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BORJA GUTIÉRREZ
Jueves, 10 de mayo 2018, 00:15
Antonio Pampliega (Madrid, 1982) se transforma cuando se pone serio. Su tono pretende ser didáctico pero tarda poco en dar notas de mucha rabia contenida. Usa frases cortas, limpias y certeras. Su relato roba el aliento de la sala, callada como nunca. Aunque más bien era pánico, sobrecogimiento. Así fue la última ponencia de un ciclo de conferencias enmarcado en el programa especial por los 25 años de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Málaga.
Pampliega es un reconocido periodista de guerra, y superviviente de un secuestro de 299 días en Siria. Pero de eso no quiere hablar: «Para eso está mi libro», zanja. 'En la oscuridad' alcanza su séptima edición. Muchos lo traen para que se lo firmen. Ahora, busca narrar otros conflictos en su programa de televisión 'Pasaporte Pampliega', que estrena temporada en Cuatro. Viene a hablar de la guerra.
«No puedo traer una guerra pero os pongo imágenes»; tiene trampa. En el primer vídeo, unos combatientes civiles preparan una catapulta casera, ríen las que explotan en campo contrario. A uno de ellos le explota una granada en la mano y no se mueve. «Estos son tontos del culo, esto no es la guerra», advierte Pampliega e introduce otro montaje: «Ya sois mayorcitos». Esa era la guerra. El sufrimiento de las víctimas, los hospitales repletos de heridos, sangre en el remolque de las camionetas, huesos quebrados. Niños, mujeres, jóvenes.
Las secuencias son muy fuertes y las ha grabado el mismo Pampliega. «Creemos que sabemos lo que es la guerra y no tenemos ni puta idea», mientras matiza que estas imágenes son solo para estudiantes y profesionales del periodismo. «Esa guerra nos robó la inocencia. Si me preguntan que es lo que más me impactó no sé que decir», continúa en su monólogo.
¿Cuanto vale arriesgarte a que te decapiten por informar? Pampliega muestra una foto con el varios premios Pulitzer y el periodista James Foley, «su familia». A este último el ISIS le cortó la cabeza delante de una cámara. Obviamente, no está pagado. «Y aún así, vamos», repite en varias ocasciones. «Al principio quería ser como Pérez Reverte, pero luego te das cuenta que no lo haces ni por prestigio ni por pasta, lo haces por las víctimas (como Siria, Yemen o Somalia), para que se sepa», continúa.
Aunque sería menos arriesgado si tuvieran más dinero. «Me secuestraron porque no me podía pagar una seguridad», parece que se le escapa. «Cuando empecé se pagaba a 500 euros una doble página, ahora son 35; muchos no podríamos sino fuera por los medios extranjeros, en España ni se lo plantean», sentencia. La consecuencia, la influencia de la prensa vale cero. Ya no son capaces de parar una masacre con una foto como se hizo en Vietnam.
La decadencia de la información y la malversación crea confusión. «La sociedad no quiere pensar y compra dogmas», piensa Pampliega. «No somos un pais racista, somos clasistas. Se vende que los que vienen en patera son terroristas y culpan a los rescatadores (Open Arms)», continúa. «Por eso hay que ir», es una coletilla.
«Los terroristas están aquí (refiriéndose a Europa)» y explica que quién le rebanó la yugular a su compañero era un chico de Manchester. «Los atentados que han sucedido (en París o Barcelona) se han aprendido en tutoriales que están en internet», muestra uno... Y compara la producción de los vídeos de ISIS con los que hacián Al Qaeda con Bin Laden o sin ir más lejos ETA. Las del EI son superproducciones de Hollywood.
No son dos mundos paralelos, son dos mundos conectados. Todo está conectado. En los campos de Afganistan se cría el opio con el que se hace la heroína que llega a los barrios marginales de España. «Para que haya un primer mundo tiene que haber un tercero. No renunciamos a nuestro modo de vida y por eso vamos al Congo y creamos una Guerra, para que los materiales como el coltán (se utiliza para hacer los móviles más finos), no suban de precio», detalla historia tras historia.
Lo particular es el mecanismo periodístico que utiliza para poner nombres y apellidos a los números de muertos. Como a los 40.000 niños abandonados en el Congo, fruto de las sistemáticas violaciones que sufren las mujeres, destinadas a ser refugiadas internas en su país. «Los niños son los mejores soldados porque no cuestionan órdenes; la primera prueba para hacerlos inmunes es obligarles a matar a su padre».
Pampliega parece una fuente infinita de injusticias humanitarias. Entre tantos datos concretos, el periodista, que parafraseando a Enrique Meneses dice que su trabajo es «joder el desayuno a la gente», deja algunos consejos para contemplar con perspectiva lo que nos rodea: «No compréis mensajes de otros» y para los estudiantes de periodismo: «No hace falta que vayáis a una guerra, solo buscar la verdad y dignificar la profesión».
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