El independentismo, en caída libre, llama a desobedecer las sentencias sobre el catalán
Unas 28.000 personas se manifiestan en Barcelona a favor de la secesión, según la Guardia Urbana
Nunca se sabrá si la meteorología ha sido el detonante definitivo o si ya las cifras iban a ser muy menores. Aunque al final no ... ha llovido, como se esperaba y en abundancia, la manifestación independentista de la Diada de Cataluña, el termómetro que toma la temperatura de cómo está el nacionalismo catalán, ha pinchado este jueves de manera clara y contundente y ha registrado cifras de años muy previos al 'procés'.
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Si el año pasado, participaron en Barcelona en torno a 60.000 personas, la presente edición no ha superado los 30.000 asistentes. En concreto, han acudido 28.000, según la Guardia Urbana. En Girona, el Ayuntamiento de la ciudad ha contabilizado 12.000. Y en Tortosa (Tarragona), la tercera sede de la protesta organizada este año por la ANC y Ómnium, apenas ha registrado 1.500 personas. Según la Asamblea, la participación ha rondado las 100.000 personas entre las tres ciudades.
La protesta, descentralizada en tres marchas, es una buena muestra de cómo se encuentra el secesionismo ocho años después del referéndum ilegal y de la proclamación unilateral de la república catalana: desmovilizado, dividido, desorientado, cabreado con los líderes políticos y en clara recesión. En los años álgidos del 'procés', hubo protestas de cientos de miles de personas.
La manifestación de la Diada se ha convertido en un acto tan rutinario para la propia parroquia nacionalista que ya no luce como antaño, cuando la gente que participaba tenía la sensación de que su asistencia servía para algo, pues la calle conseguía marcar la agenda de los partidos y del Govern. En la actualidad, las formaciones independentistas solo tienen margen de maniobra y capacidad de influencia como socios del Gobierno. El propio discurso del presidente de la ANC, Lluís Llach, ha estado a años luz de los de sus antecesores: se ha pasado de presionar al Govern para que siguiera adelante con el referéndum a instar, como ha hecho Llach, a la comunidad educativa y a las instituciones a desobedecer la sentencia del TSJC que cuestiona el modelo de escuela catalana.
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La realidad es la que es para el nacionalismo. El año pasado, perdió el Govern y la mayoría absoluta en el Parlament. Según el CEO, el CIS catalán, el 52% de la ciudadanía está en contra de la separación del resto de España, frente al 40% que está a favor. Hace menos de una década, los porcentajes eran a la inversa. El fracaso del 'procés', consumado el año pasado con la investidura del socialista Salvador Illa con el apoyo de Esquerra Republicana, ha abierto un cambio político en Cataluña, que de momento está liderando el PSC, cuyo discurso sobre la normalización de Cataluña ha recibido un aval en las cifras de asistencia de la manifestación.
El secesionismo mantiene una posición relevante, pero secundaria en el Parlamento catalán. Le queda Madrid, lo que desorienta al propio votante nacionalista, al que hasta hace bien poco se le decía que con los socialistas ni a la vuelta de la esquina. La escasa asistencia da oxígeno tanto a Junts como a ERC en sus relaciones con el Gobierno, pues no sienten la presión de una multitud exigiéndoles que rompan con Sánchez.
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Llach también ha llamado a la unidad de los partidos. «Los unos sin los otros no llegaremos a ningún lado», ha afirmado al final de la marcha, que ha partido de la estación de Francia, en Barcelona, y ha llegado hasta el inicio de la Rambla.
Y es que, no hay actor en el nacionalismo que no haya sufrido una dura guerra interna en los últimos tiempos: todas ellas se explican por la caída de apoyo electoral. ERC se partió hace un año, la CUP tuvo que «refundarse» hace unos meses y Junts, aunque se mantiene firme en torno a Puigdemont, está acusando pérdidas, como la de los exconsejeros Buch, Sàmper o Giró. En el plano civil, la guerra interna en la ANC también ha sido muy descarnada. No hay entidad o partido que en los últimos años haya sido una balsa de aceite. Gestionar la frustración entre sus electores, tras prometerles la luna, está siendo muy complicado para los partidos secesionistas y quien se está aprovechando de la situación es la extrema derecha de Aliança Catalana. La presencia de Sílvia Orriols, por primera vez, y la ausencia de Oriol Junqueras, abucheado en ediciones anteriores, es significativo de cómo está el ambiente en el nacionalismo.
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