«No son los manteros sólo. Ellos son la minoría, pero es a los que se ve»
Los que trabajan o trabajaron en la manta aseguran que ellos son más visibles, pero que hay muchos irregulares que están empleados en otros muchos sectores, desde el campo a la hostelería
Souleymane sólo nos da un puñado de datos sobre sí mismo: nació en Senegal, llegó a España vía aeropuerto, aquí lleva ya veinte años y ... ha conseguido la nacionalidad española. Aunque ahora es vigilante de seguridad, sus inicios no fueron tan fáciles. Al llegar a España, fue mantero: «No había otra cosa. Llegas, ves lo que hace la gente y empiezas a hacer lo mismo. Tenemos muchas dificultades, muchos problemas, pero aquí estamos para levantar el país», afirma. «Cuando la gente viene de África a Europa piensa que va a trabajar en una empresa. Pero aquí, llegas, y te das cuenta de que no puedes trabajar. Si nos dijeran que lo que nos vamos a encontrar es esto, igual no veníamos. Pero ha merecido la pena: África es África y Europa es Europa. Yo no deseo a nadie este sufrimiento, ni el que tenemos en África ni el del viaje. Si alguien es capaz de subirse a un cayuco, cómo lo estaría pasando», reflexiona.
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«Y es que no son los manteros sólo. Manteros son la minoría. Son aquellos a los que se ve, porque están en la calle. Hay mucha gente que trabaja en otros sectores. Dentro de un mes no va a haber nadie en el paseo marítimo, así que la gente se irá a trabajar al campo», continúa, lamentando también que, a sus ojos, el nuevo foco que se ha puesto en los manteros es otra expresión del racismo y del odio: «Graban a la gente y lo suben a tik tok cuando estas personas sólo están intentando sobrevivir».
«Sé lo que es estar corriendo, subir y bajar, escapar. Mis amigos de aquí se dedicaban a esto y yo hice lo mismo mientras salía otra cosa», comenta, por su parte, Saer, de 42 años, y que llegó hace ya 19 a España. Entonces la ley requería tres y no dos años de arraigo, aunque él estuvo en la irregularidad cinco años: «Siempre es mejor con papeles. Puedo trabajar, me voy a la aceituna a Jaén en el invierno y ahora estoy trabajando en las reformas, soy fontanero. Pero nadie da un contrato fijo«. Así que todavía, de vez en cuando, coge la manta: «Ahora no es como cuando llegué: hay mucha competencia y mucha policía persiguiendo. Nunca contamos dónde se consigue la mercancía, porque entonces la gente iría a los almacenes a comprar».
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