Las redes se embarcan en la jábega y se sacan del mar con las capturas. J. C. García

Homenaje a la tirada del copo, al arte prohibido que nos dio de comer

El barrio fuengiroleño de Los Boliches, fiel a su alma marinera, recrea dos veces al año este tipo de pesca para no olvidar lo que fue

Domingo, 13 de julio 2025, 00:31

Es poniente y el mar está en calma. Las redes están preparadas y un grupo de hombres va empujando la jábega hacia el rebalaje. Entre ... ellos está Pedro Hernández. A sus 82 años tiene fuerza suficiente para hacerlo, pero si con algo empuja Pedro es con el alma. No es distinto en el caso de los demás, aunque sean mucho más jóvenes, porque si de algo va esto es de eso, de alma. Es la recreación de la tirada del copo que dos veces al año —la primera en los días previos a la festividad del Virgen del Carmen, y la segunda el 15 de agosto, con motivo de la Fiesta de los Veraneantes— organiza la Peña Recreativa Bolichera, una entidad dedicada a conservar las tradiciones de este barrio fuengiroleño que siempre quiso ser pueblo y que siempre —aún hoy— sintió serlo. ¿Y cuál es la principal? «El copo», responde sin dudar su presidente, Juan Blanca.

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El pescado que Hernández, Blanca y los demás saquen de las hoy calmadas aguas de su playa de Los Boliches volverá al mar. Es la condición que ha puesto la Junta de Andalucía para autorizar esta recreación, porque este ancestral arte de pesca fue prohibido en los años 60 por esquilmar las reservas pesqueras. «Con el copo, te lo llevabas todo, boquerones, jureles, algún pulpo, pero también chanquetes y peces muy pequeños», apunta Hernández. Aún años después de la prohibición en las playas fuengiroleñas seguía haciéndose. Hasta que las multas —y el desarrollo económico que trajo aparejado el turismo— lo pararon para siempre. Antes sólo lo paraba el levante. «Había mucha necesidad y toda la costa de Málaga vivíamos de esto o del trasmallo», afirma.

Se tira de los dos cabos de las redes. J. C. García

Lo que no ha parado todavía es la fuerza de los bolicheros por recordar lo que fueron. Y así es como la jábega entra en el mar. La empujan un grupo de hombres, y cuatro de ellos se suben para empuñar cada uno de los remos. Todo lo dirige el patrón de la embarcación. Pero antes, cuando el tiro del copo no era una recreación, sino un modo de vida, el patrón no embarcaba. «Se quedaba en tierra para dirigir, y él se llevaba parte y media de lo capturado y los demás una parte», explica Hernández. Las redes van a bordo de la jábega, y en tierra se dejan los cabos que se va desenrollando mar adentro describiendo un semicírculo. Los extremos de los dos cabos se mantienen a flote gracias a corchos y en el centro del semicírculo está calado el copo, del que cuida la jábega.

«Con 8 años ya iba con mi padre a tirar el copo»

Desde la playa se tira de las redes con una tralla como la que porta Hernández. Quien observe el artilugio no verá más que un pedazo de red con un cordel que lleva un corcho anudado en su punta, pero para él es mucho más: «Es la herencia que me dejó mi padre». De la «herencia» Pedro empezó a hacer uso pronto: «Con 8 años ya iba con mi padre a tirar el copo, luego iba a la escuela y me quedaba dormido, cómo no iba a quedarme dormido si me había levantado a las 4 de la mañana…». Porque cuando se tiraba el copo era al alba, o al atardecer, cuando «se cogía el pescado gordo».

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Los corchos hacen que la red esté a flote, mientras el copo se mantiene abajo. J. C. García

Para tirar con la tralla antes hay que prender la maroma que sale hacía la orilla, conocida como beta. En la recreación la jábega se aleja «14 betas, pero antes eran 40», hasta 500 metros. Una vez que la red está cerca del rompeolas, los marengos —o lo choros, que es como prefieren llamarse en Fuengirola quienes se dedican a los oficios del mar— rodean la parte final de ésta y van moviendo la red hasta sacarla totalmente del mar.

Cobrar en garfa o en musa

Lo que hoy hay dentro se devuelve al mar, pero entonces era el sueldo. El salario podía tener dos formas: de garfa o de musa. La primera era cuando el choro cobraba con un puñado de pescado, la segunda cuando lo hacía en metálico una vez que se hubieran vendido las capturas. Cobrar con garfa no siempre significaba que el pescado acabara en la mesa del choro, como atestigua el nombre con el que se conoce el camino que une Los Boliches con los campos de Mijas: la Cuesta de los Pescadores. «Subíamos con una cesta con pescado y nieve y la cambiábamos patatas, tomates, pimientos…», cuenta Hernández.

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Ha pasado tanto tiempo que hoy ningún turista que se acerque a Los Boliches podría adivinar el nombre con el que se conoce al camino. Ni siquiera alguien de la edad de Pedro Hernández, que dejó de ser choro para ser carpintero los últimos 40 años de su vida laboral. Y mucho menos de la de Juan Blanca, que cuanta alrededor de la mitad de años que él y nunca se ganó la vida con el mar. Pero en cada recreación de la tirada del copo, ahí están ambos hombro con hombro. A Hernández lo acompaña su nieto y a Blanca, su hijo. Porque esto va de mantener las tradiciones. Y si en Los Boliches hay algo que el boom turístico no enterró para siempre eso es, sin duda, su alma marinera.

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