Otro verano esquivando natas y desechos en las aguas de Málaga
Los residuos vuelven a aflorar en las playas de la provincia por los malos hábitos de los ciudadanos y la falta de depuración
Francisco Jiménez
Domingo, 3 de julio 2016, 00:47
Si en cualquier punto de los 161 kilómetros del litoral malagueño se pidiera a los bañistas que se levantaran todos los que alguna vez han tenido que bracear más de la cuenta para alejar las natas o esquivar algún residuo flotante aún más desagradable, seguramente las playas, que estos días ya empiezan a colgar el cartel de completo, se quedarían vacías. Un verano más, las manchas y los desechos en el agua vuelven a servir de tarjeta de presentación para la marca Costa del Sol. Una mal endémico que sigue arrastrando la provincia como consecuencia de los hábitos incívicos de las muchas personas que siguen utilizando el váter como una papelera para tirar las toallitas húmedas, compresas, bastoncillos e incluso preservativos sin ser conscientes, o sin importarles, que esas basuras acaban taponando las redes de saneamiento. Normalmente se retiran, pero cuando llueve con intensidad o llegan picos de actividad en verano por el aumento poblacional las conducciones no siempre dan abasto, rebosan y liberan por los aliviaderos todo el caudal, residuos sólidos incluidos.
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Mirar para otro lado
A partir de ahí, las corrientes se encargan de mover durante meses la basura flotante. A esto se une esa costumbre aún extendida de echar el aceite de la freidora por el fregadero o el inodoro. Aproximadamente ocho de cada diez litros acaban en el desagüe. En el mejor de los casos, si su destino es una depuradora, el 10% de las grasas culminan su trayecto en el mar. Lo que ocurre en municipios que no depuran sus aguas es fácilmente deducible. «Hay mucha gente que aún cree que el inodoro está para cualquier cosa, que tiras de la cisterna y ya no hay problema, pero por mucho que las depuradoras estén preparadas, hay puntos en la provincia donde no se tratan las aguas residuales y luego las corrientes se encargan de repartirlas por toda la costa», advierte Jorge Gil, jefe de Servicio de Colectores de Saneamiento de Acosol, la empresa pública de aguas de la Mancomunidad de Municipios de la Costa del Sol Occidental. En la misma línea, el director de Instalaciones Industriales de Emasa, Pablo Temboury, pone el acento en el daño que hacen las toallitas. «Las anuncian como biodegradables, pero no lo son. Cualquiera puede hacer la prueba en casa metiendo una en un vaso de agua durante varios días y verá que sigue ahí porque es algodón. En cambio, el papel higiénico acaba convirtiéndose en una papilla», explica el técnico de la empresa de aguas de la capital
Las conductas de algunos dejan mucho que desear, pero también la actitud de las administraciones públicas a la hora de resolver de una vez por todas la gran asignatura pendiente que desde hace cuatro décadas viene reivindicando la Costa del Sol en su camino hacia la excelencia turística: la culminación del saneamiento integral, para alcanzar el ansiado vertido cero de aguas fecales.
En el interior de la provincia aún quedan una treintena de pequeños municipios cuya carga contaminante acaba en ríos o arroyos sin filtro previo, pero hay dos puntos negros. El más visible, Nerja, por tener todavía colgado el sambenito de ser la única localidad costera de la provincia que no depura sus aguas. Las obras de la futura estación están en marcha desde 2014, pero el enésimo retraso sitúa su entrada en servicio a mediados de 2017, fecha en la que estará a pleno rendimiento para dar cobertura a las 125.000 personas que habitan la zona en temporada alta.
Pero hay un segundo lunar que suele ser menos llamativo por no estar en primera línea de playa, pero que resulta tanto o más dañino para el medio ambiente: el río Guadalhorce, convertido en el sumidero al que cada día van a parar (y de ahí directo al mar) las aguas residuales que generan cien mil personas. Las dos depuradoras proyectadas desde hace más de una década aún no tienen ni fecha de inicio: la del Bajo Guadalhorce, que daría servicio a Coín, Pizarra y Álora; y la de Málaga-Norte, ideada para tratar las de buena parte del área metropolitana y que permitiría canalizar los residuos de Alhaurín el Grande y Cártama.
Juan Jesús Martín, biólogo del Aula del Mar, lo tiene claro: «El Guadalhorce recoge aguas sin depurar de un montón de municipios del interior; no cumplimos las normativas europeas y esto afecta al turismo y a la vida marina, especialmente los residuos plásticos y las toallitas, que no se disuelven».
A este eterno camino para completar el mapa del saneamiento se unen la necesidad de ampliar la capacidad de los colectores para que no se colapsen en momentos de máxima saturación y, sobre todo, mejorar los emisarios submarinos, la mayoría deteriorados por los temporales y el paso del tiempo, ya que algunos acumulan hasta cuatro décadas de servicio. Se trata de las tuberías que conectan la salida de la planta de tratamiento con el mar hasta llegar al punto de vertido, situado lo suficientemente alejado de la costa y que en la provincia oscila entre los 850 metros y los dos kilómetros. Pero más allá de la distancia, lo importante es que el caudal tratado se diluya correctamente en el agua salada, un proceso que depende del tratamnatasiento que se realice y también de la profundidad de las conducciones submarinas (a más profundidad, mejor dilución).
Programa de educación ambiental sobre el uso del váter
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El Aula del Mar está llevando a cabo el programa de educación ambiental «El váter no es una papelera», con el que tratan de concienciar a los escolares sobre los graves perjuicios de un uso indebido del inodoro. Juan Jesús Martín, biólogo del Aula del Mar, explica que existe un problema de ignorancia respecto a los atascos que generan en las plantas de tratamiento las toallitas y otros materiales que se arrojan y luego aparecen en la playa. Entre las principales conclusiones, destaca que el 27% no tenía una papelera en el cuarto de baño. «Hay que invertir más en prevención, en propiciar un cambio de chip en la población con relación a las conductas de tirar basura por el váter», afirma este experto.
Capítulo aparte merece el problema de las natas, sobre todo porque detrás de su origen pueden aparecer distintos factores, acentuados además por las características propias del Mar de Alborán, que está cerrado y dificulta la renovación de las aguas. «El asunto de las natas no es fácil de acometer porque no se sabe a ciencia cierta el motivo exacto. Lo único que tenemos comprobado es que en su mayor parte están formadas por arena. Que sea la falta de depuración, los barcos, el aceite o los propios bañistas es más complicado de determinar», reconoce el jefe de Explotación de Axaragua (empresa pública de la Axarquía), Antolín de Benito. En ocasiones, la causa es simplemente natural, cuando las mareas hacen aflorar arenas finas y sedimentos depositados en el fondo marino, pero también se ha detectado presencia de hidrocarburos de barcos y, por supuesto, carga contaminante de origen fecal.
Juan Jesús Martín explica que hay un componente de origen humano, como es el aceite frito que se tira por el desagüe, y que las depuradoras no consiguen retirar el 10%. «A partir de las 12.00 a 13.00 horas las grasas emulsionan por la subida de la temperatura cerca de la orilla».
Todavía hay otro problema añadido. Como explica José Carlos Báez, biólogo e investigador del Centro Oceanográfico de Málaga (Instituto Español de Oceanografía) existen grandes zonas en el Mediterráneo donde se acumula el plástico y se está introduciendo en la cadena alimenticia de las tortugas y de los túnidos, que después pasan a la alimentación humana y es una causa de cáncer. «El plástico en el mar es un problema grave, pero no tomamos conciencia hasta que no lo vemos cerca».
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