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Rafael Prado posa delante de su negocio, que cerrará después de Navidad. SALVADOR SALAS
El Café Central cerrará a principios de año tras un siglo vinculado a la historia de Málaga

El Café Central cerrará a principios de año tras un siglo vinculado a la historia de Málaga

El centenario establecimiento bajará la persiana el próximo mes de enero por la jubilación de su propietario

Juan Soto

Málaga

Viernes, 26 de noviembre 2021, 00:39

Málaga está a punto de escribir una de las páginas más dolorosas de su extensa historia comercial. El Café Central, el centenario establecimiento hostelero que inventó la forma de nombrar a los cafés, está a punto de bajar la persiana por la próxima jubilación de su propietario.

El negocio ubicado en la plaza de la Constitución prevé cerrar sus puertas después de las fiestas navideñas, previsiblemente durante el mes de enero, y poner así punto y final a 101 años de historia vinculada al Centro de la ciudad y a la vida de los malagueños. A sus 67 años, su propietario, Rafael Prado, entiende que ha llegado el momento de jubilarse y descansar tras una vida detrás de la barra.

Asegura que la decisión la lleva meditando desde hace varios meses, aunque no niega que detrás de su voluntad también se esconde un conflicto por la propiedad del edificio que se prolonga ya demasiado en el tiempo. «La decisión ha sido muy difícil de tomar porque el Central no es solo una empresa, es un legado», resume.

El próximo cierre ya ha sido comunicado a los cerca de 30 trabajadores que tiene la empresa. Pese al cese, la esencia del negocio se mantendrá en La Malagueta, en donde los hijos del empresario abrieron una cafetería en junio de 2018. Además, el café de especialidad que se puede degustar en el establecimiento hostelero también se podrá adquirir en Artisan Coffee Málaga, el tostador que dirige su hijo Ignacio en la plaza de San Francisco.

Una historia centenaria

La historia del Café Central se remonta a principios de los años 20 del siglo pasado. Aunque los orígenes no están del todo claros, las primeras referencias son del año 1920, cuando el nombre del negocio aparece en la publicidad de una guía turística de la ciudad: Café El Central de Manuel Lucena. Según reseña el historiador Fernando Alonso en su libro 'Comercios históricos malagueños', en sus orígenes fue un café modesto hasta el que acudían 'tocaores' de guitarra, cantaores y demás personajes relacionados con el arte flamenco. El establecimiento lo regenta la familia Prado desde el año 1954, cuando lo adquieren prácticamente abandonado.

La familia Prado regenta el establecimiento desde el año 1954, cuando lo adquieren prácticamente abandonado

Prado confiesa que la vida del Central es la historia de su familia. El negocio lo iniciaron su padre y su tío después de la Guerra Civil y tras experiencias previas en El Suizo y el Café Munich, negocios que se encontraban en la misma plaza, a un lado y al otro del Central. De hecho, el nombre de Central quizá se deba a que se encontraba en medio de los tres. «Mi padre nunca le cambió el nombre a ninguno de los negocios», explica. Posteriormente, hacia el año 1968, compraron los locales anejos donde estaban el Suizo y el Munich hasta completar el bajo comercial donde se asienta hoy.

Una forma de nombrar el café

Aunque si por algo es conocido el Central es por haber creado una forma propia de nombrar a los cafés que ha dado la vuelta a todo el mundo y que atrae a todos los turistas que visitan la ciudad. Rafael recuerda que su padre estaba cansado de rehacer cafés porque los clientes siempre le pedían un poco más de cantidad. «En aquella época la gente era muy rácana e inventaba cualquier excusa para intentar beber más». Por ello decidió instaurar las ya famosas nomenclaturas que van desde el solo hasta la nube (o el 'no me lo ponga', que incluyeron a modo de broma).

En el año 2015, el Central fue incluido en el libro '50 cafés históricos de España y Portugal', algo que también quedará para el recuerdo y orgullo de la familia. También quedarán para la historia el azulejo con el nombre de los cafés que elaboró Amparo Ruiz de Luna y su correspondiente traducción al latín del padre Laureano Manrique con la que se fotografían todos los turistas. Esos que se quedarán un poco más huérfanos a partir del próximo enero.

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