Alcaldes

Hete aquí los alcaldes de buena parte de los ciento tres municipios que componen la provincia de Málaga, cuyos quehaceres diarios en sus aldeas, en sus villas, en sus poblados, especialmente aquellos que se esconden en el interior de la geografía malagueña, difícilmente trascienden del perímetro que rodea a su circunscripción.

Trabajan de forma silenciosa y ordenada, constante y entregada, con el objetivo de mejorar la calidad de vida de sus habitantes, en muchos casos con escasas posibilidades y recursos para propiciar esos servicios básicos que contribuyan a la consecución de ese anhelo. No tienen horarios ni se abstraen del cargo para el que han sido elegidos, porque desarrollan la más exclusiva de las dedicaciones, que les hace someterse a las inquietudes o reivindicaciones de sus vecinos a cualquier hora del día, en cualquier momento de la semana.

Asisten además de forma continuada a la ingrata e impotente sensación de tener que decir adiós a las nuevas generaciones que se ven obligadas a hacer maletas y dejar atrás sus raíces para buscar un futuro mejor, porque son escasas o nulas las posibilidades de realizarse profesionalmente en su núcleo poblacional o en su entorno más inmediato.

Sus emolumentos son en algunos casos testimoniales, en modo alguno acordes al compromiso que adquieren y desarrollan a lo largo del mandato que detentan, y su contacto con el 'exterior' se limita en muchos casos a atender disciplinadamente las llamadas del partido al que representan para rendir cuentas de esa abnegada gestión en los órganos configurados para tal fin cuando son convocados.

Los alcaldes de las grandes ciudades y escaparates de esta provincia, así como los que con esa aspiración concurren a las elecciones municipales del próximo 24 de mayo, lucen estos días su mejor cara, y exhiben grandilocuentes promesas y compromisos con los que intentan seducir y convencer a sus conciudadanos. Pero no todos tienen las mismas oportunidades para salir a la palestra y reivindicar su gestión o los postulados con los que conquistar a los electores. Pero sí merecen igual o más reconocimiento y admiración que quienes acostumbran a asomar día a día en nuestras vidas.