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A muchas personas le falta el contacto físico por la crisis del coronavirus. Cada saludo o cada abrazo provoca una explosión de endorfinas. Pablo Berrocal ... , catedrático de Psicología en la UMA, explica en esta entrevista por qué el distanciamiento social no puede ser eterno.
–Nos dicen que debemos prescindir de cualquier contacto físico. ¿Empezamos a tener un problema como sociedad?
–Estamos acostumbrados a que el contacto social sea físico, con nuestras manos. Lo social se comunica por el tacto, con nuestras manos. El contacto físico activa nuestros neurotransmisores de la felicidad. La actual situación es un castigo, no estamos preparado para ello. ¿Cuál es el mayor perjuicio que se le aplica a un preso en la cárcel? El régimen de aislamiento.
–Las sonrisas han menguado en la calle. ¿Hay que advertir ya de problemas de salud mental?
–La gente está tensa, tiene miedo, siente ansiedad. El 90% de la población está experimentando emociones negativas. Es lógico.
–Ahora, segunda ola. ¿Cree que el virus nos está reduciendo en nuestra existencia, que nos degrada a un ente potencialmente contagioso?
–Lo está haciendo. Dependiendo de lo que ocurra en el futuro y de cómo se va desarrollando esta crisis, va a cambiar la forma de comunicarnos. Sobre todo, en países expresivos como el nuestro.
–¿El saludo con dos besos está en peligro de extinción?
–Incluso, el apretón de manos. Ya lo podemos ver. En Estados Unidos, se recomienda no saludarse en los sitios públicos o en el trabajo. Sólo el hecho de prescindir del saludo con las manos cambiaría muchas cosas.
–¿El ser humano puede sobrevivir sin tener contacto físico?
–Los adultos podríamos. Tenemos mucha resiliencia. Ahí están los ejemplos desgraciados de los campos de concentración. Eso fue increíble. Los niños, sin embargo, no lo soportarían.
–Hay personas ciegas, sordas o mudas, pero la naturaleza no ha querido que haya ni un mamífero que no tenga desarrollado el sentido del tacto.
–Es que no sería posible sobrevivir sin el sentido del tacto. La gente que no siente dolor, que es una enfermedad que existe, suele morir muy joven.
–Usted ha dicho que los adultos podemos sobrevivir sin ese contacto. ¿Pero corremos el riesgo de enfermar o marchitar?
–La pregunta que nos debemos hacer es si la actual situación es vida. Yo puedo decir con certeza que habría un alto porcentaje de personas que no soportaría esta situación de forma prolongada. En el estudio que hicimos durante el confinamiento, detectamos un alto porcentaje de personas con problemas emocionales y de ansiedad.
–¿La «distancia interpersonal» es uno de los peores castigos al que se puede someter a las personas?
–Tenemos que elegir entre susto y muerte. Hemos elegido susto. Estamos en una situación límite. El problema es similar al de la economía. ¿Dónde está el equilibrio? ¿Hasta qué punto se puede mantener el distanciamiento, teniendo en cuenta el alto coste psicológico y social? Somos seres tan sociales que acabaremos rompiendo las barreras.
–¿Los niños son el grupo de mayor riesgo? ¿Son los que más necesitan ese contacto físico?
–Sí. Totalmente. El problema está en los niños que están en centros de acogida. No sabemos lo que está pasando. No es posible, por ejemplo, decirle a un niño de tres o cuatro años que no vaya a abrazarse con su amigo. Por eso las escuelas tienen ahora un dilema. A los adolescentes les puedes explicar que tienen que llevar mascarilla, pero con los niños eso es imposible.
–En el día a día, se está viendo que algunas personas incumplen las normas marcadas por el Gobierno. ¿Es exclusivamente irresponsabilidad o hay en ello algo de impulso natural?
–Tiene mucho que ver con una tendencia natural. Yo tengo cierta empatía con los jóvenes que se reúnen en grupo. Les hemos quitado el verano. La gente se olvida pronto de que también ha sido adolescente, que también ha tenido 15 o 16 años. Esa es la edad de las primeras experiencias con todo. No hemos tenido una situación como esta en España desde la Guerra Civil.
–Debemos suponer que las normas para el distanciamiento social se prolongarán durante mucho tiempo. ¿Cómo podemos sustituir el contacto físico?
–Buscar algún sucedáneo que nos permita compartir situaciones positivas con otras personas. Es muy importante que evitemos las situaciones negativas. Por ejemplo, las redes sociales. Utilizar las redes sociales para el insulto es muy pernicioso.
–¿Podemos almacenar el contacto en nuestra memoria y reproducir luego esa sensación mentalmente?
–Sí, claro. Igual que los olores y las imágenes que tienes de la infancia. Esos recuerdos pueden brotar, años después, sensorialmente.
–¿Nuestras formas de amar o de tener relaciones sexuales serán distintas a partir de ahora?
–A mí no me gustaría, pero debemos estar preparado para ello. Si tenemos una pareja fija, seguirá igual. Pero eso de salir una noche, conocer a alguien, ligar… la gente se lo va a pensar. Ya pasó una cosa parecida con el auge del sida. Creo que van a aumentar las relaciones que surgen entre tu círculo de amistades. Amigos se convertirán en pareja.
–¿Hay algo que podemos aprender de los eremitas en estos momentos?
–El hecho de aceptar. Yo creo que uno de los grandes problemas de esta situación es que muchos aún no la han aceptado. Las personas que antes aceptan las emociones negativas, que son normales, son las que luego las pueden gestionar y modificar mejor.
–¿Los ideales epidemiológicos tienen un elevado coste a nivel psicológico?
–Una cosa está clara, no podemos estar siempre encerrados o aislados. Estaríamos todos sanísimos, pero muertos psicológicamente. No seríamos humanos, seríamos otra especie. Tendremos que ver lo que están haciendo otros países. Lo normal sería crear círculos seguros. El distanciamiento ya se hacía en el siglo XV o en el siglo XVI.
–¿Percibe que vuelve la psicosis por el virus en la calle?
–Yo creo que hay dos actitudes. Las personas que han desarrollada una hipersensibilidad y aún les cuesta salir. Luego están las personas que ya han entrado en una barra libre.
–¿Una última recomendación para levantar la moral?
–No debemos centrarnos sólo en los aspectos negativos. Esta estrategia nos llevará al miedo, la ansiedad y la depresión. Emociones que no nos ayudarán a ser fuertes y encontrar nuevas soluciones a los problemas. Debemos ser realistas, por supuesto, no vale ser ingenuos, pero buscando y construyendo opciones positivas tanto personal como socialmente. Nos permitirá resistir y salir de esta situación.
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