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Raquel Merino
Sábado, 9 de julio 2016, 11:46
Son menos populares que Las lágrimas de San Lorenzo, como se conoce comúnmente a la lluvia de meteoros de las Perseidas, pero también se producen cada año desde principios de julio hasta mediados de agosto. Se trata de la lluvia de meteoros de las alfa-Capricórnidas, menos conocida que la primera por su baja actividad. No obstante, tal y como explica el astrofísico José María Madiedo, responsable del proyecto Smart que estudia este tipo de fénomenos (Meteoroides.net, a pesar de su baja intensidad, en ocasiones, puede generar bolas de fuego visibles desde la Tierra muy llamativas por su intensidad y que casi al final de su trayectoria se despiden con una explosión que hace que su luminosidad aumente bruscamente. Éste ha sido el caso del meteorito que anoche entró en contacto con la atmósfera terrestre y que puedieron observar, no exentos de asombro, cientos de malagueños.
El responsable: el cometa 169P. Cuando en su movimiento de traslación anual, la Tierra se cruza con los restos de la cola de este cometa, estos se desintegran al entrar en contacto con la atmósfera. "Lo habitual es que los meteoritos sean del tamaño de un grano de arena y formen estrellas fugaces, pero también pueden desprenderse fragmentos más grandes, del tamaño de un puño o un balón, que dan origen a estas bolas de fuegos", detalla José María Madiedo, quien añade que en el caso de las alfa-Capricórnidas, estos bólidos son muy luminosos, "más brillantes que la Luna llena", de ahí que llamen tanto la atención.
A pesar de la expectación que generó anoche, sobre todo por la hora a la que se produjo, Madiedo señala que se trata de un fenómeno bastante habitual y no descarta que se pueda avistar bolas de fuego similares en los próximos días o semanas, mientras la Tierra siga cerca de la órbita del cometa 169P. Lo que nunca puede determinarse es desde qué punto de la extesión terrestre serán visibles ni a qué hora harán su aparición.
El meteorito de anoche entró en la atmósfera a 110 kilómetros de altura sobre la vertical de la cordillera del Rif, en el norte de Marruecos, y avanzó en dirección noroeste más de 100 kilómetros "para desaparecer de nuestras cámaras a unos 77 kilómetros de altitud entre Alcazarquivir y Tetuán", como detallaron desde la Sociedad Malagueña de Astronomía. La velocidad media estimada con la que cruzó el cielo fue de 34 Km/s, es decir, unos 95.000Km/h..
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