José Antonio Satué: «La Iglesia tiene el mejor mensaje del mundo, el amor, pero tenemos dificultades para transmitirlo»
El nuevo obispo de la diócesis, firme defensor del Papa Francisco, expone las ideas aperturistas con las que afronta su episcopado
El oscense José Antonio Satué (57 años) acaba de iniciar su labor como obispo de Málaga y comienza a tomar contacto con un territorio del ... que apenas si tenía conocimiento pero que empieza a cautivarle. En esta primera entrevista en profundidad para SUR confiesa algunas de las ideas con las que concibe la labor de la Iglesia en el mundo y en el entorno más cercano.
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– ¿Qué sensaciones saca de estos primeros días en Málaga?
–Me siento muy bien acogido. Ya antes de venir me sentí muy bien acogido por el obispo que hasta ahora estaba aquí, Jesús Catalá, por las personas más representativas de la diócesis con las que he tenido contacto y con la gente que he podido saludar. Recibo saludos muy espontáneos, muy dicharacheros a los que uno de Huesca no está acostumbrado. El aterrizaje está siendo suave en el sentido de que me siento muy bien acogido, muy bien acompañado e intenso porque ciertamente desde que comienza el día hasta que termina no se para, pero la verdad es que dando gracias a Dios.
–Hemos leído en su biografía que, con apenas 19 años, se sacó el título de especialista en electrónica industrial. ¿Cuáles son los cortocircuitos de la Iglesia?
–Uno podría ser la comunicación. Tenemos el mejor mensaje del mundo porque, en el fondo, el mayor deseo de todas las personas es poder amar y poder sentirnos amados, y eso es lo que nos ofrece Dios, al menos el Dios que se revela en Jesucristo. Tenemos dificultades para transmitir eso. Además, creo que hay un problema un poco más hondo: el de la espiritualidad. No se trata de tener a Dios en la boca, se trata de acoger a Dios en el corazón. Porque de lo que rebosa el corazón habla la boca y en la medida en que los cristianos y cristianas tengamos una espiritualidad seria, comunicaremos mejor el gozo de ser cristianos. Y creo que hay otro cortocircuito más que podría ser el que señaló ya hace tiempo Benedicto XVI. Hemos confundido cristianismo con normas o doctrinas y él dijo que lo más importante de ser cristiano es precisamente el encuentro con Jesucristo, el encuentro con una persona, con un acontecimiento que te puede cambiar la vida. A raíz de eso pueden entenderse las doctrinas, que también son necesarias, pueden entenderse las normas, pero lo más importante es una oferta de gracia, una oferta de amor y a veces creo que no hemos sabido transmitir bien eso.
–Cuando escucha aquello de que 'yo creo en Dios pero no en los curas', ¿qué piensa?
–Por un lado me parece una posición inteligente. No se puede creer en Dios de la misma manera que se puede creer en los curas. Otra cosa es que, en cualquier institución, y también en la Iglesia, hace falta una organización. Es una organización que, desde el principio, cualquiera que lea el Nuevo Testamento se da cuenta que fue querida por Jesús. En ese sentido, los curas somos mediaciones, pero desde luego mediaciones que a veces dejamos mucho que desear, los curas, los obispos y también los laicos y religiosos, que sois mediaciones para que mucha gente se encuentre con Dios.
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–Vemos a diario las muertes de miles de personas en Ucrania y Gaza, parece que lo tenemos ya como algo normalizado. ¿Qué le diría a quien se pregunte dónde esta Dios cuando ve estas situaciones tan terribles?
–Hay cuestiones que, como esta, no nos las podemos preguntar desde la teoría. Cuando nos acercamos a la realidad encontramos muchos motivos para la preocupación, pero también encontramos motivos para la esperanza. Por uno de los encargos últimos que me hizo el Papa Francisco estoy en contacto de vez en cuando con la parroquia de Gaza, y ellos me van contando cómo viven y me van contando no solamente lo que sufren, sino también los milagros cotidianos que allí suceden. Entonces, desde lejos, seguramente vemos que allí encontrar a Dios es muy difícil, pero desde cerca ellos se encuentran a Dios con bastante facilidad. Hay muchas personas buenas también allí en esos lugares a través de las cuales Dios sigue haciéndose presente.
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–¿Cree que están politizados los llamamientos a la paz?
–En este momento casi todo se utiliza como munición política y es una pena. Pero no cabe duda de que, se politicen o no, cuando hay una injusticia, la tenemos que denunciar y lo que está pasando en Gaza es una injusticia máxima. Matar a personas inocentes que tienen hambre cuando van a buscar un pedazo de pan no soluciona nada y eso no beneficia a nadie, ni siquiera a Israel.
– ¿Cómo cree que va a ser el pontificado del Papa León XIV? ¿Seguirá la línea de Francisco?
–Francisco fue un regalo para la Iglesia y para el mundo. Conforme pasen los años más descubriremos hasta dónde fue capaz de llegar. Cuando murió, algunas personas me escribieron o me llamaron como para darme el pésame. Recibí muchas llamadas de gente fuera de la Iglesia. Recuerdo sobre todo la de una chica travesti que había sido compañera mía en la escuela hace muchos años, pero que se acordó y me dijo: «Tú ya sabes que no soy una persona de Iglesia, pero yo con este hombre me he sentido valorada y querida». Joroba. Esos son milagros. Que un papa desde el Vaticano sea capaz de llegar a personas que habitualmente se han sentido muy alejadas de la Iglesia me parece que es un tsunami. Ahora viene León que es distinto. El Papa Francisco aparecía ante los medios como era, dicharachero, espontáneo, bromista, a veces poco preciso en lo que decía... Y este aparece como es, o como al menos lo he conocido en el trabajo en el dicasterio de los obispos, pues aparece mucho más callado, mucho más prudente, pero me parece que sus intuiciones se parecen mucho. Después de un papa como Francisco tan intuitivo, que ha abierto tantos caminos, pues ahora necesitamos a un papa que siga abierto a todo aquello, pero que vaya serenando y vaya dando cauce a aquellas intuiciones de Francisco. Yo veo continuidad, pero no continuismo. El Papa León tiene que ser él, no puede ser Francisco.
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«Los curas somos mediaciones pero a veces dejamos mucho que desear, y los laicos también»
–¿Llegaremos a ver en algún momento mujeres sacerdotes o que la Iglesia bendiga el matrimonio de las parejas homosexuales?
–La verdad es que no lo sé. No sabría qué responder a esa pregunta, porque la tendencia social es que nos vayamos acercando a ese tipo de actos, pero ahora mismo no lo veo, no lo veo muy posible.
–Usted ha tenido un trato directo con León XIV en el discasterio de los obispos. ¿Cómo es en las distancias cortas?
–Es parecido a como aparece. Es una persona que escucha mucho, que crea espacios en los que se puede hablar con libertad. Si él intuye que te has podido sentir de una determinada forma por algo se acerca y te pregunta.
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–La diócesis de Málaga ha sido protagonista de uno de los casos más sonados de abusos en los últimos años, que todavía está pendiente de juicio. Imagino que conoce el caso del padre Fran, que presuntamente drogaba a sus víctimas para abusar de ellas. En este y en otros supuestos parecidos, hay quien ve en la Iglesia cierto celo por esconder sus vergüenzas. ¿Cómo podrían evitarse o detectarse antes este tipo de conductas?
–El camino es afrontarlas con verdad y con justicia. Y desde luego tomar en consideración cualquier denuncia que nos llega, porque normalmente detrás de cada denuncia hay mucho sufrimiento acumulado. Y la mayor parte de las personas que denuncian no denuncian por gusto, sino porque saben que el denunciar les supone o les puede suponer un recorrido muy difícil y muy penoso. A nosotros como responsables de la Iglesia nos toca escuchar, investigar y finalmente decir una palabra. En ese sentido me parece que los pasos que se están dando son buenos y firmes. Tenemos que ir aprendiendo que cuando nos preocupamos más del bienestar y de la recuperación de las víctimas que del buen nombre de la institución, precisamente de esa manera iremos recuperando el buen nombre. Cuando nos obsesionamos por el buen nombre de la institución, esto no funciona. Cuando ponemos a las víctimas en el centro, vamos recuperando credibilidad. Pero si estamos obsesionados por la credibilidad y utilizamos a las víctimas, o no acabamos de dar un trato justo y empático, sino que simplemente buscamos quedar bien, entonces las cosas no van bien ni para las víctimas ni para la institución.
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«Hemos confundido cristianismo con normas y lo más importante es el encuentro con Jesucristo»
–Imagino que ya se está percatando de la importancia que tiene en esta tierra la Semana Santa. Las cofradías de Málaga hacen una ingente labor caritativa durante todo el año pero también puede decirse que, junto con las de otras capitales andaluzas, son de las que más invierten económicamente en patrimonio artístico. ¿Cree que son compatibles ambas realidades?
–En nuestra vida, y también en la vida de la diócesis y la de cualquier parroquia, se trata de buscar el equilibrio. Si el 95% lo gastamos en flores y el 1% lo dedicamos a los pobres igual tendríamos que hacer una revisión, ¿no? Los hombres y mujeres somos seres culturales y necesitamos expresar nuestros sentimientos y nuestras convicciones también a través del arte, y a eso no podemos renunciar, pero tampoco podemos renunciar, porque eso sí que está en nuestro ADN, a la solidaridad con las personas más necesitadas.
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–En los últimos años venimos asistiendo, no solo en Málaga sino también en el resto de Andalucía, a un 'boom' de procesiones extraordinarias por aniversarios y conmemoraciones que llenan la agenda de casi todo el año, más allá de la Semana Santa. ¿Cómo ve este fenómeno?
–En esto también se trata de equilibrar. Tenemos que distinguir entre lo ordinario y lo extraordinario y cuando hacemos de lo extraordinario algo ordinario, devaluamos. Hay ocasiones en las que está más que justificado y en otras que a lo mejor tendríamos que frenarnos un poco, porque tan malo es la inflación como el que vayamos saliendo todos los días.
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–Viene a una tierra de pujanza económica, pero que también tiene dificultades, sobre todo por la crisis del acceso a la vivienda. Cáritas ha tenido que incrementar en un 40% sus ayudas al pago de alojamientos. ¿Qué más puede hacer la Iglesia para contribuir a reducir la brecha social?
–La Iglesia está haciendo lo que puede o lo que en cada momento se ve que puede hacer. En el caso del problema de acceso a la vivienda, la Iglesia no está para dar soluciones técnicas, pero sí que está para señalar caminos y para ayudar a las personas concretas. Ciertamente es un problema político de primer orden que existe hasta en Teruel, una tierra que se distingue por la falta de habitantes.
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–¿Cree que la Iglesia debería procurar más que se oiga su voz en los problemas que preocupan a la gente?
–La doctrina social de la Iglesia es bastante desconocida en la sociedad, pero también es bastante desconocida dentro de la Iglesia. Tenemos que hacer un esfuerzo primero para estar más atentos a los problemas sociales y, por otra parte, para intentar hacer una interpretación de lo que está sucediendo desde la fe y desde valores que podemos compartir más allá de la Iglesia. Esa es una asignatura pendiente que tenemos.
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–Málaga tiene un Seminario con apenas una decena de aspirantes al sacerdocio, un número bastante reducido en comparación con otras diócesis de similar población. ¿Cómo se puede paliar este déficit?
–No hay recetas para solucionar esto en dos años. La comunidad cristiana, todos, laicos, religiosos y religiosas, sacerdotes, tendríamos que vivir en una clave más vocacional. Ser conscientes de que tenemos una misión, de que no vamos a sobrevivir ni a ganar dinero, sino que sobre todo lo que tenemos que llevar adelante es una misión concreta. En la medida que sepamos transmitir a la gente más joven que tenemos esa misión, y que ellos también la tienen, por ahí hay un camino que, como digo, no soluciona nada a corto plazo, pero sí puede solucionar a medio plazo. Pediré a toda la diócesis, a todos, que nos tomemos en serio el fomento de vocaciones sacerdotales.
«Si buscamos quedar bien, entonces las cosas no van bien ni para las víctimas ni para la institución»
–Aunque todavía lleva poco tiempo entre nosotros, ¿qué es lo que más le va gustando de Málaga?
–La acogida de las personas, la espontaneidad, la facilidad con la que dais besos y abrazos, pues me parece que eso es muy bonito. Y por otra parte, ya yendo más al terreno más religioso, la intensidad con la que expresáis vuestra fe.
–Decía en una entrevista para la diócesis que usted es 'más románico que barroco'. ¿A qué se refería con esas palabras?
–A que rápidamente te vas a enterar de si estoy de acuerdo o no estoy de acuerdo con una proposición. Que soy bastante directo. Es verdad que antes de tomar una determinación suelo escuchar mucho, suelo valorar las cosas con personas que me ayuden, pero cuando tomo una determinación, pues rápidamente se conoce.
–¿Ha probado ya los espetos o el 'pescaíto' frito?
–Lo he probado, lo he probado, pero me han dicho que me tienen que buscar un sitio mejor…
–Al final, el pasado sábado, Dios repartió suerte en favor del Huesca… Esperemos que haya más oportunidades para el Málaga…
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–Esperemos, esperemos...
–Nosotros le deseamos mucha suerte en su nueva tarea por esta tierra.
–Muchas gracias. ¡Aupa el Málaga!
«No podemos poner más sufrimiento en homosexuales y divorciados»
–Hablaba en la homilía de su toma de posesión que la Iglesia tiene que promover «procesos de liberación, justicia y santidad entre las personas marginadas que se encuentran en las afueras de la sociedad y de la Iglesia». ¿A qué personas se refería?
– A personas que habitualmente se sienten excluidas. Me refiero a personas con pobreza económica y a otro tipo de personas que por su situación pues han podido sentirse rechazadas por parte de la Iglesia. Creo que la Iglesia se dirige a todos, a toda la humanidad, a toda la sociedad, pero si quiere dirigirse a todos tiene que tener presente especialmente aquellas personas que habitualmente han estado más excluidas porque se han separado o porque la Iglesia no las ha sabido acoger bien.
– Le hacía esta pregunta porque homosexuales y divorciados se sienten rechazados y marcados por la Iglesia. Y también la mujer sigue teniendo un papel desplazado. ¿Qué opina al respecto?
– Creo que en esos grupos de personas ha habido mucho sufrimiento, porque en algún momento concreto, o a lo largo de mucho tiempo, han podido percibir que la Iglesia no los acogía tal y como eran. Ciertamente esos grupos que acaba de nombrar, el colectivo homosexual... pues no cabe duda de que hay que hacer todo lo posible para que la Iglesia y las religiones en su conjunto no pongan más motivos de sufrimiento, sino que ayuden a acoger a las personas tal y como son, cada una, como decía Francisco, con su vida a la espalda.
– Parece claro que Francisco abrió una puerta en ese sentido. ¿Fue suficiente o no le dejaron hacer todo lo que él quería?
–Esa pregunta habría que hacérsela a él… No cabe duda de que abrió una puerta con las famosas bendiciones de parejas homosexuales, creo que es un camino abierto. Con el tiempo se darán otros pasos, porque lo que no puede ser en la Iglesia es que haya personas que se crean santas y otras a las que consideramos pecadoras por cuestiones que ni siquiera ellas han elegido.
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