Día Mundial de los Pacientes Trasplantados: cuando la vida se multiplica

Antonia, Rocío y Sara, tres pacientes que, gracias a una donación de órganos, continúan escribiendo y viviendo su historia, relatan su experiencia

Anabel niño campos

Lunes, 6 de junio 2022, 00:36

Las vidas de Antonia, Rocío y Sara son, a simple vista, completamente opuestas. Entre ellas existen varios años de diferencia, sus trabajos no tienen ninguna ... similitud y además son completas desconocidas, sin embargo comparten un mismo lazo de unión: a las tres les salvó la vida una donación de órganos completamente anónima.

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Para Rocío Raya, una cordobesa afincada en Málaga desde 2008, y miembro de la asociación Athema (Asociación de Enfermos y Trasplantados Hepáticos de Málaga), esa segunda oportunidad para seguir viviendo llegó en el mes de noviembre del pasado año. Semanas atrás se había sometido a una pequeña y sencilla operación para serle extirpado un quiste que había aparecido en uno de sus ovarios. Todo salió bien, hasta que de un día para otro comenzó a sentirse mal. «Empecé a encontrarme muy floja, muy cansada, sin ganas de hacer nada, como que cada día me costaba más levantarme. Y un día me levanté amarilla», explica Rocío a través del teléfono.

Desde las urgencias del hospital de Cártama la derivaron al Hospital Regional de la capital donde, tras numerosas y dolorosas pruebas, dieron con un diagnóstico final: insuficiencia hepática fulminante. Rocío necesitaba urgentemente un trasplante de hígado para poder seguir viviendo, ya que su situación era «de vida o muerte». Por suerte, en menos de 24 horas apareció un donante compatible con ella, y el 4 de noviembre a las 17:00 horas entró en quirófano para someterse a una operación compleja que duraría más de ocho horas y que ella misma define como «algo que te cambia la vida».

Con la voz temblorosa y con dificultad para hablar, comenta que un trasplante de órganos «no es como ir a un taller, que le cambian la pieza que está mal y vuelves a salir andando otra vez con el coche como si no hubiese pasado nada, esto te cambia la vida. Ha sido como volver a nacer», por lo que no se olvida de agradecer a todo el personal del Hospital Regional de Málaga por su trabajo, y por supuesto a la propia familia del donante, quienes le han brindado una segunda oportunidad. Rocío Raya, junto a su marido Paco, cuatro meses después del trasplante de hígado.

Rocío Raya, junto a su marido Paco, cuatro meses después del trasplante de hígado

Y es que cuando una persona fallece y esta dona sus órganos, es capaz de salvar más de una vida. Esto fue lo que sucedió con Antonia Lima, una vecina de Coín que el pasado mes de marzo recibió uno de los dos riñones de su donante, debido a que los suyos únicamente funcionaban en un 2%, lo que la llevó a comenzar la terapia de diálisis a comienzos del 2020.

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«En el hospital nos dijeron que dado su grupo sanguíneo, la lista de espera para un riñón era de ocho meses a un año y medio, pero como llegó la pandemia se paralizó todo», explica su hija Silvia, quien ha acompañado a su madre durante todo este largo proceso. Antonia se negó en rotundo a que sus hijas se realizasen una prueba para comprobar si eran compatibles para poder donarle uno de sus riñones a su madre. «No quería un donante vivo, quiso esperar a que llegase alguien compatible con ella y su grupo sanguíneo, por eso la espera fue tan larga», continúa explicando.

El 3 de marzo recibieron la llamada que tanto habían estado esperando: había un riñón compatible y Antonia era la mejor receptora para el mismo. Tan solo unas horas después entraba al quirófano a someterse a una operación que le cambiaría la vida: «Lo he sentido mucho por la persona que ha fallecido, pero a mí me ha dado la vida. En diálisis estaba muy bien pero no tiene nada que ver la vida de ahora con la que tenía antes. Tengo que tomar muchas pastillas y estar muy controlada, pero me ha cambiado la vida por completo gracias al donante», sentencia Antonia, que acaba de cumplir tres meses trasplantada.

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Antonia Lima, tras su trasplante de riñón, junto a sus hijas Silvia y Susana

Un posible rechazo del nuevo órgano obliga a que los controles y la medicación pasen a formar parte de la rutina del paciente trasplantado de por vida, aunque bien es cierto que, si todo progresa favorablemente, las dosis de pastillas diarias se van reduciendo con el paso del tiempo y las visitas al hospital se convierten en citas anuales.

Así se encuentra actualmente Sara Rodríguez, una joven antequerana de 32 años, cuya vida comenzó a cambiar el 11 de marzo de 2009, momento en el que recibe una llamada del Hospital Universitario Reina Sofía de Córdoba: dos pulmones sanos iniciaban su ruta aérea en helicóptero hacia la ciudad cordobesa y ella era la paciente más idónea para ellos. «Después de aquella llamada lo que hice fue contactar con toda mi familia para que viniesen a verme, parecía que me estaba despidiendo de ellos, pero a mí me dejaron muy claro que con aquella operación había un 50% de salir viva y un 50% de que no».

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La vida de Sara se ha basado en romper estadísticas. Con ocho meses le diagnosticaron fibrosis quística, para la que los médicos no tenían muchas esperanzas, llegándoles a decir a sus padres que no iba a cumplir los ochos años porque por aquel entonces no había ninguna medicación para sostener la enfermedad. Sara cumplía años a la vez que se topaba con nuevas barreras cada vez más dificultosas: la enfermedad empeoraba, necesitaba medicamentos intravenosos, oxígeno, e incluso una gastrostomía por la que poder alimentarse. «Con 16 años yo vi que no tenía calidad de vida ninguna, que dependía de una persona para todo, ya fuesen mis padres o mi hermana. Mi día a día era levantarme del sofá a la cama y de la cama al sofá. Tuve que dejar de estudiar y dejar de tener vida», explica Sara.

Sara Rodríguez, un mes después de su trasplante bipulmonar (2009)

Tras un año de numerosas valoraciones por parte de los médicos y cerca de ocho meses en lista de espera, Sara se sometió a un trasplante bipulmonar en una operación que contó con un equipo conformado por más de 20 especialistas y que se alargó durante más de 12 horas, convirtiéndose así en la tercera persona de Málaga trasplantada con fibrosis quística.

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«A los dos días me desperté en la Unidad de Cuidados Intensivos, donde me enseñaron a respirar con los pulmones nuevos, porque yo llevaba cuatro años respirando por una bombona de oxígeno, olvidándome por completo de lo que era respirar sin gomas en la nariz», continúa recordando. Los meses se sucedieron, y aunque durante el primer año sufrió un pequeño rechazo por una pérdida de peso que pudo controlarse rápidamente con un aumento en la medicación, los pulmones evolucionaban favorablemente, y así continúan a día de hoy.

«Recuperé mis estudios y puedo hacer vida normal en todos los aspectos, tanto física, como social y en temas de trabajo», comenta con una sonrisa sin olvidarse también de aquella persona anónima que le cambió la vida: «He tenido la suerte de encontrar a un donante compatible conmigo al que le doy gracias todos los días porque me regaló parte de él, y sé que sigue vivo conmigo. Con el trasplante he vuelto a nacer. Es una oportunidad más de vivir, de querer vivir».

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