Quince intensos días. Es el periodo en el que se desarrolla una campaña electoral, el lapso de tiempo en el que los candidatos que concurren ... a unas elecciones pueden pedir abiertamente y sin tapujos ni complejos el voto para su opción política. Aunque pueden ser dos semanas en las que el común de los mortales apenas reciba inputs al respecto, la clase política y los medios de comunicación protagonizan un bombardeo continuo de imágenes, anuncios, y ríos de tinta que plasman compromisos que supuestamente habrán de llevar a la practica si reciben el respaldo de la ciudadanía. La cita del 22M en Andalucía ha generado unas expectativas sin precedentes por las circunstancias que la rodean, a partir de lo extraordinario de la convocatoria, adelantada un año por obra y gracia de la presidenta andaluza, Susana Díaz. Más de una decena de partidos aspiran a abrirse hueco en un sistema en el que hasta ahora han dominado los partidos mayoritarios, tradicionales, mentalizados ya de que habrán de dar la bienvenida a otras opciones que consolidarán un arco parlamentario ampliamente fragmentado, a tenor de las expectativas.
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En esa carrera por obtener escaño cada minuto es oro y cada paso forman parte de una liturgia en la que las herramientas utilizadas por uno y otro son los que siempre han existido, aunque a ese formato clásico se suma el empuje de instrumentos como las nuevas tecnologías y en particular las redes sociales, con una influencia incuestionable. Mítines, debates, visitas, que pretenden no solo cerrar filas en torno al candidato en cuestión sino seducir a los célebres indecisos que en esta ocasión representan un volumen importante de potenciales electores. Con la mirada puesta en ellos, los candidatos se muestran como ciudadanos de carne y hueso, sonríen, prometen, simulan estar al corriente de sus problemas e inquietudes, y , mientras sus asesores se encomiendan a todo lo encomendable para que no cometan el más mínimo desliz. Y es que corren el riesgo de aburrirse de argumentarios oficiales, de repetir los mismos eslóganes un día tras otro y, en definitiva, sucumbir al ataque al contrincante no con mensajes que deriven de sus propuestas electorales y programáticas sino con ataques que traspasan el ámbito público y se meten de lleno en el ámbito personal. Lo que viene siendo juego sucio que, esperemos en este campaña, -aunque no parece que vaya a suceder-, brille por su ausencia.
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