Lola Sánchez: «Cuando escuché los audios de Koldo sentí tristeza, rabia y fuerza para seguir»
La primera diputada malagueña por el PSOE advierte a su partido que tiene que ser más duro contra la prostitución y avisa de que «es un error pensar que se puede luchar contra la violencia de género manteniendo el machismo»
Lola Sánchez fue diputada autonómica en la primera legislatura. «No salí directamente elegida, entré un año más tarde después de que dimitiera un compañero. En ... esa época se llevaba mucho eso de que las mujeres fueran en las listas para no salir elegidas. Al principio de la legislatura había muy pocas mujeres y a medida que la legislatura avanzaba, cuando los hombres iban ocupando otros puestos y dimitiendo de los parlamentos, el porcentaje de mujeres iba aumentando», recuerda. Después llegó al Congreso. En 1986. Fue la primera diputada socialista por Málaga. Coincidió con Celia Villalobos, que fue la primera mujer que entró en el Parlamento por esta circunscripción, en su caso por el PP. Lola Sánchez era la segunda diputada más joven sólo por detrás de José Luis Rodríguez Zapatero, que también entró en el palacio de la Carrera de San Jerónimo de Madrid tras las elecciones de 1986. La malagueña enlazó ahí cuatro legislaturas, hasta el año 2000. Durante todo ese tiempo, después y hasta el momento presente, mantiene su firme compromiso con el feminismo. Sobre eso versa esta entrevista. De hecho, la cita de SUR con ella tiene lugar en el Palacio de Valdeflores, que albergó el histórico Centro Provincial de la Mujer, días antes de que la Diputación comunicara que tras su rehabilitación no acogerá ese organismo ni ninguna otra dependencia administrativa propia, sino que lo cederá o alquilará a un proyecto importante y de interés público.
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–El verano no es amable con las mujeres: se escrutan más sus cuerpos, la violencia se exacerba y vacaciones... pues no tienen.
–Me cuesta trabajo pensar en una solución estacional porque éstos son picos de una situación que existe todo el año. Para resolver la atención a las criaturas, durante las vacaciones, proliferan los campamentos. Pero, por muy barato que sea, hay gente que no puede pagarlo. Y... es que la violencia es consecuencia del machismo. Es un error pensar que se puede luchar contra la violencia manteniendo el machismo. Es un error también de las políticas públicas: aunque hay que mejorar la judicatura, ello no va a evitar la violencia por sí solo. El problema es mucho más profundo. Y necesitamos que los hombres colaboren, que no miren a otro lado cuando otro hombre se comporte de forma machista, no sólo si le pega a la mujer. El machismo empieza antes de la violencia física: en los comentrios, en las risas, en los ataques light a las mujeres por la calle sobre su físico...
–Algo se podrá hacer ahora, con el calor...
–Se han puesto puntos violeta en las fiestas y hay campañas por la corresponsabilidad. Pero... casi nunca se piensa en convertir a las entidades de cercanía en puntos de socorro contra la violencia machista. Hay que ampliar la masa crítica que está al loro y cuida. A través de las instituciones se podría crear una red, un tejido, que use los fondos del pacto de Estado contra la violencia de géenro. No quiero decir que tuviera un resultado inmediato ni espectacular, pero sería iniciar un camino para que más gente se implicara.
«Para que Málaga fuera vanguardia fue clave la conexión del feminismo con el poder, pero también el entendimiento y la capacidad de pacto con todas las corrientes del feminismo»
–Si le copian la idea, Málaga puede volver a ser pionera en la lucha feminista, como tantas veces, como cuando se crearon las primeras casas de acogida para mujeres maltratadas...
–Málaga es una provincia que tira del resto del país. En los momentos cruciales, la ciudadanía malagueña ha sido progresista. Yo creo que como consecuencia de la mezcla temprana con otras culturas. Además en Málaga se dio una confluencia interesante, porque coincidió que hubo muchas mujeres que habían trabajado en el final de la Dictadura con mujeres dentro del PSOE que tenían bastante acceso al poder interno, que además era muy sensible con la cuestión. Para que Málaga fuera vanguardia fue clave la conexión del feminismo con el poder, pero también el entendimiento y la capacidad de pacto con todas las corrientes del feminismo: Carmen Olmedo tuvo una gran capacidad de integración y fichó a mujeres de todos los sectores, no sólo del PSOE. Todo ello ponía al feminismo y a las mujeres que lo trabajaban en una posición de poder por primera vez en la historia.
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–Igual ésa es la clave de que el feminismo malagueño siga unido, frente al de otras ciudades...
–Puede quedar un poso, pero es que no ha dejado de trabajarse nunca. Hubo un momento en el que aterrizaron en Málaga Anabel Santos y Salomé de Benito y crearon la asociación Puntos Subversivos en la que estoy ahora. Cada dos años organizaba un encuentro del que salía la agenda feminista. Con ello, se seguía la tradición de pacto y acuerdo. Eso se ha trabajado muchísimo en las plataformas del 8 de marzo limando las diferencias. Porque el feminismo de Málaga tiene clarísimo que lo que hay que hacer son pactos de mínimos para que no se rompa.
–¿Qué es ese pacto de mínimos?
–Está formado por dejar fuera lo que nos separa. Por ejemplo, en el debate sobre la abolición de la prostitución, durante mucho tiempo conseguimos que las compañeras que defienden su regulación firmaran un comunicado en el que, suavizando todo lo posible la posición, se denunciaba lo que significaba de indignidad y explotación para las mujeres. Pero aquí se pone pie en pared: nadie renuncia a su posición.
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–Pero la disputa por lo 'queer' o el transgenerismo es mayor.
–El problema es que ponen el género en el centro y no el sexo. Llevamos décadas peleando por abolir el género –que se define como la expresión social y política de la explotación de las mujeres– y ahora el género es lo único importante. Así que se está atacando el núcleo de la lucha y de la explicación de la sociedad que queremos abolir. Y esto se resume como que estamos en contra de los transexuales. Y no. Nosotras hemos tenido como aliados estratégicos de nuestra lucha al movimiento LGTBi y toda la vida los hemos apoyado.
Sobre lo que sintió cuando escuchó los audios sobre el consumo de prostitución de compañeros del PSOE: «Tristeza porque esto pase en mi partido, en un partido de la izquierda. Rabia porque lo hagan con esa impunidad. Y fuerza para seguir»
–Volvamos a la prostitución. ¿Qué sintió al escuchar los audios de sus correligionarios?
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–Pues tres sentimientos. Tristeza porque esto pase en mi partido, en un partido de la izquierda. Rabia porque lo hagan con esa impunidad. Y eso que hay una normativa en el PSOE que dice que hay que expulsar a los cargos públicos que hagan uso de la prostitución. Aunque eso... ¿cómo se demuestra? Por eso es tan importante que haya hombres que colaboren. Porque si alguien se entera de que un compañero va a un puticlub es otro compañero; a nosotras no nos lo van a decir ni nos van a llevar. Teóricamente el PSOE es un partido abolicionista, así que ya está bien de declaraciones vacías. Cuando escuché los audios también sentí fuerza para seguir. Y lo que estamos planteando las mujeres es que lo de la expulsión del partido se aplique no sólo a los cargos públicos, sino a cualquier militante que utilice la prostitución.
«Hay que tratar de tender puentes finos con las mujeres que todavía tienen comportamientos patriarcales para que puedan pasarlos con comodidad»
–Lo ha dicho varias veces, que se necesita la colaboración de los hombres. ¿Cómo se consigue?
–La creación de una masa crítica a favor de una determinada posición significa conseguir el máximo apoyo posible de la sociedad. No puedes poner, de entrada, muros. No podemos ponernos al 50% de la población enfrente. Entre otras cosas, porque entre ellos existe la fraternidad básica, que tiene mucho que ver con el éxito de su poder. Hay que ir rompiendo eso también y conseguir que haya gente que pase de la fraternidad masculina a la fraternidad humana. Además, también hay muchas mujeres criadas, educadas y socializadas en el patriarcado y tampoco podemos que para sumarse a nuestras posiciones feministas tengan que poner en cuestión toda su vida. Hay que tratar de tender puentes finos con las mujeres que todavía tienen comportamientos patriarcales para que puedan pasarlos con comodidad. Si te opones frontalmente a los hombres, lo más fácil es que muchas mujeres se pongan de su parte. Yo no quiero perder una aliada aunque sea mínima.
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–¿Cómo ha cambiado la política para las mujeres?
–En la política institucional yo entré en 1976. Era una criaturilla. Hay cosas que se han transformado porque el patriarcado se adapta a los tiempos, pero en general hemos avanzado mucho. Yo formé parte del 6% en que se situaba el techo de cristal hasta que a mediados de los años ochenta se aprueba dentro del PSOE una presencia de mujeres del 25% en las listas electorales y en los órganos internos. Eso fue después de la aprobación de la ley del aborto. Fue un gran debate nacional sobre la posición de las mujeres, lo convertimos en un debate nacional, porque de alguna forma era la primera batalla para el asalto al poder, antes de que llegaran las listas cremallera. Y es que la presencia es muy importante: si no estamos, no podemos decir cómo nos afecta a nosotras cada cosa que se decide. Aun así, no todas las mujeres que están y que entran son feministas. No todas apoyan los temas que plantean las feministas. Pero el feminismo sabe que tiene la necesidad de un pacto de mínimos con todas las mujeres. Nosotras lo intentamos con las del PP: Celia Villalobos, por ejemplo, estaba a favor de la despenalización del aborto y Luisa Fernanda Rudí era una mujer de derechas, por supuesto, pero con la que se podía hablar. Estábamos en busca de una Simone Veil, una mujer de la derecha democrática francesa, pero muy feminista. Queríamos seguir ese rastro. Pero no conseguimos mucho porque los partidos en los parlamentos están bastante por encima de la individualidad.
«El feminismo sabe que tiene la necesidad de un pacto de mínimos con todas las mujeres. Nosotras lo intentamos con las del PP: Celia Villalobos, por ejemplo, estaba a favor de la despenalización del aborto y Luisa Fernanda Rudí era una mujer de derechas, por supuesto, pero con la que se podía hablar»
–Las mujeres están más representadas, pero, ¿ha cambiado la forma en la que se las trata? A Bibiana Aído o a Leire Pajín se las machacó.
–Lo único que ha cambiado desde mi punto de vista es que ya no es políticamente correcto decir según qué cosas. ¿Esto es un cambio de base? Creo que un poquito, sí. Porque a base de considerar feo decir una cosa, se termina pensando que es feo. En política ha cambiado también otra cosa: siendo más y estando cerca del poder, tenemos mucha más información. Las redes funcionan bien porque hay más solidaridad.
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–Cuando intentamos hacer una historia del feminismo malagueño nos afeó que no era completa...
–Una de mis preocupaciones es que no se ha escrito nunca la historia del feminismo de Málaga de forma exhaustiva. Sí ha habido aproximaciones, pero no de una forma historiográficamente seria. Cada una tiene su memoria, pero no nos hemos sentado a ponerlas en común. Una de las cosas fundamentales que me parece que faltan es hacer la genealogía de las mujeres en el feminismo malagueño. Aparecen algunas, pero hay otras muchas que fueron fundamentales y que están olvidadas. Hablamos de Enma Santos, del PCE y que formó el Movimiento Democrático de Mujeres. Pilar Oriente, la primera concejala en el Ayuntamiento de Málaga. O quienes trabajaron en la Universidad y crearon el Departamento de Estudios Históricos de la Mujer, como Amparo Bilbao. Y había muchas más... en el movimiento ciudadano, en las asociaciones de vecinos... Ahí los que se recuerdan son hombres, que eran los que lo encabezaban, pero también había mujeres feministas que estaban dando la batalla.
–Ahora, con tanto turismo, ¿no habría que diseñar una ruta por los lugares importantes para el feminismo malagueño?
–Tendría que incluir, por supuesto, éste, el Centro Provincial de la Mujer, que también es un símbolo contra la violencia machista que el PP hará desaparecer.
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