En la pedrea cotidiana de piezas huecas para rellenar los minutos finales de los informativos de televisión, me ha tocado ya dos veces en cadenas ... distintas (una, TVE), la noticia de que hoy día sale más barato comprar la comida hecha que cocinar en casa. Ignoro si la idea de abordar el tema es propia o inspirada por alguna nota de prensa. Desde hace años es frecuente que la industria alimentaria nos seduzca con titulares noticiables para vendernos a continuación un producto.
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El caso es que el redactor o redactora construye la noticia de la siguiente manera: pregunta lo que valen unas albóndigas guisadas o una tortilla de patatas en un negocio de comida preparada, anota los ingredientes del plato sin atender a proporciones (¿cuántas tortillas se pueden hacer con un litro de aceite?) y los busca en el supermercado más cercano para terminar deduciendo que no merece la pena guisar en casa porque comprar un plato hecho cuesta equis y hacerlo en casa, equis más, por lo que, especialmente las familias con menos medios, deberían clausurar la cocina, y así además ahorrarán luz. Mientras el principal medio de masas difunde esos mensajes, tiene lugar la presentación en España del proyecto europeo Fairfood, (https://www.fairfoodproject.eu/index_es.php), que promueve la recuperación de la dieta mediterránea tradicional y la cultura alimentaria para mejorar la salud de la población y del medio ambiente. Su programa incluye compartir recetas y conceptos de nutrición, promover el abastecimiento de proximidad, etc.
La presentación se celebró en la Universidad de Málaga, y se podrá considerar un éxito que un pequeño porcentaje de alumnos, profesores, empresas y entidades civiles se impliquen en el reto. Sería deseable que esos mensajes y consejos pudieran llegar también a la gente a la que los telediarios aconsejan no cocinar. Ese pueblo llano al que debemos todas las recetas que hoy son nuestro patrimonio culinario. Elaboraciones que dignificaban productos humildes y permitían mantener la economía familiar. Aquel tesoro hoy ya no es suyo, sino de quien se lo pueda permitir. La aculturación es el último de los expolios.
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