Aquellos días de julio donde ETA convulsionó Málaga
Se cumple un cuarto de siglo de la semana trágica donde la banda terrorista asesinó al concejal del PP José María Martín Carpena, hubo un atentado frustrado contra el socialista José Asenjo y colocó un coche bomba trampa en la capital
Sábado, 15 de julio de 2000. Málaga vive con intensidad el primer verano del nuevo siglo. Residentes y turistas disfrutan del sol y las playas, ... degustan espetos de sardinas sintiendo en su piel el salitre y hacen planes para disfrutar de la noche en conciertos, veladas, verbenas y pregones por la inminente festividad de la Virgen del Carmen. El ritmo de la ciudad late al compás de las costumbres del estío y de las vacaciones.
En esos momentos nada hacía presagiar que esas rutinas se iban a ver perturbadas de forma brusca y dolorosa por la muerte, la amenaza y el miedo. Esa jornada, la siempre hospitalaria ciudad de Picasso recibió a unos visitantes que nunca hubiera deseado ya que la banda terrorista ETA inició una macabra visita que se saldó con el asesinato del concejal del PP José María Martín Carpena, el atentado frustrado contra el socialista José Asenjo y la colocación de un coche bomba trampa en la capital. Hubo que esperar unas meses para ponerle nombre y rostro a aquellos turistas con pistolas como los definió Manuel Alcántara en una columna en SUR. Así fueron aquellos días trágicos donde los miembros del 'Comando Andalucía' Igor Solana y Harriet Iragi convulsionaron Málaga.
Sábado 15
El asesinato de un hombre «bueno»
El de Nueva Málaga es un barrio tranquilo de gente sencilla y trabajadora que reside en los bloques de vivienda levantados a partir de los años 60 del pasado siglo al calor del crecimiento de la ciudad. En uno de esos edificios, en la calle Rosa, vivía José María Martín Carpena, quien desde 1997 era concejal en el Ayuntamiento por el PP y en esos momentos responsable de los distritos de Puerto de la Torre y Carretera de Cádiz.
Hacía pocos minutos que el reloj de la Catedral había dado las nueve y media de la noche cuando el edil de 49 años –que esa misma mañana había reservado en una agencia de viajes las vacaciones familiares– abandonaba su vivienda junto a su mujer, Elvira Calvente, para dirigirse a La Cónsula al pregón de la peña La Biznaga que iba a pronunciar el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, quien llevaba apenas unas semanas en el cargo tras sustituir a Celia Villalobos. Les acompañaba su hija, Mariché, de 17 años, a quien iban a dejar en la plaza de toros de La Malagueta en el concierto de Maná.
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El concejal nunca llegaría a su destino. Las cuatro balas asesinas, una de ellas mortal según la autopsia, disparadas por el terrorista Igor Solana acabaron con la vida de Martín Carpena en presencia de su esposa, su hija y el chófer de su coche oficial. Nunca llevó escolta ni nunca quiso protección especial. «Si yo no he hecho mal a nadie, ¿por qué alguien querría hacerme daño a mí?», había declarado en alguna ocasión, aunque sí seguía las normas de autoprotección dictadas por Interior. Pero sí hubo alguien que quería hacerle daño: los asesinos que lo pusieron en su punto de mira ya que llevaban meses recopilando información sobre él y otros cargos públicos de la provincia. Frente a su portal, entre dos vehículos, uno de los cuáles rodeó malherido tras los disparos, quedó el cuerpo inerte de un hombre «bueno y trabajador» que siempre buscó ayudar a los demás, como explican quienes lo conocieron. Hasta el lugar de la tragedia empezaron a llegar autoridades, amigos y vecinos consternados por el asesinato. En esos momentos, la pesadilla no había hecho más que empezar.
Domingo 16
Un día marcado por el dolor y la rabia, pero también la firmeza ante el terror
Aunque la banda terrorista ya había atentado en otras ocasiones en la provincia y había matado a diez malagueños (siete guardias civiles, dos policías y un militar) que prestaban sus servicios en el País Vasco, Navarra y Madrid, el de José María Martín Carpena fue el primer, y único, asesinato que ETA cometió en tierras malagueñas. Por ello, Málaga amaneció aquel domingo veraniego en un ambiente de dolor, rabia, abatimiento, impotencia e incomprensión, pero también marcado por la solidaridad ante el dolor, la unidad política y la firmeza frente al terror.
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Así quedó de manifiesto tanto en la capilla ardiente instalada en el salón de los Espejos del Ayuntamiento, donde los malagueños acudieron para dar el pésame y su último adiós al concejal, como en la misa 'corpore insepulto' celebrada en la Catedral, donde el féretro entró a hombros de concejales de todos los partidos, con la bandera de la ciudad y el aplauso de los miles de malagueños que se congregaron tanto dentro de las naves catedralicias, como en el exterior del primer templo de la diócesis.
La eucaristía fue oficiada por el entonces obispo, Antonio Dorado Soto, y a ella asistieron, entre otros, el presidente del Gobierno, José María Aznar, y el de la Junta, Manuel Chaves, o las entonces máximas responsables del Congreso y el Senado, Luisa Fernanda Rudi y Esperanza Aguirre, respectivamente. A su conclusión, el féretro fue trasladado al cementerio para un entierro en la intimidad.
Lunes 17
Los malagueños abarrotan las calles contra el terrorismo y para pedir paz
Superando las previsiones más optimistas, los malagueños abarrotaron las calles de la ciudad durante la manifestación que recorrió el centro de Málaga contra el terrorismo y para pedir paz. Según recogen las crónicas, se convirtió en la más numerosa de las celebradas en la ciudad hasta ese momento. Unos 300.000 ciudadanos, donde hubo familias enteras, numerosa gente joven y un gran número de personas llegadas desde diferentes puntos de la provincia, participaron en una marcha, donde hubo representantes de todos los partidos e instituciones.
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Un pueblo unido con el único objetivo de reclamar el final del terrorismo –aún hubo que esperar más de una década para que ETA anunciara el cese de la actividad armada y casi veinte para su disolución– y mostrar su solidaridad con la familia de Martín Carpena. Una manifestación celebrada en un ambiente de serenidad y sin insultos, donde se sucedieron las ovaciones en memoria del concejal.
El epílogo lo pusieron las emocionantes y vibrantes palabras pronunciadas por el alcalde durante la lectura del manifiesto: «Podéis matar a uno de los nuestros, podéis matar a muchos de los nuestros, pero mientras un sólo malagueño aliente, ¡no nos robaréis la libertad!». Poco después de terminar, De la Torre volvió a salir para improvisar un discurso donde pidió a los ciudadanos que salieran al día siguiente a trabajar por una Málaga mejor y por la libertad.
Martes 18
El testimonio de una viuda rota
Tres días después del atentado, se publicaron las que hasta el día de hoy, veinticinco años después, son las únicas declaraciones públicas de Elvira Calvente sobre el asesinato de su esposo. Es el testimonio de una viuda rota por el dolor. «Sólo espero que los asesinos de mi marido sufran lo mismo que estoy sufriendo yo», afirmó en ese momento en declaraciones a este periódico.
«Al principio, creí que el muchacho de la gorra estaba de broma y por eso me dirigí hacia él y le regañé; después, cuando vi que apuntaba fríamente con una pistola y que José María se agarraba a la ventanilla rota del coche y caía al suelo, me di cuenta del drama y entonces me puse a gritar pidiendo una ambulancia, caminando sin rumbo fijo y sin saber en esos momentos qué hacer ni a quien recurrir», relató en una conversación en su vivienda, donde admitió que ella nunca aceptó la dedicación política de su marido porque «estaba perjudicando a la vida familiar».
Miércoles 19
El líder del PSOE y su familia vuelven a nacer
Málaga aún no se había recuperado del dolor por el asesinato de Martín Carpena cuando el zarpazo terrorista volvió a golpear a la ciudad. Eran las 9.30 horas de la mañana cuando el entonces líder del PSOE en Málaga y diputado en el Congreso, José Asenjo, su esposa, Macarena Ruiz, y su hija de 15 años, Laura, salieron de su vivienda en la calle Pepita Jiménez, en la urbanización Cerrado de Calderón, para subirse a su vehículo, un Honda Civic de color verde. Al poco de arrancar, el dirigente socialista oyó una pequeña explosión «como un petardito» y vio cómo salía una pequeña humareda. Extrañado, bajó del coche y observó que de los bajos asomaba un objeto sospechoso, que le hizo pensar en lo peor.
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Sin perder los nervios, con serenidad, hizo bajar a su mujer e hija del vehículo y dio aviso a las autoridades. La policía comprobó que se trataba de una bomba lapa con 1,5 kilos de explosivos que los terroristas habían colocado en los bajos del coche; el fallo del detonador evitó una nueva tragedia y José Asenjo, Macarena y Laura volvieron a nacer. «He tenido la suerte que no tuvo Martín Carpena», declaró el dirigente socialista tras un atentado, el segundo en apenas cuatro días en Málaga, que elevó el temor entre los dirigentes políticos y obligó a extremar las medidas de seguridad y protección.
Con el atentado contra el dirigente socialista en tierras malagueñas, ETA intentaba marcar el inicio del 35º Congreso Federal que el PSOE celebraría ese fin de semana en Madrid y que llevó a Zapatero al liderazgo del partido.
Jueves 20
Último episodio del calvario: desalojos por un coche con una bomba trampa en la calle Amargura
Los viles planes de ETA no acabaron ahí. El último episodio de la pesadilla tuvo como escenario el barrio de la Victoria. A las ocho de la tarde de ese día, una llamada de los terroristas a Bomberos avisó de que en la calle Amargura, en la subida hacia el Monte Calvario, habían dejado un coche con explosivos. Tras una primera inspección sin éxito de los agentes de los Tedax, hubo una segunda llamada de los asesinos precisando la ubicación, lo que levantó las sospechas policiales de que fuera una trampa.
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Esta situación llevó a acordonar la zona y a evacuar a unas 200 personas residentes en las cercanas viviendas mientras los artificieros procedieron a la desactivación de la carga explosiva del vehículo, un Renault Clio blanco, cuya matrícula había sido 'doblada' y pertenecía a un turismo de las mismas características que en esos momentos estaba estacionado en Benalmádena. El coche abandonado en la Victoria por los terroristas, que había sido robado el día antes del asesinato de Martín Carpena, tenía una bomba trampa dirigida a los agentes policiales situada bajo el asiento del copiloto. Fue desactivada tras dos pequeñas detonaciones controladas.
Durante las labores para desactivar la bomba-trampa, los vecinos vivieron tres horas de temor y angustia hasta que a medianoche la calma volvió al barrio y a la ciudad poniendo el punto y final a aquellos aciagos y negros días de julio de hace 25 años en los que la barbarie terrorista mantuvo en vilo a Málaga. Sin embargo, el terror continuó en Andalucía ya que el comando asesinó en octubre de ese 2000 al fiscal Luis Portero en Granada y al coronel médico Antonio Muñoz Cariñanos en Sevilla. Finalmente, los asesinos fueron detenidos y juzgados.
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