Ruggero Zeni, este miércoles en el Parque del Oeste, durante la última concentración en apoyo de Gaza. Migue Fernández

Ruggero Zeni formó parte del contingente italiano

Un vecino de Málaga apresado por Israel: «La cárcel ha sido un precio que he pagado con gusto»

Ruggero Zeni narra cómo se organizó la flotilla, cómo discurrió la travesía, el apresamiento de su barco y su estancia en una prisión hebrea. Con todo, dice que embarcarse ha sido la experiencia más bonita de su vida por la energía que desprendía un grupo unido por una causa

Viernes, 10 de octubre 2025

Ruggero Zeni es italiano, del norte del país, del Trentino. Sabe navegar porque durante 25 años trabajó con un velero que era de su propiedad ... organizando viajes de aventura desde Canarias y hacia África: «La gente llegaba en avión, por ejemplo, a Lanzarote, nosotros la llevábamos al sur de Marruecos en el barco y en un coche todoterreno la conducíamos al Sáhara. Estuve años viviendo en Canarias». Pero en Málaga tiene arraigo: fue el primer lugar de España en el que se instaló porque aquí conoció a la madre de su hijo. Tras dejar su actividad y vender el barco se volvió a ubicar en la Costa del Sol, porque ahora trabaja con plantas como el aloe vera para tratar enfermedades y en este territorio crecen muy bien. Su conocimiento del mar y de las técnicas de navegación le ha venido muy bien a su última aventura, humanitaria en este caso: formó parte de la penúltima flotilla rumbo a Gaza apresada por el Ejército israelí, en el contingente italiano. En esta entrevista cuenta los detalles de la organización de la expedición, cómo discurrió la travesía, el modo en que los soldados hebreos irrumpieron en la embarcación y los días de detención en Israel.

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-¿Cómo se organizó la flotilla?

-Lo ha hecho una organización que lleva veinte años haciendo estas cosas. Lo que pasa es que hasta el momento había hecho operaciones mucho más pequeñas. La anterior, por ejemplo, era un barco, un velero, que fue hundido por drones a principios de verano. Se dirigía a Gaza y a la altura de Malta, llegaron dos drones y lo hundieron. Anteriormente ya habían hecho una serie de operaciones parecidas, que consistieron, básicamente, en barcos que intentaban superar el bloqueo naval de Israel y llevar ayudas a la población de Gaza.

-¿Y cómo se recluta a la gente?, ¿cómo se consiguen los barcos?

-Todo eso se hace en Internet. La organización, antes de reclutar a las personas, hizo un crowdfunding en el que recogió, según se dice, cuatro millones y medio de euros. Con eso compró barcos de segunda mano de un tamaño de 40 pies para arriba. No estaban en perfecto estado, pero los voluntarios que se requerían eran gente que sabía navegar o que sabía arreglar barcos.

-Ése era su caso.

-El mío es que yo sabía navegar. Y también sé arreglar algo. Aunque digamos que para arreglar un motor yo no estoy en condiciones. Así, por ejemplo, en Catania (Sicilia), había un montón de personas que eran electricistas o mecánicos navales que se ofrecieron no para navegar, sino para arreglar los barcos. Nosotros estuvimos diez días trabajando de la mañana a la noche con un sol que no te digo, con un calor del quince, para arreglar los barcos. Yo me iba a unir al contingente español, pero al final a la organización le venía mejor que me sumara al italiano. Así que estábamos en Sicilia esperando que llegaran los barcos de los españoles, que tuvieron problemas porque se encontraron con una tormenta y se vieron obligados a darse la vuelta. Estuvimos esperándoles hasta que comenzaron a aparecer personajes que eran muy sospechosos: encontramos dos buzos que se dieron a la fuga por la noche.

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-¿Sospecharon que les espiaban o que les querían atacar?

-Estamos hablando de gente que por la noche debajo del barco puede hacer mucho daño. Y si no te percatas del daño que han hecho, te puedes encontrar en medio del mar y con el barco inutilizable. Por eso, a partir de ese momento, cuando todavía estábamos en Catania preparando la salida, todas las noches hacíamos guardias y todos los días revisábamos los cascos de los barcos por debajo. Y decidimos salir y esperar a los españoles en otro sitio.

Ruggero saluda a un compañero. Migue Fernández

«Encontramos dos buzos que se dieron a la fuga por la noche. Estamos hablando de gente que debajo del barco puede hacer mucho daño»

-Todo esto, supongo, con mucho secreto, con mucha discreción.

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-A nosotros nos decían que estaba absolutamente prohibido hacer fotos a las personas, a los barcos, a cualquier cosa en el sitio donde estábamos preparando los veleros. Y, sobre todo, estaba absolutamente prohibido meter nada online. Así que si tú mandabas algo, se lo mandabas a tu padre, a tu madre, a tu mujer, y le decías que eso se lo guardara para él. Eso nos lo decían todos los días.

-¿Por qué se embarcó usted?

-Yo me embarco porque llevo dos años que cada dos por tres no duermo por la noche. Porque yo veo Al Jazeera y ahí te dicen lo que le están haciendo a la gente de Gaza: todos los días matan de veinte a treinta niños. Todos los días durante dos años. Y no solamente con bombas, sino que en el último año también los están matando de hambre. Yo entré en los grupos de apoyo que hay en Málaga, que lo que hacen son manifestaciones que... sinceramente... yo he estado contando cuánta gente va y son siempre los mismos. Para mí es desesperante. Así que cuando vi que había la posibilidad de ofrecerse para ir a llevar ayuda a Gaza, no me lo pensé ni un momento. De la asociación Al Quds me llegó la información de que se estaba preparando esta flotilla y que pedían voluntarios.

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«Me embarco porque llevo dos años que cada dos por tres no duermo por la noche. Entré en los grupos de apoyo que hay en Málaga, que lo que hacen son manifestaciones que... sinceramente... yo he estado contando cuánta gente va y son siempre los mismos. Para mí es desesperante»

-Pero para poder ser voluntario también se lo tiene que poder permitir...

-Por supuesto, yo me he gastado casi mil euros. Tiene gracia porque el agente del Mossad que me interrogó en la cárcel, cuando se lo conté, me dijo «jodo, eso es mucho dinero». Él pensaba que me habían dado dinero a mí para ir. Y conozco gente que ha perdido el trabajo. Porque esto en un primer momento eran quince días. Al final fueron cuarenta. Pero, claro, esto no es culpa de la organización de ninguna forma: nos atacaron, hicieron todo lo posible porque no llegaráramos y para que la gente tuviera miedo y se diera la vuelta. Y algunos, pocos, volvieron.

«Esta causa hay que defenderla porque con ello estamos defendiendo la democracia en Europa»

-¿Qué tipo de gente se encontró en la expedición?, ¿qué relación se establece dentro del barco?

-Esto es una de las cosas más bonitas. Porque toda la gente que está ahí lo está por un motivo muy fuerte. Y es el mismo. Yo he visto gente que estaba ahí porque pensaba que tenía que estar ahí. Esta causa hay que defenderla porque con ello estamos defendiendo la democracia en Europa.

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-Desarrolle esa idea.

-Ahora mismo en Europa hay una mayoría aplastante de la población que está a favor de Gaza y unos gobiernos que están ayudando a Israel.

«Es una de las cosas más bonitas que he hecho en la vida. La parte de la cárcel es un precio que he pagado con gusto»

-Cuéntenos más de la travesía, de esa experiencia que califica de tan bonita.

-Se creó una energía... Esto empezó navegando y acabó en la cárcel. Pero en ésta había una cantidad de energía que se notaba... se notaba en que si a alguien le pasaba algo todo el mundo se tiraba encima para ayudarlo. Porque casi no éramos individuos, éramos un grupo. Es una de las cosas más bonitas que he hecho en la vida. La parte de la cárcel es un precio que he pagado con gusto.

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-¿Cómo fue el ataque de Israel a los barcos?

-Israel hizo un montón de cosas para que nosotros dudáramos y nos echáramos para atrás. Una de ellas, por ejemplo, es la historia de los submarinistas que huyeron y no pudimos coger por la noche. Un ministro israelí hizo unas declaraciones sobre que nos iban a aplicar las leyes antiterroristas, es decir, que nos iban a declarar terroristas. Eso quería decir que nos podían encarcelar años en Israel.

-¿Le hizo dudar eso?

-Si se ha visto un poco lo que ha pasado en los dos últimos años, los israelíes nunca dicen la verdad. Nunca. Ni una vez. Mienten sistemáticamente. En absoluto me creía que nos fueran a mandar años a la cárcel.

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-Continúe con la historia del ataque.

-Desde Catania fuimos al extremo sureste de Sicilia a esperar a los españoles. Entonces éramos como 24 barcos italianos. Pero los españoles, en lugar de ir por Sicilia, fueron por Túnez, donde los bombardearon y tuvieron que arreglar el barco almirante, el más importante, el que dirige la expedición. Así que al final nos encontramos en medio del Mediterráneo. A nosotros nos atacaron al sur de Creta con drones, con dos tipos de bombas que no tienen como objetivo las personas sino las velas y los mástiles de los barcos. Y también sirven para asustar. Yo pasé miedo. No veas lo que es asistir a una explosión de noche en medio del mar.

Zeni interviniendo en la última concentración en solidaridad con Gaza, este miércoles. Migue Fernández

-¿Cómo se vivió eso en el barco?, ¿hubo gente que quiso darse la vuelta?

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-Después de eso, recibimos la noticia de que podían pasar de esos ataques al fuego real si no salíamos de las aguas internacionales. Así que entramos en las aguas territoriales de Grecia. Ahí decidimos lo que teníamos que hacer: nosotros pensabamos que el fuego real era una amenaza que usaban para asustarnos. Nuestra hipótesis era que para el Gobierno de Israel matar a uno de nosotros no era buen negocio. Así que continuamos el viaje. De Creta ya salimos directamente para Gaza. Ahí éramos 44 barcos entre los que partieron de todos los puertos. En un inicio salimos más, no sé cuántos, pero hubo algunos que sí tuvieron que darse la vuelta y otros que no se pudieron reparar. Al final la flotilla estaba formada por esos 44 barcos en los que iríamos alrededor de 500 personas.

-¿Qué opina de la protección que ofrecieron algunos gobiernos, como el italiano o el español?

-Los barcos de guerra que venían a protegernos no nos protegieron para nada. El Gobierno italiano, que es 'facha', se encontró con manifestaciones enormes en todo el país y entonces decidió mandar una fragata. Pero tenía la orden de no defendernos, sólo de rescatar a los italianos que hubieran caído al agua, es decir, como una misión de la Cruz Roja. Y también tenía la orden de pararse y volver a 180 millas de Israel. No nos iba a atacar a esa distancia... Israel se ha inventado un término, la 'war zone' (zona de guerra), que sitúa a 25 millas de la costa, cuando en realidad la norma internacional marca que son 12 las millas de las aguas territoriales. Pero nadie ha logrado entrar en la 'war zone'. Nosotros estábamos a 30 millas de la 'war zone' cuando nos interceptó Israel.

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-La historia es larga. No se limita a la noche del ataque. Pero ya vayamos a ella, por favor.

-En la mitad de la noche anterior, de repente se presentó un barco grande que se puso al lado del banco almirante de nuestra flota, el que da las órdenes. Y le puso un escudo electromagnético para cortarle toda comunicación. Nosotros nos habíamos anticipado a esa posibilidad y habíamos construido una cadena de mandos: al paralizarse el barco número uno, las órdenes las daba el número dos, y así sucesivamente. Entonces, cuando vieron que la flotilla no se paralizaba y seguía funcionando, se fueron. Eso, la noche anterior. Y la noche que atacaron, empezaron a aparecer a las diez, hora UTC, que son tres horas menos que la hora local de sol. Surgieron unos barcos que se movían rápidamente, con unas luces muy potentes y comenzaron a atacar con cañones de agua. La gente comenzó a discutir qué hacer. Mi barco, por ejemplo, lo llevábamos dos. El otro era partidario de irse. Pero yo no. Habíamos quedado en que si no había nadie herido, no volvíamos. Y no había nadie herido. Mientras discutíamos en la bañera del barco, donde está el timón, nos atacaron. Nosotros teníamos un protocolo para el momento en que irrumpieran en el velero: teníamos que ponernos enseñando nuestras manos vacías con los ojos mirando al suelo y esperar que nos dijeran lo que teníamos que hacer. Subieron a bordo. Eran cuatro chicos de veinte años. Se pasaron un rato larguísimo revisando el barco y tiraron los tenedores, que era lo único de lo que no nos habíamos deshecho. Porque todos los cuchillos, los destornilladores... los habíamos tirado: no queríamos que pudieran decir que teníamos armas a bordo. Cogieron el control del buque. Sabían navegar. Y no eran mala gente. Se ve que no les caímos mal y no les importó que estuviéramos cómodos, todo lo contrario de lo que nos pasó en la cárcel.

«Nos quitaron nuestras cosas y nos dejaron con un pantalón y una camiseta de algodón. Y hacía frío. Protesté. Incluso me puse a chillar. Les dije que tengo 69 años y que no tenían derecho a hacerme pasar frío»

-Y les llevaron a tierra.

-Sí, al puerto de Asdod, al sur de Tel Aviv. Nos desembarcaron. Nos dijeron que podíamos llevar una bolsa muy pequeña y que todo lo demás lo teníamos que dejar en el velero. Nos pusieron sentados en el suelo en una especie de plaza al lado de un edificio. Ahí estuvimos al sol. Teníamos que mirar al suelo porque si levantabas los ojos para ver lo que estaba pasando, te cogían y te tiraban al suelo con la frente en el cemento. Yo estuve ahí cuatro horas, pero conozco gente que estuvo siete. A partir de cierto momento empezaron a levantarnos y a hacernos entrar en ese edificio donde nos quitaron nuestras cosas y nos dejaron con un pantalón y una camiseta de algodón. Y hacía frío. Protesté. Incluso me puse a chillar. Les dije que tengo 69 años y que no tenían derecho a hacerme pasar frío. Entonces se acercó un hombre que claramente era un oficial y poniéndose de espaldas para que los otros no le vieran, me dio otra camiseta y me dijo que si necesitaba algo más que se lo dijera. Después me cargaron junto con los otros en un camión con el aire acondicionado al máximo. En todo ese tiempo no nos dejaron ir al baño. Llegó un momento en que yo tenía muchas ganas de hacer pis. Empecé a darle con el puño en el cristal y me pasaron una botella de medio litro. Tuve que hacerlo ahí. Nada espectacular, ¿no? Pero lo cuento para mostrar que todo estaba hecho para que lo pasaras mal. Tras un viaje de dos horas llegamos a la cárcel, que estaba situada al sur, casi en la frontera con Egipto, en el desierto del Sinaí. Primero, en una celda para ocho personas a la que luego metieron nueve personas más. 17 personas con ocho camas. En la celda, cada media hora, un tío entraba y gritaba que nos pusiéramos de pie, apagaba la luz y se iba. Durante el tiempo que estuvimos ahí, del 2 al 6 de septiembre, muchos hicimos huelga de hambre. Otro episodio: no sabíamos dónde estaba un compañero. Nos resistimos a entrar en la celda hasta que no volviera. Me cogieron entre tres y me echaron dentro de la celda. Aterricé con el cosis en el cemento. Tuve bastante suerte de no rompérmelo porque tengo bastantes años como para que me hubiese podido pasar. Se notaba que no sabían exactamente hasta dónde podían ser malos con nosotros.

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Migue Fernández

«No nos dejaron ir al baño. Llegó un momento en que yo tenía muchas ganas de hacer pis. Empecé a darle con el puño en el cristal y me pasaron una botella de medio litro. Tuve que hacerlo ahí. Nada espectacular, ¿no? Pero lo cuento para mostrar que todo estaba hecho para que lo pasaras mal»

-¿En qué momento les deportan?

-Al principio, cuando desembarcamos, nos pidieron firmar un papel que decía que nosotros habíamos entrado irregularmente en Israel. Nos dijeron que si lo hacíamos, nos deportaban inmeditamente, al día siguiente. Hubo gente que firmó. Pero la mayoría no lo hicimos porque era mentira, no habíamos entrado en Israel ilegalmente; era completamente falso, porque eran ellos los que nos habían secuestrado en aguas internacionales. A los que firmaron, además, no les sirvió de nada. Otras veces, con anterioridad en otras flotillas sí había significado deportación inmediata, pero en esta ocasión quizás no pudieron gestionar el volumen de gente que había. Sea como sea, todos nos fuimos a la vez, este lunes. Menos quienes se adhirieron a la oferta de la cónsul de Italia que ofreció un avión que partió el sábado, el único que dramáticamente decía que iba a haber hasta una semana más tarde. Aunque nosotros sólo tuvimos que esperar hasta el lunes.

-¿Qué opina de que haya gente que en España critique a los activistas de la flotilla, diga que quieren ser protagonistas, que son terroristas, que se van de turismo gratis?, ¿cómo le sienta que se diga todo eso?

-Bueno, yo a ese señor le diría que me gustaría que pudieran experimentar una noche en la que ves que a 300 metros de tu barco hay un huevo de fuego o que te bombardeen con sofisticadas bombas creadas específicamente para los barcos de vela.

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-Hemos visto que después de esa primera flotilla en la viajaba usted, ha habido una segunda que también han apresado. ¿Habrá una tercera?

-Yo espero que haya muchas. La noche que nos atacaron, tres de nosotros llegamos a una distancia de 28 millas de Gaza. Espero sinceramente que la próxima vez seamos los mismos con mucha gente más y que alguno de nosotros llegue hasta la playa de Gaza.

-Greta Thunberg dice que no quiere hablar de sus torturas porque desvían la atención de lo importante, del genocidio que sufre el pueblo palestino.

-Fue vilipendiada de una forma realmente vergonzosa. La echaron al suelo violentamente, la envolvieron en la bandera de Israel y le escupieron encima. Nosotros tenemos que informar a la gente de que son unos brutos, unos torturadores profesionales.

-¿Se volvería a embarcar?

-Mañana. Todavía no he recuperado el peso, pero me da igual.

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