El cambio cromático llega a Málaga con retraso

«Lo que estamos viendo es que el periodo estival va ampliándose cada vez más y disminuye los tiempos de las estaciones intermedias, primavera y otoño». Así lo advierte Enrique Salvo, botánico, profesor de Ciencias Ambientales y director de las cátedras para la Conservación de la Naturaleza de la Universidad Internacional de Andalucía (UNIA) y FyM de Cambio Climático (UMA). En el equinoccio de otoño (22 de septiembre) se debería producir una bajada de temperaturas y es cuando se esperan las precipitaciones, que en el caso de Málaga suelen llegar procedentes de las borrascas atlánticas. «Pero esto ha ido cada vez reduciéndose más y da lugar a esta nueva estación intermedia, el veroño, caracterizado por temperaturas más elevadas de lo habitual y que cada vez va más lejos», unido a la ausencia de lluvias. El invierno también se acorta y se comprime en favor de un verano más extenso y seco.

«De ahí que la vivacidad de los grandes cambios cromáticos que se producían y tenían una extensión amplia en los meses de octubre y noviembre, ahora la vemos cada vez más acortada en el tiempo, y viene seguido por pocas semanas de un invierno frío, lo que hace que todo se altere en el mundo vegetal». A grandes rasgos, hay dos formas de actuar por parte de las plantas: unas se adaptan más al reloj biológico que marcan las horas de sol diarias y ello influye en la producción y caída de las hojas y el cambio de colorido. Los árboles caducifolios, como el castaño, están entre los que más sufren, pues están habituados a ese reloj que ahora no acompaña con las variables ambientales.

La otra manera de actuar es la del almendro, que requiere un número de horas de frío para activar los mecanismos para trabajar en el subsuelo, con más crecimiento de las raíces para absorber la precipitación que requiere para la posterior explosión primaveral. Digamos que en otoño acumulan y en invierno entran en el letargo previo al equinoccio de primavera. «todo esto va concatenado, de manera que si falla lo primero, un otoño sin agua, da primaveras más adelantadas y pobres, lo que produce un trastorno». Por tanto, el contraste cromático será cada vez mayor, porque habrá plantas más dependientes del reloj biológico y otras afectadas por la falta de horas de frío.

En Málaga, ello está directamente vinculado con la floración del almendro, que se acerca cada vez más a los primeros días de enero cuando lo normal era que se produjera en febrero. Algo que pilla con el paso cambiado a los insectos polinizadores, que no estarán activos al mismo tiempo que se abren las flores.

De este modo, el botánico vaticina que el Bosque de Cobre del Genal, con su transición de colores desde el verde al amarillento, anaranjado y rojo, antes de caer, «esa gama cromática maravillosa» será cada vez más homogénea y con cambios más rápidos. En definitiva, menos bella y atractiva por culpa del cambio climático.