El valor de las personas
Desde hace algunas semanas, el ajetreo diario me ha llevado a recorrer diversos hoteles españoles. Sin importar si tienen una, dos, tres, cuatro o cinco ... estrellas, he observado que, más allá del lujo y los brillos, hay personas detrás de la recepción, camareros tras las barras y cocineros en los showcookings de los bufés, muchas veces trabajando a un ritmo frenético. Estos trabajadores son fundamentales para que un establecimiento pueda abrir sus puertas.
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En cada viaje, he notado que, independientemente de la reputación en los ranking globales, si tratas bien a las personas, recibes lo mismo, a menudo en dosis multiplicadas y, lo que es más importante, sin esperar nada a cambio. Posiblemente, este sea un valor fundamental.
Son personas que convierten cualquier ocasión en una oportunidad para mostrar su compromiso con el cliente, aunque no siempre puedan ofrecer una solución inmediata. Estas acciones van mucho más allá de los manuales, guías o protocolos de atención al cliente marcados por las cadenas hoteleras.
Pero lo que realmente marca la diferencia es la predisposición a ayudar a los demás y encontrar satisfacción personal en ello. Aunque no siempre se logre contentar a todos los clientes, la dedicación diaria y el esfuerzo por dar lo mejor de uno mismo en cada jornada laboral es lo que realmente importa. Este compromiso trasciende de la obligación laboral y destaca la importancia de las personas que ponen rostro a la plantilla como los verdaderos protagonistas del negocio, sin importar el número de estrellas. Quiero reconocer y agradecer a esas personas que sonríen y se esfuerzan por hacer sonreír a los demás. Si todos buscamos lo mejor para el prójimo, seguramente estaremos construyendo un mundo mejor. Aún hay quienes se dedican a la satisfacción de cliente, y eso es reconfortante. ¿Será por eso que se incluye a la hostelería en el sector servicios? Sin duda.
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