Dentro de tres días será 1 de mayo. El calendario litúrgico católico centrará su atención en la figura del padre adoptivo de Jesús de Nazaret, ... José. Y lo contemplará en su vertiente de artesano, de obrero. El primero de mayo se celebra también el día del trabajador. Una jornada en la que previsiblemente se sucederán actos a favor de los trabajadores. Donde lloverán declaraciones de líderes políticos y sindicales entorno a la problemática laboral. Unas con mayor acierto de diagnóstico que otras. Previsiblemente con intencionalidades diferentes. Al menos en lo que a enfoque político se refiera.
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Como cada año, el primero de mayo vendrá marcado por la reflexión sobre el mundo del trabajo. Un trabajo que falta a muchos malagueños. Personas que están en desempleo desde hace demasiado tiempo. Personas que tienen a todos los miembros de su hogar en paro. Personas que sobreviven como pueden agarrados, a tenor de los datos, a la economía sumergida. En definitiva, hombres y mujeres que no tienen acceso a un derecho básico.
Desgraciadamente el mundo del trabajo no pasa en España por su mejor momento. Al menos en lo que a cifras de desempleo y condiciones laborales se refiere. Con un «esto es lo que hay» se soluciona de manera recurrente las demandas del colectivo de trabajadores. Claman al cielo los bajos salarios o la inestabilidad laboral. ¿Quién los defiende? ¿Los sindicatos que pueden llegar a estar maniatados por intereses políticos o económicos? ¿La patronal que busca conseguir el mayor rendimiento a la actividad de los trabajadores? ¿El Gobierno autonómico o nacional que sigue con la patata caliente de los millones de parados que tenemos? Quizá por eso las manifestaciones del 1 de Mayo hayan perdido poder de convocatoria. Casi más fuerza se tiene hoy desde un dispositivo móvil.
Más de 100.000 personas viven en Málaga capital bajo el umbral de la pobreza. Es una cifra para echarse a temblar. Remite, especialmente, a la vida de niños, jóvenes y mujeres. E inmigrantes. Quienes podrían acceder a un trabajo tienen serias dificultades para poder hacerlo. Y cuando lo hacen, es a base de interminables jornadas, bajos salarios o mentiras salariales. En este contexto es urgente recuperar la idea de que el hombre es el autor, centro y fin de toda la vida económica y social. Y no al revés. Es fundamental favorecer políticas laborales que sean justas y dignas que permitan vivir bien.
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