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Paqui Jiménez, maestra del colegio San Miguel de Nerja, (izquierda) e Inmaculada Romero es maestra de Infantil en el colegio público Romero Robledo de Antequera (Derecha)
Querido maestro

Querido maestro

Ellos conocieron la vara y el tintero y ahora enseñan matemáticas con la ‘tablet’. Cuatro veteranos profesores con cuatro décadas de experiencia someten a examen nuestro sistemaeducativo... aprobado

YOLANDA VEIGA

Miércoles, 9 de septiembre 2015, 00:55

A sor Martina le habría gustado saber que dejó poso. Aceptó en las Mercedarias al pequeño Fernando por la amistad que tenía con su padre los dos habían nacido en Portugalete y luego emigraron a Granada. «Era una escuelita de monjas muy bonita, solo había niñas. Yo era el único niño y me dejaron estar allí hasta que hice la comunión. No me permitían salir al patio con ellas a la hora del recreo, a la directora no le parecía conveniente, ya ves. Así que me quedaba en el aula practicando lectura en voz alta. Pero era un crío muy espabilado y como acababa pronto la tarea, cada media hora me dejaban salir fuera a echar una carrerita o a jugar con mis canicas y el balón». Hoy es Fernando el que pone orden en el aula e imparte Biología y Geología a chavales de 15 años en el IES Cartuja de Granada. Esta semana cumple 36 septiembres. Es uno de los profesores más veteranos de España. La ley permite a los docentes ejercer hasta los 70, pero la mayoría recoge los libros a los 60. Cuatro maestros a punto de la jubilación examinan nuestro sistema educativo «los mejores años fueron entre 2000 y 2005» y hacen un recorrido histórico y nostálgico por sus 40 años entre pupitres.

Paqui Jiménez Triviño (Nerja)

«La inocencia de los niños de 6 y 7 años no se pierde»

Paqui Jiménez Triviño empezará este próximo jueves el que será su último inicio de curso, el más corto tras 38 septiembres. El 28 de noviembre cumple 60 años y se jubilará, dejando atrás una vida dedicada a la enseñanza de escolares de primero, segundo y tercero de Primaria. «Por suerte, la inocencia de los niños de 6 y 7 años no se ha perdido, muchos siguen llamándome mamá», confiesa esta nerjeña, casada también con un maestro, nacido en Frigiliana, Jesús Platero Navas, quien el pasado 7 de abril pasó a estar también jubilado oficialmente, aunque un cáncer de colon que le detectaron hace tres cursos le obligó a apartarse antes de la docencia. «Echaré de menos a los niños, la rutina de las clases, y a los compañeros, pero después de 37 cursos, ya va siendo hora de jubilarse», asegura.

Ambos se diplomaron en Magisterio por la Universidad de Málaga en 1977. Ese mismo año ella comenzó a dar clases en Ronda. Él tuvo que irse a hacer el servicio militar obligatorio a La Línea de la Concepción. «Estuve preso dos meses por simpatizar con el Partido Comunista», confiesa Platero, quien también ha sido maestro de Primaria en el colegio público San Miguel de Nerja durante casi 30 años y acumuló otros 5 en varios destinos previos. Su mujer consiguió plaza en este centro hace seis cursos, y antes estuvo durante 18 años en el colegio Miguel Fortes Fortes de Benamargosa.

«El ambiente en ese pueblo era muy tranquilo, recuerdo que di clase a padres y, con los años, a sus hijos pequeños. Allí se conocen todos los vecinos», recuerda Jiménez en alusión a la localidad situada a apenas diez kilómetros de Vélez-Málaga. «La carretera durante tantos años me hizo tener dos accidentes, uno especialmente grave», confiesa. A partir de ahí decidió pedir el traslado a su pueblo natal. Madre de dos hijos, Natalia, de 34 años, y Jesús, de 29, Paqui Jiménez reconoce que siempre le gustaron los niños pequeños. «Recuerdo que en verano cuando estudiaba ya daba clases particulares», dice la docente.

Sin embargo, en estas casi cuatro décadas de enseñanza pública esta maestra o señorita Paqui, como cariñosamente la han conocido los varios cientos de alumnos que han pasado por sus manos, ha visto cambiar mucho a una profesión «en la que la vocación es algo fundamental». «Tiene que gustarte lo que haces, ilusionarte cada día, motivarte con la inocencia y las ganas de aprender de los niños», expresa. «Primero y segundo de Primaria son cursos muy importantes, es cuando aprenden a leer y a escribir, son la base», sostiene. Por este motivo, a Paqui Jiménez le asusta «un poco» el vertiginoso avance de las nuevas tecnologías en la sociedad actual y en las aulas, aunque admite con resignación que hay que aprender a convivir con ello y sacarle su lado positivo, «que también lo tienen», matiza mientras señala el ordenador con el que «paso la lista y pongo la música para las canciones de las fiestas que organizamos para Navidad y fin de curso».

A su juicio, los niños tan pequeños «no deben perder el hábito de usar el lápiz, las ceras y las tizas», aunque entiende que cada vez más se manejen con los móviles y las tabletas electrónicas, «porque es lo que ven en casa». «Con la crisis se paró lo de los centros TIC, pero hasta hace sólo un par de años la Junta de Andalucía daba ordenadores a los niños de 5.º y 6.º de Primaria», recuerda Jiménez, quien destaca que el uso de las pizarras electrónicas también se ha extendido en los centros públicos andaluces. «Este curso las van a montar en todos los niveles de Primaria e Infantil. A mí casi no me va a dar tiempo a usarla», bromea. Jiménez lamenta que la crisis haya supuesto una reducción de los salarios de los docentes, con un rebaja que ha rondado el 20%, aunque, sobre todo, «porque no se han convocado nuevas oposiciones para la gente joven, que viene con muchas ganas», dice.

A partir del próximo 28 de noviembre, Jiménez espera tener más tiempo para leer, hacer deporte, viajar, y cuidar de sus dos nietos, Louisse, de dos años, y Keira, de uno.

Inmaculada Romero (Antequera)

«Con los años me he dado cuenta de que me encanta»

Inmaculada Romero siempre pensó que iba a estudiar Medicina, pero finalmente acabó en Magisterio y especializándose en Educación Infantil: «Nunca lo pensé, mi padre es Médico y a mí me encantaba de pequeña, yo siempre pensé que iba a ser como él».

Profesora en el colegio público Romero Robledo de Antequera, lleva 35 años ejerciendo la profesión y 15 de ellos en Antequera, en una dedicación en la que comenzó ganando 46.000 pesetas y que descubrió su vocación real «estando ya trabajando como maestra, a medida que han ido pasando los años me he dado cuenta de que me encanta».

Esta profesora nacida en enero del 1958 en Doña Mencía (Córdoba), estudió la rama de Filología Francesa en Magisterio y sacó sus oposiciones en 1979. Después, pese a ser cordobesa, la destinaron a la provincia de Málaga: «Aquel año nos desplazaron a la provincia de Málaga a todos y yo estuve el primer año en Ronda, después en Serrato, después en Cuevas del Becerro, Humilladero. Al año siguiente, por Consorte Provisional estuve en Antequera dos años, pero mi plaza estaba en Archidona». Pasó antes por Antequera: «Estuve dos cursos provisionalmente en el Infante don Fernando y en Vera Cruz, al curso siguiente me incorporé en mi plaza de Archidona, donde estuve 14 años, en Infantil. Después concursé y me vine definitiva a Antequera y éste es el 15.º años aquí». Está casada, tiene dos hijos y tres nietos. Ahora, está de maestra en el Romero Robledo con los niños desde los 3 años, estando con la misma promoción de alumnos durante toda su etapa hasta que terminan en el ciclo de Infantil. La de este año es especial: «Creo que es la última promoción que voy a tener, porque me voy a jubilar e 2018, entonces empiezo esta promoción y no la voy a acabar, porque cumplo años en enero y antes de que acaben el último curso dejaré las aulas».

Aunque tuvo posibilidad de pasarse a Primaria, siempre quiso estar con los más pequeños porque «le gustan más», sobre todo el curso de los niños de tres años, ya que «son muy inocentes, además, después cuando pasa el año te das cuenta de lo que han aprendido durante el curso».

Tras tantos años, cree que existe una evolución en el alumno y que la educación «ha cambiado mucho». «Hoy, por suerte, los niños tienen de todo», asegurando que hay diferencia en el comportamiento de los pequeños de antes y los de ahora. Aunque eso sí, «de la vieja escuela no echo de menos nada, yo he estado tan bien en todos los sitios». «Anécdotas muchas, aunque no se me ocurre alguna en concreto Hay desde decirme abuela, pasando por decirme mamá y tita. Nos acostumbramos a situaciones que son simpatiquísimas».

De las nuevas tecnologías «Estoy en ello, soy una persona muy testaruda y constante, me ha costado trabajo, pero me las manejo bien». Los padres están muy ocupados y pasan poquísimo tiempo con sus hijos. Esto también les incluye a los niños pequeños que están educándose ahora».

Roberto García (La Rioja)

«Los alumnos me dicen: ¡Qué elegante viene!»

En un mes Roberto García Alcalde (El Villar de Arnedo, La Rioja, 62 años) pasará lista de memoria, con nombre y apellidos. En España, la media de estudiantes en una clase de Secundaria como la suya son 25 así que... Es una exigencia que se impone él mismo, aprenderse el nombre de todos los alumnos el primer mes, y van 35 cursos con el que está a punto de empezar. La otra exigencia es el traje «sin corbata» y el maletín. «Los alumnos me dicen: ¡Qué elegante viene usted!. Igual es antediluviano, pero me gusta vestirme bien, aunque ahora hay profesores de todo tipo, algunos hasta con bermudas, casi no se distinguen de los alumnos». Él siempre llevó uniforme, «pantaloncito corto y chaquetilla gris» en el IES Sagasta de Logroño, donde estudió a partir de los 10 años «recuerdo al conserje, ¡qué autoridad tenía!» y otro más modesto en los primeros años de escuela, con don Tomás. «Se rezaba antes de entrar a clase, eran unas aulas con pupitres de madera, plumilla y tintero. En la escuela había un barril de cartón con leche en polvo. Cada día nos tocaba a un chaval llevar agua caliente, la mezclábamos y le echábamos un poco de chocolate rallado y azúcar moreno. El maestro iba llenando los vasos. Eran los 60, años difíciles, y era un buen alimento».

Quizá fue cosa de don Tomás, que les marcó, pero Roberto y sus dos hermanos se hicieron profesores su mujer también es maestra aunque ninguno de sus cuatro hijos se dedica a la docencia. Empezó a dar clases de Historia y de Francés y cuando cumplió 30 años de ejercicio, hace cinco, podía haber pedido la jubilación anticipada. «Mi hermano mayor ya está retirado y el menor, en proceso, pero yo creo que todavía puedo ser útil». Enseña Lengua y Literatura Castellana en el IES Gonzalo de Berceo de Alfaro (La Rioja), y como es de los más veteranos, le conceden «el privilegio» de elegir curso. «Prefiero a los chavales de Bachillerato, que tienen 17 o 18 años y están allí libre y voluntariamente. No suelen crear conflictos en el aula». No ha conocido casos de bullying pero «cuando oyes que chavales llegan incluso al suicidio... Te deja el cuerpo dolorido y maltrecho».

¿Cómo ve a la generación que viene, formados, leen el periódico, ven el telediario...?

No muchos, pero también hay buena gente.

Entre alumnos como los suyos tiene mucho seguimiento un programa de búsqueda de parejas que se llama Mujeres, Hombres y Viceversa, ¿lo conoce?

Alguna vez he llegado a casa y he visto a alguno de mis hijos y les he preguntado qué era eso. Ves el nivel de esos jóvenes... O ese programa de Eva al desnudo. Tienen muy poco de educativo. Pero es la cultura de nuestros días, en la que triunfan futbolistas que no tienen ni cuarto de la ESO. No es de los profesores hueso, sino de los que procura «que el alumno salga adelante». Y por eso se acuerda más de los chavales que no brillan. «Había un chico que no tenía ganas de estudiar. Hoy es policía municipal y alguna vez me ha dicho: Gracias a usted estoy donde estoy».

Fernando Pérez (Granada)

«A los 15 las chicas son señoritas; los chicos, críos»

Dio el estirón más tarde que los otros chicos y llegó hasta el 1,74. Con el estirón llegaron también las buenas notas. «Mi padre era militar y le encantaban las matemáticas. Le recuerdo cogiendo las notas del buzón, mi madre en la cocina: Ahí tienes las notas de tu hijo. Ella me echaba la bronca pero él era paciente. Cuando iba a entrar a la universidad le destinaron fuera y se marcharon. Me quedé solo en Granada, empecé Geológicas, que no era sencillo, y me fue estupendamente». Lo cuenta Fernando Pérez (Granada, 64 años) entre los minerales, el microscopio, los esqueletos... «Me paso la vida en el laboratorio. Los alumnos vienen contentos. Hace unos años hacíamos la prueba del grupo sanguíneo. Se pinchaban en un dedo, añadíamos reactivos a la gota de sangre y averiguábamos el grupo de cada uno. Ahora está prohibido, por el riesgo de contagio de hepatitis y otras enfermedades. Pero realizamos experimentos con minerales y diseccionamos el corazón de un cordero que antes encargamos a la carnicería». Fernando enseña Biología y Geología a chavales de la ESO en el IES Cartuja de Granada desde hace 31 años. «Hoy cuesta más motivar a los adolescentes. Hace veinte años el padre les decía: Estudia y así tendrás trabajo. Hoy te responden: Mi hermano es médico y lleva cinco años tumbado en casa en el sofá».

Habla con indisimulado orgullo de sus alumnos, a los que no cree más pasotas ni más machistas que antes. «Yo veo relaciones de novios primorosas. En los 80 o 90 los chicos se sentaban por un lado y las chicas por otro, ahora están mezclados». Y son tan diferentes... «A los 15 los chicos son aún críos pero las chicas son señoritas». Y sacan mejores notas: «La Universidad ya les está reconociendo. Antes hacían Filología Inglesa, hoy se apuntan a Matemáticas, Ingeniería...», empezando por sus dos hijas, ya treintañeras: «Son magníficas. Unas es ingeniera agrónoma y otra ingeniera química».

El salto ha sido cualitativo «antes había libros y ahora los profesores llevamos un carro lleno de ordenadores portátiles» y cuantitativo: «A principios de los años 80 estuve de secretario en el colegio El Campillo de Málaga y no tenía ni seis millones de pesetas. Poco después llegué al IES Cartuja y manejábamos ya veintitantos». Con ese dinero compraron unos ordenadores y montaron una de las primeras aulas de informática en España, en el curso del 88. Fernando fue un adelantado. No imaginaba lo que quedaba por venir.

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