«Alguien dijo por Telegram: si quieres salir de Ucrania, ve a esta dirección en media hora, y me fui»
Olena Petrova amaneció ese 24 de febrero en que Rusia invadió su país sobresaltada por los golpes que la vecina daba en su puerta, puso la televisión y sólo emitían un vídeo de los ataques en bucle
Olena Petrova, de 38 años, logró salir de Ucrania cuatro días después de la invasión rusa, en febrero de 2022. Aunque su primer destino fue ... Portugal, porque ahí vive desde hace veinte años la mayor parte de su familia. Cuenta que se dedicaba a la organización de fiestas y eventos. Que su vida ha sido siempre en busca del sol: por el verano trabajaba en Europa; en invierno, en Dubai o en Tailandia. Pero tuvo que romper con sus clientes rusos, que eran la mayoría de los que tenía. Y luego con los políticos ucranianos, de los que no tiene buena opinión. Así que trata de reinventarse formándose en el márketing. La guerra le rompió la vida. Incluso le ha cambiado el nombre de su ciudad para alejarla de cualquier resquicio rusófilo. En esa persecución constante del sol, ha acabado en la costa que lleva ese nombre donde dice que es feliz.
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Ya conocía España por sus viajes de trabajo. Y siempre le había gustado. Aunque no quitemos hierro a las causas de su migración. Olena Petrova rememora esa madrugada del 24 de febrero en que el mundo se despertó con la invasión rusa de Ucrania: «Mi vecina me levantó de la cama con los golpes que estaba dando a mi puerta. Abrí y me dijo que la guerra había empezado. Me asusté y empecé a buscar información. En la televisión, en todos los canales, ponían un vídeo de los ataques de unos cinco minutos que se repetía en bucle. Llamé a mis amigos de Kiev, a unos que viven a las afueras de la ciudad, en la zona más golpeada. Me dijeron que había un canal de Telegram en el que la gente se ayudaba para organizar la salida del país. Cuatro días después alguien me dijo que en media hora me presentara en un lugar para huir. Preparé una pequeña maleta y le dejé las llaves de mi casa a la vecina. Menos mal que tenía dinero en efectivo porque el viaje a la frontera me costó cien euros», rememora del tirón.
«No quiero volver a Ucrania. Ni de visita. Tengo miedo de lo que ocurra cuando acabe la guerra. La mayoría de los ucranianos quiere volver. Yo no.»
El periplo hasta cruzar a Polonia fue largo y accidentado: aunque al principio eran solo unos cientos de personas quienes querían salir de Ucrania, pronto fueron miles, en coches, en autobuses… hubo tal atasco que muchos optaron por ir a pie. Ella, que era una persona sola –su pareja no podía dejar el país porque estaba llamado a combatir–, iba llamando a las ventanillas de todos los coches hasta que le hicieron hueco en uno. Estaba exhausta. Casi en shock. Llevaba muchas horas sin dormir. También por Telegram dio con una mujer polaca que la recibió al otro lado de la frontera y le dio cobijo en su casa de Varsovia durante unos días hasta que cogió el avión y llegó a Portugal. Ahí estuvo un año esperando que su chico arreglara los papeles para poder eludir el combate y reunirse con ella. Cuando lo logró, los dos se vinieron a Málaga.
Fue aquí donde la pareja, ahora rota, pidió la ayuda que Europa acordó prestar a quienes huían de la guerra: un permiso temporal de residencia, apoyo habitacional y económico. Ahora va a clases de español –que ya habla con fluidez–, tiene ayuda de una trabajadora social y continúa formándose en márketing. «Necesito un trabajo estable. No quiero volver a Ucrania. Ni de visita. Tengo miedo de lo que ocurra cuando acabe la guerra. La mayoría de los ucranianos que están en España sí quieren regresar, pero yo no», zanja.
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