Jóvenes pasean por la plaza de la marina de Málaga, bajo un termómetro que marca 38 grados. Migue Fernández

El verano en Málaga es ahora hasta cinco grados más caluroso que hace 50 años

En la década de los 70 y 80, la temperatura media rondaba los 23 a 24 grados; en el siglo XXI ya son habituales los 26 y se superan los 27

Ignacio Lillo

Málaga

Sábado, 21 de septiembre 2024, 00:12

Se conoce como la parábola de la rana hervida: si se introduce en una olla con agua hirviendo, el animal saltará como un resorte para ... escapar. Pero si se pone en el mismo recipiente a temperatura ambiente y se va subiendo el fuego, poco a poco, el anfibio se quedará tranquilo y no querrá salir... Hasta que acabe muriendo por el exceso de calor.

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Pues algo así es lo que está ocurriendo con el cambio climático en Málaga, que también se cobra ya víctimas cada verano, y que no son más por la capacidad de resiliencia de los seres humanos y de los animales.

El investigador malagueño José Luis Escudero, responsable del blog de SUR.es Tormentas y Rayos, ha calculado las temperaturas medias que se han dado en los veranos meteorológicos, esto es, junio, julio y agosto). Para ello, ha tomado los datos oficiales publicados de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), medidos en el termómetro del aeropuerto (que es la referencia estadística oficial) a lo largo de los últimos 50 años: de 1974 a 2024.

22,7

grados fue la temperatura media en 1977, en el verano más fresco de la serie histórica de 50 años que se ha tomado como referencia.

Los resultados de su estudio son preocupantes, pues ponen de relieve cuánto ha subido el mercurio en estas cinco décadas en la capital malagueña. En concreto, la diferencia entre el estío más fresco de la serie histórica (1977, con 22,7 grados), y el más tórrido, que fue el año pasado (2023, con 27,7) alcanza justo los cinco grados de subida.

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Con esta referencia (que se refiere sólo al estío y a una estación meteorológica) se evidencia que cada década ha sido peor que la anterior. Por lo que, si continúa esta progresión, el futuro a medio plazo de los meses veraniegos en Málaga y la Costa del Sol no es precisamente halagüeño, ni para los habitantes ni para los millones de turistas que visitan la provincia cada año.

Evolución de la provincia

Si se evitan los años más extremos (1977 y 2023), del primero hasta el último la subida neta sería de 3,3 grados (de 23,4 en 1974, a 26,7 en 2024). En los 70 y 80, la temperatura media rondaba los 23 a 24 grados; en los 90, de 24 a 25; y en el siglo XXI ya son habituales los 25, los 26 e incluso se han llegado a superar ampliamente los 27 por primera vez. Este cálculo ilustra a la perfección el sentir general de los malagueños.

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A nivel oficial, Aemet mide la evolución de las temperaturas medias en verano en el conjunto de toda la provincia (no en un punto concreto) y desde 1961. En este caso, aunque la subida también es notable, no es tan drástica como cuando se toma de forma aislada la situación de la capital. La variabilidad es muy alta, con años por debajo de los 21 y 22 grados, en los 70, y otros de hasta 26,5 grados (2023), aunque con grandes altibajos y dientes de sierra muy pronunciados.

27,7

grados fue la temperatura media del verano más tórrido de la historia, que fue el año pasado (2023). Con estos datos, la diferencia alcanza justo los cinco grados de subida.

«La temperatura claramente tiene una tendencia creciente», asegura Jesús Riesco, director del Centro Meteorológico de Aemet en Málaga. «Y eso se debe al cambio climático». La temperatura en esta zona del sur de España desde 1961, que es cuando se empiezan a recabar los datos en rejilla, hasta ahora, ha subido de manera global en el entorno de un grado y medio, como promedio anual. «Pero en verano es todavía más importante, y está muy próxima a los dos grados. Esto es estadísticamente significativo, se ve claramente».

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Por su parte, José Luis Escudero esgrime que para su estudio ha tomado los datos oficiales de Aemet en el aeropuerto de Málaga. «Se ve claramente que la temperatura está subiendo en estos 50 años», sentencia. El investigador pone el acento sobre todo en las temperaturas nocturnas, que son las que afectan al sueño. De hecho, el pasado agosto se dio la media de las mínimas más alta desde que hay registros (1941), con 24,5 grados.

El investigador reconoce que antes era escéptico sobre el cambio climático, pero ahora advierte de que la evolución de las temperaturas está siendo muy rápida y notoria, en muy pocos años. «Los negacionistas esgrimen que se tiene que analizar un periodo más extenso, retrotraernos a la Edad Media...», ironiza, y añade: «Yo hablo de lo que estoy viviendo: voy a cumplir 65 y cuando era joven, iba al cine de verano y mi madre siempre me decía que me llevara una rebequita porque refrescaba por las noches».

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Sensación térmica

Además de la temperatura, aparece el factor de la sensación térmica, motivada por el alza de la humedad, que se acerca peligrosamente a «valores caribeños», aunque todavía no llega a ser tanto. «En los últimos años se ha contrastado que hay un aumento en las zonas costeras tanto de la humedad relativa como de la absoluta», advierte el meteorólogo.

Este cambio es consecuencia de un aumento de la temperatura del agua del mar, unido a la predominancia del viento de levante. «La humedad relativa es muy alta, y como la atmósfera también tiene una temperatura elevada, contiene mucha cantidad de vapor en el aire». Todo ello produce la sensación de «bochorno». Este inquietante aumento se ha observado, sobre todo, en los dos últimos veranos, el actual y el anterior (2023).

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Lo corrobora con su testimonio José Luis Escudero: «Para mí que este verano ha sido peor que el anterior porque la humedad ha sido horrible en agosto, y eso que el año pasado en realidad fue más caluroso».

Menos lluvias

A la luz de estos resultados, anuncia que una vez que termine este otoño hará el mismo análisis, para comparar la evolución en la diferentes estaciones del año, a lo largo del último medio siglo. «Mi hipótesis es que no habrá tantas diferencias, pero cuando haga el invierno, pienso que sí se va a notar mucho».

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A ello, se añade otra consecuencia del calentamiento que ya se sufre especialmente en estas latitudes, y es que llueve cada vez menos. Aunque Jesús Riesco señala que estadísticamente todavía es poco significativo todavía, las proyecciones climáticas hablan de que a final de siglo lloverá entre un 10 y un 15%, y hasta un 20% menos de lo que se recogía a principios de la centuria.

La conjunción de temperaturas altas y lluvias escasas darán lugar a un territorio cada vez más desértico y difícil de habitar, especialmente, como se ha visto, durante los meses de verano... Que son precisamente cuando la Costa del Sol tiene –al menos todavía es así– su temporada turística más alta.

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