Alejandro Villena, psicólogo y sexólogo
«Nadie imagina que un adolescente lleve un china de hachís en el bolsillo, pero en cambio todos llevan un cine porno en su móvil»El contenido explícito emerge como la única referencia que tienen los jóvenes en el desarrollo de su sexualidad, con efectos muy nocivos
La pornografía en Internet sigue la lógica del capitalismo digital: está disponible a cualquier hora y en casi todos los lados. Además, en la mayoría ... de los casos, de manera gratuita. Los algoritmos de páginas como 'YouPorn' ofrecen las más variadas categorías de preferencias eróticas y las enlazan con un contenido sexual parecido. En estos mundos subterráneos es fácil perderse. Una succión seductora, un remolino poderoso, con capacidad de arrastrar a jóvenes y adultos, incluso, en contra de sus propias voluntades. Expertos como Alejandro Villena (Marbella, 1992) llevan tiempo advirtiendo de los riesgos asociados al consumo de pornografía. Ahora ha publicado un libro, 'Por qué no' (Alienta), en el que disecciona un fenómeno que ha tenido en el 'smartphone' a su mejor aliado para una protagonizar una expansión sin precedentes.
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Y ese consumo de pornografía está dejando huellas en la sociedad. Consecuencias alarmantes, sobre todo, en el caso de niños y adolescentes que toman lo que ven en la pantalla como una referencia para desarrollar su propia sexualidad. «El primer acceso a la pornografía en España está entre los nueve y los once años», alerta Villena, que es psicólogo y sexólogo clínico.
Internet como un espacio infinito. Uno puede contemplar prácticas jamás imaginadas y, como un yonqui de la heroína, el adicto a la pornografía necesita un contenido cada vez más explícito para obtener una satisfacción.
Ante este escenario, Villena aboga en esta entrevista con SUR por una especie de abstinencia del porno. «No hay pornografía sin consecuencias», reitera. Y pide a los padres que busquen el diálogo con sus hijos para no dejar que la educación sexual recaiga en un modelo que degrada el intercambio personal entre dos personas más antiguo y natural del mundo.
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–¿La sociedad tiene un problema con el consumo de pornografía?
–Yo pienso que sí. Un problema a diferentes niveles. La clínica es un reflejo de lo que está ocurriendo. Estamos viendo nuevas patologías. Muchos pacientes nos dicen que intentan dejar la pornografía, pero que no pueden.
–¿Cómo se traduce eso en la vida normal?
–Cuando exploras la vida sexual de los pacientes, ves que están intentando imitar el contenido pornográfico y eso les genera mucha frustración. En lo social, el resultado es una hipersexualización del entorno. El sexo está por todos los lados. Estamos en una sociedad muy libre a nivel sexual, pero que luego no tiene tan buen sexo.
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–¿Dónde estamos en España?
–Estamos en el puesto número once de consumo a nivel mundial. Las visitas que reciben al día las páginas con contenido pornográfico son incontables. Mueven más tráfico que Netflix, Amazon o HBO. Si quisiéramos ver todo el contenido pornográfico que hay en Internet, necesitaríamos 130 años de vida.
–Con los datos que ofrece, parece difícil negar que detrás del consumo de porno hay algo placentero.
–Bueno, en un inicio produce una descarga de placer. Activa el mecanismo de recompensa del cerebro. Pero en las personas que ya tienen un problema con el porno sucede todo lo contrario. Lo que aparece es el sufrimiento. El consumo pasa a ser compulsivo y ansioso.
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–Hagamos un repaso histórico a la pornografía.
–La sexualidad siempre se ha representado por parte de los humanos. En cuadros o en esculturas, por ejemplo. Pero eso no tiene nada que ver con la pornografía. Lo que tenemos ahora es una actualización tres, cuatro o cinco punto cero. Primero llegaron las revistas, que aprovecharon industrias como Playboy. Luego, el VHS y el DVD. Por último, Internet. Pero lo que lo revoluciona todo es el 'smartphone'. Cambia de forma radical el consumo y el acceso. Permite a la industria sembrar su contenido y colocar contenido cada vez más explícito.
–¿Queda algo de aquel erotismo estético de los años 80 y 90? ¿Dónde está la diferencia con el porno?
–El contenido erótico supongo seguirá existiendo en alguna estantería o en algún rincón de Internet. La diferencia está en que el porno es una representación muy cosificante. Sobre todo, de la mujer. Es una búsqueda de placer compulsiva y rápida en la que se utiliza a la persona. Es una visión muy genitalizada y coitilizada de la sexualidad. Prima el placer masculino, que es otra cosa muy significativa de la pornografía actual. Es un contenido con mucha violencia y prácticas muy extremas.
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–¿A qué instinto primario nos conecta la pornografía?
–El sexo es lo más humano que hay. Tiene que ver con nuestro sistema natural de reproducción. Por eso, durante años, los cuerpos se han asociado a los anuncios de colonia. Todo lo que tiene que ver con lo sexual nos activa y nos excita. Estamos preparados y diseñados para activar esa excitación por cuestiones evolutivas. Entonces, claro, la pornografía consigue activar un sistema muy primitivo.
–¿Qué revelaría una resonancia magnética del cerebro durante el visionado de pornografía?
–Pues se observaría una hiperactivación del sistema de recompensa y del sistema que tiene que ver con la dopamina. Ambos son los centros de placer del cerebro. Lo que se va produciendo con el tiempo es un deterioro en la capacidad de control en el lóbulo frontal del cerebro, que es como el director de la orquesta. Al final, el cerebro se desforma. Es como si me pusiera una camiseta dos tallas menor que la mía. La acabaría deformando. Le estoy metiendo mucha energía dopaminérgica a mi cerebro, que no está preparado para ello. Por eso, cada vez me va pidiendo más para obtener los mismos efectos.
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–El porno está lleno de escenas objetivamente rechazables. ¿Por qué no se produce ese rechazo?
–Porque el porno genera una permisividad progresiva. Lo que antes era intolerable para mí, ahora lo acepto. Pasa como con otras adicciones. Primero necesito un cigarro, luego acabo fumando un paquete. La intensidad de las prácticas, lo extremo, va produciendo efectos más potentes en el cerebro. Al final, se acaban erotizando prácticas que no forman parte del repertorio natural de las personas.
–¿Cómo afecta a las personas que están en pareja? ¿Aminora la calidad y el bienestar de la relación?
–Hay un fenómeno que se llama preferencia pornográfica. Cuando voy consumiendo de forma repetida pornografía, al final prefiero el porno antes que el sexo en la vida real. Es como meterle algo extranatural al cuerpo. La propia respuesta sexual ante tu pareja puede sufrir mucho. Hay un estudio muy interesante que lleva el registro de los días en los que las parejas consumen pornografía de manera individual. Esos días, el deseo hacia la pareja o el nivel de comunicación están mucho más bajos.
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–¿Lo ideal sería una ausencia total de consumo de pornografía?
–Yo pienso que sí. Hay muchas maneras de estimular la pareja a nivel sexual. Podemos trabajar con la comunicación, con el deseo, los intereses, las preferencias. Los seres humanos estamos preparados para construir con el piel con piel, no necesitamos contenido explícito.
–¿Hay un tipo de consumo que no sea nocivo?
–No hay pornografía sin consecuencias. Por supuesto, hay diferentes niveles. Pero, en potencia, un vídeo pornográfico es el primer paso hacia una adicción, a incorporar modelos agresivos o que te afecte a tu respuesta sexual. Yo me plantearía una cuestión: ¿para qué veo porno? Muchas veces, nos daremos cuenta que simplemente lo hemos normalizado. Pero eso no es una razón satisfactoria. En Estados Unidos, por ejemplo, está normalizada la obesidad. Eso no significa que sea sano.
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–¿Puede abordar el rol de la mujer dentro de la pornografía?
–Para empezar, dudo que el porno sea la primera opción de vida de una persona. Detrás está, muchas veces, la necesidad, la falta de recursos económicos o la explotación. Los datos nos reafirman en que no es una profesión libre sino que es algo forzado por unos condicionantes. La mujer tiene el rol de agradar al hombre, de sumisión. La representación que hay de la mujer es el de un objeto, porque no podemos hablar de persona, que está dispuesto a satisfacer el placer del hombre a toda costa. Esos mecanismos luego se replican en la vida real y hacen que la mujer crea que lo que tiene que hacer es someterse al hombre y el hombre piense que la mujer debe estar disponible para él.
–¿Las personas con más dificultades para encontrar pareja se refugian antes en la pornografía?
–Las personas con más inhabilidades sociales tienen más tendencia a entrar en la pornografía. Predispone a un mayor consumo.
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–¿El consumo siempre está ligado a la masturbación?
–Generalmente, es la combinación de masturbación y pornografía. En casos extremos de adicción, hay personas que ni siquiera necesitan masturbarse.
–¿La salida de la adicción es similar a la de otras?
–El protocolo que está estandarizado es similar al de otras adicciones. Conciencia de enfermad, motivación al cambio, control de los estímulos, vida ordenada, hábitos saludables, trabajo sobre la autoestima… son variables que se utilizan también en otras adicciones, sí.
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–Un adolescente puede acceder ahora a la pornografía a través de su móvil. ¿Es el gran cambio de paradigma?
–Todos los adolescentes tienen un cine porno en su bolsillo, pero nadie se imagina que lleven una china de hachís. Esa accesibilidad está haciendo que la exposición sea mucho mayor que hace 20 años. El acceso ilimitado que tienen los niños a los teléfonos móviles, con un material sexual totalmente explícito, alejado de la realidad totalmente, despersonalizado y deshumanizante, le produce una narrativa y una idea sobre la sexualidad totalmente errónea.
–¿Con qué consecuencias?
–Lo primero serían unas expectativas absolutamente irreales que les generan frustración cuando no las alcanzan. Eso, a su vez, les influye en cómo se relacionan con las personas en la vida real.
–Si tengo un hijo o una hija de diez años, ¿puedo dar por hecho que ya ha visto pornografía?
–Desgraciadamente, sí. El primer acceso a la pornografía en España está entre los nuevo y los once años. Lo normal es que ya lo tenga presente. Nosotros damos talleres en quinto y sexto de primaria.
–¿Cómo pueden actuar los padres?
–Lo más probable es que sus hijos vayan a ver porno. Es así de duro y así de crudo. Por tanto, hay que forjarles un pensamiento crítico y una capacidad de distinguir lo que es real y lo que no. Y fortaleciendo a la persona en una idea respetuosa y empática, ajustada a la realidad de la sexualidad. Es importante tener conversaciones con naturalidad, sin enjuiciar. Tratar de entender al adolescente. Acercarnos a esto como si fuera una dimensión más, como puede ser el deporte o la alimentación. Pues hablemos también con ellos de las relaciones sanas y de la sexualidad.
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–¿Los adolescentes que ven pornografía dan por hecho que las relaciones sexuales son como lo que ven en las pantallas?
–Por desgracia, sí. Ahí aplica la teoría del aprendizaje social, que es por observación. El aprendizaje vicario a través del porno, en el que van imitando esos comportamientos porque es la manera en la que creen que deben desarrollarse a nivel sexual. Hay una sociosexualización pornográfica que viene condicionada por todo el tiempo que pasan viendo ese material y porque no tienen un referente sano. Incorporan la pornografía y tratan de ejecutarla. La mayoría no tiene la capacidad crítica para distinguir si eso es así o no. O si es lo que hay que hacer para ser guay y ser un buen hombre.
–¿Afecta a la autoestima de los adolescentes?
–En comparativa, el adolescente piensa que no es lo suficientemente hombre. Que para ser viril debería comportarse como le dicta el porno. En las mujeres pasa que piensan que para gustar al hombre tienen que permitir todo lo que el hombre quiera. Entonces, se van normalizando esos estereotipos de género, esos modelos en los que el hombre es dominante y la mujer es la sometida. Incluso se ha visto que las neuronas espejo, que son las neuronas de imitación de comportamientos, están alteradas en las mujeres que visualizan más pornografía.
–¿Cómo se traduce esto en la sexualidad de las niñas más jóvenes?
–Descuidan lo que es su propia responsabilidad del placer, que sea un placer recíproco. Sienten que solo deben satisfacer al hombre.
–¿La educación sexual de los jóvenes viene a través del porno?
–Sin duda. A día de hoy, la profesora de educación sexual de nuestros adolescentes es la pornografía. O nos hacemos cargo nosotros, o Internet llega antes. Hay ahí una asignatura suspensa y pendiente.
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–¿El legislador no debe hacer más para poner freno al consumo de pornografía en adolescentes?
–Sería complejo, pero sí que tenemos referentes europeos que empiezan a andar este camino. Francia ha planteado la posibilidad de crear un carnet especial para acceder a estas páginas. Al menos, comprobar la verificación de la edad de alguna manera. Uniendo fuerzas entre psicólogos, abogados e informáticos sí que pienso que se debe hacer algo para evitar el uso tan temprano que estamos viendo. Es un abuso que estén expuestos a este contenido.
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