Lechuguilla, vinagrera, verdolaga, quemón, ficoide glacial, colleja, diente de león, algazul y ortiga. A muchos, estos nombres podrían sonarles como una mezcla de especias, hortalizas ... o tubérculos. Sin embargo, nuestras abuelas reconocerían de inmediato su verdadera naturaleza: hierbas silvestres. Hoy en día, estas hierbas y plantas están más arraigadas al territorio y han encontrado un lugar destacado en la alta cocina. Lo tradicional se integra nuevamente en las cocinas vanguardistas, demostrando que estas hojas no solo tienen valor culinario, sino también medicinal. Recordemos esos baños de vapor con romero para aliviar los resfriados o las infusiones de limón y miel para calmar el dolor de garganta.
Publicidad
Según la FAO (Organización de las Naciones Unidad para la Alimentación y la Agricultura), han desaparecido tres de cada cuatro variedades agrícolas. Actualmente, nuestra dieta depende de solo una cuarta parte de las plantas comestibles que antes se consumían, lo cual representa una pérdida de biodiversidad sin precedentes.
En el pasado, las hojas de frutales, como las de mango –fruta reina de los climas templados–, se utilizaban para mucho más que solo abono. La pulpa del mango es digestiva y rica en hierro, potasio y calcio, mientras que las hojas y las flores de la planta ayudan a reducir la presión arterial y a tratar la diabetes.
Sin marcharnos de la Axarquía, encontramos la moringa, una planta originaria de la India cuyas hojas verdes son consideradas un superalimento. Tanto las hojas como las vainas y semillas poseen 90 nutrientes y 46 antioxidantes, además de ácidos grasos beneficiosos como Omega 3, 6 y 9. La calidad de estas hojas se refleja en su color, cuanto más verdes, mejor, ya que un secado lento ayuda a no perder sus propiedades.
Publicidad
La naturaleza nos regala mucho más que buenos alimentos. Es tiempo de saber identificarlos y sacarles provecho.
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión