El viaje que cambió el «chip mental» de un dermatólogo

Ni móvil, ni GPS, ni redes sociales, ni todas las facilidades que se tienen ahora para viajar. Y más si se hace solo. «Con una cámara de fotos y una libretilla», señala el malagueño. En aquel febrero de 1989 José Ignacio Galvañ se convirtió en un auténtico mochilero para adentrarse en lo que luego se convertiría en una de las vivencias más especiales que recuerda. «Todos los días era una sorpresa. Yo pensaba que viajar solo era muy aburrido, pero para nada fue así. Fue algo que, personalmente, me cambió el chip mental porque vi el mundo desde otra perspectiva. En aquella época no había muchos españoles allí, lo que sí que era frecuente era ver a gente de Francia, Alemania, Inglaterra...».

Cuando hizo este viaje desde el corazón de Brasil, José Ignacio Galvañ tenía 29 años y muchas ganas de descubrir mundo durante las casi 4 semanas que estuvo en este viaje: «Yo llevaba más o menos un plan de la ruta que quería cumplir todos los días, pero siempre me encontraba a alguien y hacíamos otras visitas. En cada punto conocía a gente nueva, como una pareja de franceses que vi varias veces y luego coincidimos en uno de los viajes. Allí me dijeron que iban a ir a la selva y que me uniera a ellos, yo no la tenía en mis planes y fue una experiencia impresionante; al igual que me encontré a una psicóloga catalana que también estaba sola y le daba miedo volver e ir a los sitios por la noche, así que estuvimos unos dos o tres días juntos viendo Brasilia. Ningún día estuve totalmente solo», detalla Galvañ Pérez del Pulgar al contar algunas de las anécdotas que se encontró en esta aventura.

Lo que no llevaba planificado era el hotel en el que iba a dormir cada noche: «Antes de salir, en Buenos Aires, fui a la Embajada de Brasil para que me informasen de los mejores hoteles y lugares para ir. No estuve nunca en uno de más de dos estrellas, excepto un día que en Belén estuve en uno de tres. Lo que hacía era mirar dónde estaban los de cinco estrellas y me buscaba alguno que estuviese cerca porque se supone que era un lugar menos peligroso. También allí los brasileños que conocía me iban recomendando dónde quedarme a dormir», confiesa el malagueño. Aunque el primer día ya tuvo un susto: «Se me perdió todo la primera noche con los documentos, pasaporte... Estaba con dos lágrimas ya y me quería volver. Pero al día siguiente lo encontré todo en 'objetos perdidos': estaba el dinero, el reloj, documentos... Por eso cuando la gente habla de prejuicios les explico esto», concreta.

Con una cámara de fotos y libreta en mano en la que iba apuntando y escribiendo detalles del viaje: «Hay cosas que si no las hubiera escrito en ese momento se me hubieran olvidado, como por ejemplo los nombres de sitios a los que fui, de comidas... En su momento le mandé a mi madre una carta con unas cuarenta hojas y fotos en las que contaba el viaje. Lo tuve guardado en un cajón hasta hace unos años que le regalé a mi mujer (Consuelo) y mis dos hijos (Quique y Nacho) unas fotocopias de esas cartas. El pequeño, Quique, me dijo que eso tenía que escribirlo bien, que tenía que hacer algo con esas historias», introduce el dermatólogo al contar cómo llegó ese diario a ser un libro.

En pandemia, con más tiempo libre, se dedicó a escribirlo. Se puso música brasileña de aquella época como la de Gal Costa, Caetano Veloso o María Betania: «Me hizo recordar y volver a plasmarlo», señala Galvañ Pérez del Pulgar. Y así fue como nació 'Viaje rumbo al Amazonas', disponible en Mapas y Compañía, por la insistencia de su hijo pequeño, que ha escrito el prólogo: «Esa es la mejor parte del libro, él es fisioterapeuta pero lee bastante y se le da muy bien escribir», reconoce como padre orgulloso. Y ahora su hijo Quique quiere seguir sus pasos: «Va a viajar tres semanas a Brasil... Le he dicho que lo escriba, él dice que va a plasmar los sentimientos», desvela el dermatólogo.

La experiencia de vivir y conocer otras culturas le llenó tanto que ha querido plasmarlo en sus hijos: «Es que te abre la mente... Eso es algo que les he dejado claro siempre a mis hijos, que han estado estudiando y trabajando fuera», concluye José Ignacio Galvañ Pérez del Pulgar.