Cinco minutos de rabia tras encajar el 0-1 le valieron al Albacete un punto y al Málaga le restaron dos. Fue una pena, porque ... el equipo local demostró los motivos de su clasificación, y el conjunto de La Rosaleda sus carencias, que se notaron en exceso en los fallos de numerosos centros que se fueron al limbo, especialmente en un primer tiempo horroroso de los dos contendientes.
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Cuando Jairo logró el gol malaguista tras el pase impreciso atrás de Manu Fuster, la verdad es que todos apostábamos por una victoria de los amarillos, color fetiche de los malaguistas que sin embargo no fue suficiente. Y es que los locales, tras encajar el tanto, se autoespolearon e hicieron lo único bueno que pudieron durante el encuentro. Cinco minutos nada más para un penalti a Ortuño y empate y otra clara ocasión del delantero blanquillo que no estuvo acertado ante un seguro Dani Barrios. A partir de ese momento, el Málaga llevó la batuta e hizo una aceptable fase, con claras oportunidades para conseguir la victoria y una polémica más, la del posible penalti a Joaquín que no fue revisado siquiera por el colegiado.
La entrada de Orlando Sá en la fase final dio mucha más mordiente a los malaguistas, pero, repito, el problema de los centros por parte de los carrileros, Ismael y Cristo, fue una rémora, porque no es que no llegaran en buenas condiciones, sino que se marchaban todos, uno tras otro, al garete. Daba igual, porque el Albacete, tras el arreón que le valió el gol, se había desinflado por completo, y era casi imposible que el Málaga no ganara. Pero no, no ganó. Una pena porque más que lograr un punto se perdieron dos, y una buena oportunidad de volver a mirar hacia arriba, aunque sea sólo por el hecho de ilusionar a una afición que está loca por tener motivos para ello.
El Málaga pudo y debió haber ganado, pero entre las bajas y las limitaciones económicas nos tenemos que aguantar. Así está la cosa.
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