«Estamos a cero desde el 15 de marzo. Nuestros autobuses no han vuelto a salir»
Pepe Valverde, presidente de Autocares Costasur ·
La venta de dos vehículos ha salvado por ahora a Autocares Costasur, una empresa familiar donde la actividad es nula mientras la sangría de gastos continúa. ¿El único consuelo? Que en casa están sanosPepe Valverde es de esas personas a las que el trabajo les da la vida. De ésas que desde que eran unos chiquillos ya ... sabían lo que era marcharse de casa para ganarse el pan y a las que, por aquello de no haber parado nunca, ahora que la pandemia les obliga a frenar se les cae la casa encima. Así que, a sus 65 años, este cordobés afincado en Málaga desde hace más de cuatro décadas sigue acudiendo todos los días a la nave de Autocares Costasur para «darle una vuelta» a sus autobuses, que de un día para otro pasaron de estar continuamente en la carretera cargados de extranjeros en circuitos turísticos por toda Andalucía o Madrid a quedar aparcados 'sine die'. Y así llevan más de diez meses.
Publicidad
«Cuando el viernes 13 de marzo el Gobierno anunció el estado de alarma nos pilló con varios coches en ruta que tuvieron que regresar. Desde que llegaron ese domingo, no han vuelto a salir», relata el propietario y fundador de esta empresa familiar cuya única actividad es (o era) el transporte discrecional. «Otras compañías tienen líneas regulares o rutas escolares que les permiten ir tirando, pero nosotros vivimos exclusivamente del turismo, así que el tren nos ha pillado de lleno y desde mediados de marzo estamos a cero y no hemos facturado un solo euro. A veces me pregunto si me equivoqué por centrarlo todo en el discrecional, pero...», comenta este autónomo que lleva en el sector desde 1978 formando parte de distintas compañías hasta que en 1994 creó Costasur. ¿Su gran consuelo? Que sus hijos y sus nietos están bien. «Eso es lo más importante».
Sus autocares no ven un turista desde el estallido de la pandemia, pero las facturas y los préstamos no entienden de crisis. O, más bien, no quieren entender. «Todo el mundo nos ha seguido cobrando todo los que nos tenían que cobrar, desde el 'leasing' a los bancos pasando por el impuesto de circulación o la ITV. En otros países han dado ayudas directas, pero aquí no, así que estamos prácticamente a cero».
Una sangría de 125.000 euros
Un «prácticamente» al que Pepe se agarra gracias a que, por cosas del destino, vendió dos autocares unas semanas antes de que el coronavirus lo sacudiera todo. Lo hizo con la idea de seguir renovando la flota comprando otros dos, por 285.000 euros cada uno, que estarían disponibles para el comienzo de la temporada alta de los circuitos, a mediados de marzo. Ahora están sin ese dinero y sin autocares nuevos. «Cuando todo esto saltó, paralizamos la operación, así que están pendientes de entrega. El problema es que ese dinero de las ventas nos los hemos gastado ya en pagar las letras del resto de vehículos, además de casi todo el colchón que teníamos para imprevistos y averías».
Todas las entrevistas
En total, la empresa ha pagado 125.000 euros en estos diez meses. Y si los ingresos han sido cero, el resultado está claro. «Podemos aguantar dos o tres meses más. Si no, tendremos que volver a endeudarnos para mantenernos vivos, pero ¿en qué condiciones?», reconoce con el peso que supone estar al frente de una empresa de la que depende no sólo su familia (dos de sus tres hijos trabajan en Costasur, mientras la más pequeña se prepara para opositar) sino también las de una docena de trabajadores que como mínimo llevan una década en la compañía y que «son de lo mejor que puedes encontrar». Algunos siguen en ERTE, pero conductores han buscado refugio en el transporte de mercancías. «A la pérdida económica le añadimos la humana», se lamenta.
Publicidad
Pese a lo mal que pinta el futuro, Pepe se resiste a abandonar su optimismo natural. «Procuro ser positivo. No soy de caerme porque desde chico salí de Benamejí y siempre he estado trabajando fuera y luchando, pero sí que tengo momentos de bajón. Cuando vengo aquí (a la empresa) me dan ganas de llorar», admite con los ojos vidriosos. En ese alarde de positivismo, confía en volver a arrancar el próximo otoño. Pero la cuestión no es sólo cuándo, sino también cómo ya que la caja está literalmente vacía. «No tenemos liquidez después de un año muerto, así que será muy complicado volver a levantar cabeza si no podemos pagar a los proveedores». Ahora afronta un doble reto: reflotar la empresa antes de una jubilación que tenía prevista hace un año y dejarla en manos de sus hijos en la mejor situación posible. Aunque cuando llegue ese momento seguro que seguirá acudiendo a la nave casi todos los días. «Me da la vida».
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión