Futu, una joven 'veterana' con mucha garra

Futu respira fútbol desde que nació. Recuerda con cariño que a los 6 años ya formaba parte de un equipo de niños en frente de su casa, en La Virreina, nada menos que enfrente del campo del 26 de febrero. «Yo era capitana siendo la única niña, porque a garra no me gana nadie; era así desde pequeña ya», explica con contundencia. Es una jugadora peculiar, muy activa tanto fuera como dentro del campo, puro nervio, rápida y con mucha pegada. Como muestra, los dos goles que anotó en la última jornada y que dieron el triunfo al equipo. Una victoria especial, que supuso el ascenso matemático del Málaga femenino de Ayala a la nueva Segunda RFEF (tercera categoría todavía). Tanto la delantera como el vestuario, lo celebró con una energía especial, pese al agridulce sabor de no poder ascender a Segunda por una reestructuración. «Sí que teníamos la ilusión de quedar líderes de grupo y subir a Segunda, pero bueno, se está creando un proyecto para construir muchas más cosas y al fin y al cabo hemos conseguido un ascenso. Ahora queremos el título de Liga», asegura.

Inyección de moral

Es la inyección de moral que necesitaba un proyecto como este, mermado por la economía del club y la marcha de jugadoras tras el descenso de su año más aciago: «Fue el peor del mundo, una agonía». Sin embargo, pronunció una frase acto seguido que cualquier deportista debería grabarse a fuego si quiere renacer: «Los fantasmas del año pasado han desaparecido gracias a este año». Está volviendo a disfrutar de un deporte que nunca le ha puesto las cosas fáciles. Su garra y su pasión por el fútbol es tal que, aun habiendo permanecido (años atrás) hasta dos temporadas 'fuera de juego' por lesiones, ni se le pasó por la cabeza la idea de abandonar, cuando era consciente de la precariedad de este deporte. «Desde pequeña tenía claro que quería dedicarme al fútbol, esto sólo han sido piedras en el camino», afirma.

En su etapa lesionada, asegura que incluso el entonces técnico, Antonio Contreras, la apartó del equipo el año del ascenso a Primera. «Las lesionadas no contábamos para él y básicamente nos echó», recuerda. Buscó casa en el Puerto de la Torre, La Rambla y de nuevo en el Málaga, hasta que redebutó en el equipo hace dos cursos. Este ha cumplido el sueño de jugar en La Rosaleda, además del ascenso. Pero no sólo eso, este año se siente importante: «Los clubes están abriendo los campos y se está avanzando, aunque poquito, en otros aspectos. Yo soy muy joven, tengo sólo 22 años y creo que sí podré vivir de esto. Además, estamos sirviendo de ejemplo a las que vienen por detrás aunque no lo creamos. Si ven que nosotras podemos, pensarán que ellas también», valora, ilusionada.

Eso sí, también es consciente de que, por desgracia, el futuro de la sección femenina continúa irremediablemente ligada al futuro del equipo masculino. «Yo creo que hay buena plantilla como para conseguir la permanencia, pero pienso que la mala racha influye a nivel anímico. El riesgo de descender está ahí, pero no puede descender», opina. De hacerlo, cambiarían las cosas de una forma importante: «Quizá lo poco que cobramos lo dejaríamos de cobrar, muchas cosas se dejarían de hacer. No creo que nos dejaran aparte, pero sí que tendríamos menos privilegios, el total de la atención se iría para el masculino, pero hay que confiar».