 'espabiladores' que creo que aprendió a hacer en la Legión.
Publicidad
Digo que igual que el día tiene un comienzo luminoso con Alcántara, lo mismo el verano -este verano en Málaga- principia brillante con las palabras del maestro en su premio de poesía. Hace fin de junio y hace poesía; no suele caer terral en estos primeros balbuceos del verano. Y gusta, gusta abrazar al gran patrón del columnismo en este premio que para mí tiene algo de reconocimiento a un año de 'duro bregar' (Unamuno). Porque a Alcántara lo leo en las heladas mañanas de Castilla (tierra del gran Carlos Aganzo y del joven Guille Garabito), y entonces el día ya como que tiene calor y sentido.
Es la fiesta de solsticio. Llegué en bicicleta y me reencontré con los amigos de siempre: con los amigos de esta casa mía de SUR, con los amigos de la poesía. Y vi al maestro que me recibió con un abrazo sincero. La literatura es un oficio, por lo general, de bestias pardas y de hienas que te niegan el pan, la sal y el saludo; pero Manuel Alcántara es la bendita excepción. Alcántara tiene, y se ha dicho aquí, una bonhomía que le acerca a su Machado; pero es un Machado del tiempo de hoy, con energía, y calle, y presente y teléfono. Para mí siempre que pienso en Manuel Alcántara tengo en el imaginario un atardecer rojo en la Bahía, o en los cenadores de La Concepción, o en una balconada de Gibralfaro que casi lame el mar.
El premio Alcántara de poesía es asimismo el reencuentro de la ciudad con la poesía. Es cierto que la creación es más creación bajo este cielo y bajo este clima, y que siempre es más poesía en verano, cuando los jazmines perfuman una vocación que creímos equivocada. Manuel Alcántara está siempre ahí, en las puertas del verano, para susurrar que el Hombre sólo es Hombre cuando construye su vida a partir de la palabra, de la bonhomía, de la verdad del verso.
Publicidad
Manuel Alcántara y su premio dotan a esta ciudad de una perspectiva que se renueva. De un hálito de sublimidad que sobrevuela los debates de 'la noria', el neocapillismo, las ocurrencias de concejales tuiteros, de delegados obsesivos.
El premio Manuel Alcántara de poesía se eleva sobre esa pátina mediocre que a veces contamina la ciudad y nos da una luz nueva, una mirada distinta de esta ciudad a la que siguen cantando los juglares.
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión